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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La guerra por Marita

La 'madre coraje' argentina pierde el caso frente a los presuntos secuestradores de su hija, pero ha liberado a más de cien esclavas sexuales

SOLEDAD CALÉS

Susana Trimarco ha perdido una batalla importante, pero no la guerra. Esta mujer argentina que ha dedicado los últimos 10 años de su vida a buscar a su hija, desaparecida en abril de 2002, cuando contaba 23 años, vio el martes pasado cómo se derrumbaba su gran apuesta porque el peso de la justicia cayera sobre los presuntos secuestradores de su hija Marita Verón. Un tribunal formado por tres jueces absolvió a los 13 acusados de participar en una red mafiosa de explotación sexual al no encontrar pruebas suficientes de que ellos hubieran raptado a Marita.

Frente a las protestas del público, que abroncó al tribunal hasta el punto de impedirle que leyera los razonamientos de la sentencia, Susana Trimarco no derramó una sola lágrima. Aseguraba que fueron los mafiosos quienes la han convertido en una mujer fría. Diez años de pelea, incluidas peligrosas incursiones en el mundo de la prostitución forzada, otorgan, además, a sus declaraciones de principios de este año el cariz de la amenaza: “Así como yo no tengo paz, tampoco ellos la van a tener”.

Difícil saber a estas alturas si Susana Trimarco tendrá coraje suficiente para seguir buscando a su hija. En el camino han quedado muchas expectativas y la vida de su propio esposo, que, víctima de la depresión, murió hace dos años. Porque aunque el revés judicial haya sido duro, lo cierto es que esta madre coraje argentina no ha perdido la guerra. Su empeño ha sido ya un éxito en cierto modo. Hasta que esta mujer de Tucumán no inició su lucha, la sociedad argentina desconocía el alcance y la miseria de las redes de prostitución forzada que se nutren de chicas jóvenes —muchas de ellas menores— que, si sobreviven, acaban convertidas en esclavas sexuales.

Puede que Marita Verón, que ahora tendrá 33 años, no sea rescatada nunca. Pero también puede que la movilización social impulsada por su madre acabe dando con ella. Y, si está viva, quizá algún día sepa que la gran Trimarco, su madre, abrió los ojos a la sociedad sobre este repugnante negocio criminal y se entere de que la fundación que su progenitora erigió ha liberado ya a más de 100 mujeres que un día tuvieron la desgracia de caer en una de estas redes mafiosas.

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