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Un 'Titanic made in China'

Un millonario australiano se gasta más de 2.200 millones de euros en una réplica del mítico trasatlántico

El millonario australiano Clive Palmer, ante una imagen de lo que será el 'Titanic II'.
El millonario australiano Clive Palmer, ante una imagen de lo que será el 'Titanic II'.AP

Que en China se fabrique casi todo no es noticia. Y que se haga copiando los diseños de otros países, tampoco. Pero que unos astilleros de la ciudad de Nanjing se vayan a atrever con una copia exacta del Titanic, sí. No sólo porque los chinos son grandes supersticiosos, hasta el punto de que muchos edificios se saltan los pisos terminados en 4 -se pronuncia igual que ‘muerte’- y el 13 -mala suerte importada-, también porque la industria naviera china todavía no se ha ganado precisamente un buen nombre en el mundo.

No obstante, el promotor de esta odisea, el multimillonario minero Clive Palmer, asegura que el Titanic II surcará los mares a partir de 2016 con la última tecnología en sistemas de seguridad y de navegación. La misma que el astillero de propiedad estatal CSC Jinling, creado en 1952 bajo supervisión de Mao Zedong, utilizará en el resto de yates de lujo que le ha encargado la nueva naviera Blue Star, propiedad de Palmer.

El barco contará con 9 cubiertas y 840 camarotes, y, aunque mantendrá las cuatro chimeneas características de la versión del siglo XX, se propulsará con diesel. “Será igual de lujoso que el original y servirá de tributo al espíritu de quienes diseñaron aquel”, aseguró el magnate de Queensland, cuya fortuna la revista BRW estima en unos 5.200 millones de dólares australianos (4.068 millones de euros), una cifra que lo convertiría en la quinta persona más acaudalada de Australia.

Pero, claro, “si se le hace un agujero al barco, se hundirá”. Quizá por eso, y consciente de que todo el mundo quizá no se sienta atraído por viajar en un buque que se va a pique siempre, Palmer ha invitado a la Marina china a que escolte al Titanic del siglo XXI en su crucero inaugural, que conectará Inglaterra y Nueva York. Si finalmente se lleva a cabo ese plan, el viaje podría tener inesperadas connotaciones políticas. Pero quizá sea eso lo que busca Palmer, que aprovechó la presentación del Titanic II para dejar caer que hará sus pinitos en la política australiana.

En la faceta como político parte con buen pie. Ha sido considerado como el ‘mejor jefe del mundo’, y consiguió reflotar una refinería australiana de níquel mejorando el salario de sus 800 trabajadores, a los que ha agasajado en Navidad con vacaciones pagadas en Fiji e incluso con 55 Mercedes para quienes obtuvieron los mejores índices de productividad. Nada si se compara con el yate que le regalo a su hija por su 15 cumpleaños, pero mucho más de lo que se estila en estos tiempos de crisis.

Sin duda, la emergencia del mercado chino ha sido vital en el éxito empresarial de Palmer, y sus buenas relaciones con el país comunista, en el que vivió de niño, pueden ser un potente as en la manga. En 2009 cerró un acuerdo con la Compañía Metalúrgica de China (MCC) para venderle al menos 30 millones de toneladas de carbón durante 25 años. Pero muchos también atisban sombras en esta colaboración con China.

El multimillonario no dijo ni una palabra sobre el costo del proyecto del Titanic, que algunos medios chinos han estimado en más de 3.000 millones de dólares (2.260 millones de euros), ni respondió a la pregunta de si el gobierno de Pekín está involucrado de alguna forma en sus proyectos. Pero lo cierto es que a ambos les interesa desarrollar la industria del turismo, -Palmer invirtió grandes sumas en propiedades de la Costa Dorada de Australia- y es posible que el pasaje del Titanic del siglo XXI responda al nuevo orden de poder mundial. Los chinos ya no viajarán en tercera.

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