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Una mancha en el inmaculado currículo de Fabiola de Bélgica

La controversia estalló al saberse que la reina ha creado una fundación para evadir el impuesto de sucesiones Los políticos belgas debaten a raíz de esta polémica la asignación que recibe la viuda del rey Balduino La familia real está en el punto de mira por sus finanzas y líos amorosos

Lucía Abellán
La reina Fabiola de Bélgica.
La reina Fabiola de Bélgica.GTRES

El primer ministro belga, Elio di Ruppo, se dispone a prender la llama en una pira sobre la que se alza la reina Fabiola de Bélgica. “Lo siento, señora, pero con la crisis, el pueblo está de los nervios”, se justifica afligido. ¿No era usted contrario al populismo, señor Ruppo?, le espeta Fabiola. Esta viñeta, publicada hace unos días por el diario belga Le Soir, resume bien los sentimientos que ha despertado en la sociedad belga la reciente polémica que envuelve a la reina viuda. La creación de una fundación que le permite ahorrar a sus herederos hasta un 70% de las cantidades recibidas y la elevada asignación económica que recibe del Estado –el Gobierno ya ha decidido recortarla- agrietan un poco más la fama que rodea a la familia real belga.

La controversia estalló la semana pasada, cuando varios diarios del país destaparon la maniobra fiscal de la reina para evadir el impuesto de sucesiones. Fabiola, nacida en España hace 84 años, creó en octubre de 2012 la fundación Fons Pereos, destinada principalmente a atender a sus herederos y a fines católicos (la reina tiene fuertes convicciones religiosas y asiste a misa diaria). Con esa maniobra, la española, viuda del rey Balduino y sin hijos –la pareja nunca los tuvo- podría legar a sus sobrinos toda su fortuna sorteando el elevado impuesto de sucesiones en Bélgica: 70% del legado cuando no existen herederos directos, como en este caso.

Consciente o inconscientemente –hay quien sostiene que Fabiola estaba mal asesorada-, la operación ha revolucionado la fácilmente agitable escena política belga, más en un momento en que los ciudadanos soportan numerosas políticas de austeridad para que las cuentas públicas cuadren. Con una fortuna que procede principalmente de herencias y de asignaciones de los Presupuestos, el movimiento de Fabiola ha desatado todo tipo de críticas en el país.

Frente a la tibieza con que todavía se abordan los problemas de la monarquía en España, el propio primer ministro belga, Elio di Ruppo, ha tomado las riendas de esta controversia en las palabras y en los hechos. “Dada la posición de la reina y su dotación pública, esta fundación plantea un problema ético”, se apresuró a decir el dirigente, que ve “inaceptable” destinar una dotación pública “a fines que no están ligados al bien común”. Aunque Fabiola ha asegurado que la fundación solo se nutrirá de una herencia paterna, y no de la asignación que recibe del Estado, la maniobra presenta tintes como mínimo irregulares.

La revelación de ese fondo reservado a sus herederos ha logrado en pocos días lo que los políticos no han sido capaces de conseguir en varios años: reabrir el debate sobre la asignación de la reina, que ha conservado el título pese a que los monarcas legítimos son, desde la muerte de Balduino, su hermano Alberto II y su esposa Paola. La reacción ha sido inmediata y esta misma semana ha llegado al Parlamento belga el proyecto de Di Ruppo para reducir un 36% esa partida, de forma que no pueda percibir de las arcas públicas más que el príncipe heredero, Felipe, como ocurre ahora.

El Ejecutivo se propone restar 500.000 euros a los 1,4 millones que cobra anualmente la reina del erario público (toda la Casa Real española percibe en su conjunto 8,26 millones del Presupuesto del Estado). La reina Fabiola no tiene agenda oficial y el 70% de ese dinero se utiliza para financiar su casa, que emplea a una veintena de personas entre secretarios, cocineros, chóferes, personas de compañía... Interesadamente, ya han comenzado a publicarse comentarios que destacan que Fabiola no tendrá más opción que despedir a buena parte de ese personal.

La discutible actuación de la española y sus elevados emolumentos públicos debilitan casi el único pilar hasta ahora intacto de la controvertida realeza belga. Aunque la monarquía es uno de los pocos elementos que sirven de unión a este fragmentado país, sus actuaciones distan de ser ejemplares. El rey Alberto tuvo que reconocer en 1999, que tenía una hija ilegítima, un elemento que socavó la ya deteriorada imagen de matrimonio feliz con Paola. El personaje más díscolo de la familia es el hijo más pequeño de la pareja, Laurent, envuelto en numerosos escándalos y acusado de maltrato por una exnovia. El último en sumarse a esta panoplia de controversias ha sido el propio heredero, Felipe, cuya sexualidad cuestionó el año pasado el periodista Fréderic Deborsu al relatar en un libro sus presuntos amores con el conde Thomas de Marchant.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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