El último fracaso de Gwyneth Paltrow
El nuevo libro de la actriz no ha logrado que le coja más manía Las recetas parecen salidas de la cabeza de una persona a la que le gusta de verdad la cocina y, para colmo, suenan frescas y apetecibles
Si yo fuera Gwyneth Paltrow, estaría muy enfadada. Años trabajándote lo de ser la actriz más detestada de Occidente, llega una advenediza como Anne Hathaway y, ¡zasca!, te quita el puesto. Ser número uno en algo, aunque sea malo, es un enorme valor de marketing en el mundo actual, y yo no dejaría que la miserable esa me usurpara el trono de famosa más pija, esnob, falsa, cargante y doña perfecta del universo.
Quiero pensar que su nuevo libro, It’s all good, obedece a un maquiavélico plan para recuperar el liderazgo del odio. Nuestra Güini pega fuerte desde el principio: por si un subtítulo absurdamente largo con una promesa difícil de cumplir no fuera suficiente (Recetas fáciles y deliciosas que te harán tener buen aspecto y sentirte fenomenal), la foto rezuma una salud y una alegría de lo más irritante. ¿O acaso ese perfecto bronceado dorado no es un insulto para los que tenemos el tono de piel de la tripa de un pescado?
Ojear el interior te sube la temperatura del grado “esta tía es insoportable” a “me voy a un colegio con la escopeta porque la humanidad merece un escarmiento”. En la introducción, la actriz explica el motivo de la obra: después de que un día le diera un jamacuco en una comida en Londres, unos especialistas en “nutrición psicoespiritual” le recetaron una dieta “de eliminación” sin gluten, azúcar, patatas, pimientos, tomate, berenjena, pescado de aguas profundas (¿?) y no sé cuántas cosas más. Entonces se obró el milagro, Gwyneth renació como una persona feliz y ahora, para tu desgracia, está aquí para contarlo.
Pequeños detalles sazonan el libro como polen para alérgico, desde el goteo de nombres de amigos celebrities como Cameron Diaz o Gavin Rossdale hasta los gestos de mujer sencilla como el de recoger manzanas en su mansión de cuatro millones de euros. Y las imágenes, en las que la estrella posa sin comida, muy lánguida y con esa naturalidad suya que es puro postureo, dejan al lector preguntándose qué demonios pinta un egocéntrico catálogo de moda en mitad de un recetario.
Ahora bien, aunque me duela decirlo, It’s all good no es perfecto. Paltrow acredita en portada a su asistente (¿y posible escritora?) Julia Turshen, en una demostración de honradez que muchos otros no practican. Las recetas parecen salidas de la cabeza de una persona a la que le gusta de verdad la cocina y, para colmo, suenan frescas y apetecibles. Por eso para mí el libro es un poco fracaso: no ha logrado que le coja más manía.
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