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Columna
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Los abandonados

Rajoy le pide a la “generación abandonada” y a la “generación perdida” que no sean impacientes

Joaquín Estefanía

Los abandonados es una película de terror de hace unos años. El comienzo de la intervención del líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, en el debate sobre el estado de la nación, recordaba ese título: seis millones de trabajadores sin trabajo, la quinta parte de los españoles en riesgo de pobreza, 33.000 empresas cerradas durante el último año, ocho millones de pensionistas con reducción de su poder adquisitivo y obligados por primera vez a pagar por los medicamentos. Y seguramente en parte por ello, “millones de ciudadanos que han dejado de creer en la política”.

Como este diagnóstico es empírico y no se puede discutir, se esperaba por lógica que la primera medida que anunciase el presidente de Gobierno fuese un plan de choque para corregir los efectos más lacerantes de la recesión tan larga y profunda. Nada de nada. Esta es la gran desilusión del debate, su gran frustración.

Se esperaba que la primera medida que anunciase el presidente fuese un plan de choque contra los efectos más lacerantes de la recesión tan larga y profunda
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Comentaba hace unos días el secretario general de UGT, Cándido Méndez, que al concepto tan extendido de “generación perdida”, aplicado a los jóvenes que no encuentran su oportunidad estando muy preparados, hay que añadir el de “generación abandonada”, compuesta por aquellos ciudadanos a partir de los 35 años que se quedan al margen del progreso por sumergirse en el desempleo estructural, y que no volverán a encontrar un puesto de trabajo más o menos adecuado a sus capacidades (o ningún puesto de trabajo) cuando la economía española recobre su ritmo de crecimiento. O porque ya se habrán hecho mayores (en una coyuntura que no los contrata) o porque se habrán convertido en inempleables, obsoletos tecnológica o profesionalmente.

Rajoy mencionó algunas medidas para combatir el empleo juvenil. Son más o menos discutibles, más o menos ambiciosas, más o menos eficaces, pero existirán. Sobre la “generación abandonada” solo hubo en su discurso un manto de silencio. Una generación que está en estos momentos sufriendo de plano los rigores de la crisis: como el seguro de desempleo no dura, en el mejor de los casos, más de dos años, ello significa que los parados que lo son desde el inicio de la crisis en el año 2008 y que no han encontrado trabajo, hace tiempo que han tenido que abandonar este sistema de protección. Los parados de larga duración de hoy, con seguro de desempleo, se han renovado al cien por cien respecto a aquellos de 2008, 2009 y hasta 2010.

Lo más sobrecogedor del análisis de Rajoy fue su impotencia respecto a esta realidad y su apelación a no ser impacientes (“ni la improvisación, ni los bandazos, ni la imprudencia, ni la impaciencia figuran en mi programa. No vamos a cometer errores por omisión ni errores por impaciencia”). ¿Cómo se puede demandar tranquilidad a esa “generación abandonada” que escucha impávida que “podemos encarar el futuro con seguridad porque hoy tenemos un futuro”, sin que sus componentes formen parte del mismo?

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