‘Titanic II’: un capricho de rico
El millonario australiano Clive Palmer encarga una réplica de famoso barco
“Quiero gastarme toda mi fortuna antes de morir. Es mejor que me lo gaste yo y no mis hijos. En cualquier caso, también quedará dinero suficiente para ellos”. Y no es precisamente calderilla de lo que hablaba el australiano Clive Palmer cuando pronunció esa frase esta semana en Nueva York. Su patrimonio asciende, según Forbes, a 600 millones de euros y según la revista australiana BRW a 3.000 millones. En ambos casos, dinero más que suficiente para cumplir un capricho de rico que para algunos resulta fascinante y necesario y para otros inútil y hasta morboso: construir una réplica del Titanic tal y como era cuando zarpó de Southampton en 1912 y hacerlo navegar hasta Nueva York, un viaje que el barco original nunca llegó a concluir porque chocó contra un iceberg y naufragó en el Atlántico, donde se ahogaron 1500 pasajeros. “Una de las ventajas que tiene el cambio climático es que muchos de los icebergs que antes flotaban en el océano se han derretido”, bromeó Palmer al ser preguntado durante una rueda de prensa sobre la posibilidad de que el Titanic II volviera a naufragar.
El comentario seguramente no haría sonreír a organizaciones como Greenpeace, pero Palmer no es precisamente conocido por llevarse bien con esa ONG, a la que hace unos años llegó a acusar de estar financiada por la CIA, interesada según él en desestabilizar el negocio de la minería en Australia. Su fortuna procede precisamente de ahí. En 1984, tras abandonar sus estudios de abogado, disfrutar del surf, trabajar en el negocio inmobiliario y entrar en política, Palmer fundó Mineralogy, dedicada a la extracción de mineral de hierro, y oro, aunque hoy el magnate también posee minas de niquel y carbón en Australia, país en el que nació hace casi sesenta años.
Pese a que siempre ha mantenido un perfil muy bajo, el proyecto Titanic II ha puesto su nombre en los titulares del planeta puesto que Palmer aspira a construir una réplica exacta de aquel trasatlántico con el que el hombre desafió al mar catalogándolo de “imposible de hundir” aunque con mejoras de seguridad y algunas comodidades que no existían a principios del siglo XX, como el aire acondicionado. Según reveló Palmer, su idea es encargarle la construcción del Titanic II a la misma empresa china que construye los buques que utiliza para transportar el hierro que saca de sus minas. Según dijo, el contrato lo firmará esta semana y la construcción empezará inmediatamente. El primer viaje está previsto para el año 2016. “Pero si tarda más no importa. Ocurrirá. Tenemos un montón de dinero”, afirmó.
Su sueño no se para en el exterior del barco. Palmer aspira a reconstruir la primera clase tal y como era originalmente e incluso ofrecerá a los pasajeros la posibilidad de vestirse con ropa de aquella década. Eso sí, no podrán mezclarse ni con los de segunda ni con los de tercera clase, tal y como ocurría en el barco original. “Ayudará a los pasajeros a sentir que están dentro de la película de James Cameron”, dijo Palmer. Además, la travesía, que durará seis días, será ambiciosa en un sentido poco usual en el siglo XXI: Palmer no proveerá de Internet a sus pasajeros “porque si quieres sentir que regresas a 1912 no puedes tener acceso a Internet”.
Habrá que ver si el proyecto finalmente llega a puerto puesto que en su Australia natal Palmer es conocido por diversas iniciativas fallidas entre las que destaca un fracasado intento de resucitar el Zeppelin como medio de transporte.
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