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Un brindis con el hombre anuncio

Francisco Rivera Ordóñez cambia su condición de torero por la de empresario y reclamo publicitario Lo abordamos ejerciendo de estrella en el acto promocional de una marca de champán

Luis Gómez
Francisco Rivera Ordóñez, brindando con champán el pasado miércoles en Madrid.
Francisco Rivera Ordóñez, brindando con champán el pasado miércoles en Madrid.SAMUEL SÁNCHEZ

No era una hora muy taurina. Su presencia estaba prevista para las 12 horas del día 12 del mes 12 del año 12 de este siglo, una conjunción que no volverá a producirse hasta 3001. Todo parecía muy bien encajado para que la casa Moët & Chandon presentara en ese preciso momento, como a una estrella, a Francisco Rivera Ordóñez, un hombre extremadamente atractivo por lo que se deduce de su condición de torero, de aristócrata a tiempo parcial (fue duque de Montoro durante su matrimonio), de empresario en tiempos revueltos, de hombre anuncio y, podríamos decir también, de objeto de prensa rosa, una especialidad esta última que no siempre se elige y que termina contaminando todo lo demás.

Rivera Ordóñez había sido contratado por Moët como padrino (o embajador, las denominaciones bailan en este caso) de su Vintage 2004, una añada que quiere publicitar para estas Navidades de recortes generalizados. Sea oportuno o no este lanzamiento, Rivera Ordóñez es un personaje sobradamente conocido que despierta, según los expertos de la firma, “una imagen limpia”. Y a Rivera le tocó hacer la presentación, que consistió en un acto muy sencillo: una sesión fotográfica, algunas entrevistas pactadas, un brindis y una conferencia de prensa. ¿Motivo? Ninguno. Aunque la prensa tenía instrucciones de que el hombre no deseaba preguntas sobre su vida privada, no había otro interés que el microcosmos Rivera-Ordóñez-Pantoja. Digámoslo claro. Ahí estaba el truco: Moët buscaba algo más popular para difundir su champán en este momento incierto.

Así que ciertos detalles quedaron al margen. Por ejemplo, que el acto comenzara tarde (así que la conjunción cósmica se rompió). O que la enóloga Elise Losfelt interpretara su papel de tímida mujer al lado de tanta fiera. Ella simuló candidez, se disculpó por su acento afrancesado y pasó a calificar Vintage 2004 como “elegante, refinado y voluptuoso”. ¿Cómo se explica que un champán es voluptuoso? Pues, a decir de Elise Losfelt, porque “después de siete años de maduración desarrolla un volumen importante en boca”. Dicho esto, apareció la estrella y la canalla se lanzó a hacer fotos.

Así que llegó el momento de la verdad cuando Rivera Ordóñez tomó el micro para responder a las preguntas de los periodistas, entre los cuales había algunos de reconocida fiereza, parece ser. El torero vestía muy clásico, de azul ejecutivo.

Siendo las respuestas más bien evasivas (en este espectáculo es el torero el que corre peligro), puede ser interesante poner la atención sobre la profundidad de las preguntas, a modo de itinerario orientativo. Las seis primeras fueron así: “¿Cómo pasarás estas Navidades?”. “¿Cómo valoras 2012?”. “Te has comprado casa en Sevilla, ¿es para ti y para tu hija?”. “¿Por quién vas a brindar por 2013?”. “¿Está la reconciliación con Eugenia entre tus propósitos para 2013?”. “Se ha marchado parte de tu familia materna [hace unos meses murió su tía Belén], ¿habrá en estas fechas un recuerdo para ellos?”.

Llegó una pregunta trampa: ¿brindarías con cava en Cataluña? “Uf, eso es demasiado política para mí…", respondió. “Pero, vamos, no se puede comparar el champán con el cava”

Todo discurrió con normalidad hasta que llegó una pregunta trampa: ¿brindarías con cava en Cataluña? La respuesta inicial del torero parecía suficiente sin ser del todo habilidosa: “Uf, eso es demasiado política para mí…”, contestó, y quiso rematar con otra frase para quedar bien con el patrocinador sin darse cuenta de la proximidad de un charco. “Pero, vamos, no se puede comparar el champán con el cava”. Quedó bien con Moët Chandon, pero mal con Cataluña.

Y todo siguió igual. “¿Planes de boda para 2013?”. “¿Qué vas a comer en Navidad?”. “¿A quién se parece el sobrino [hijo de Jessica Bueno y su hermanísimo Francisco Rivera Pantoja]?”. “¿Es Rivera o Pantoja?” (pregunta esta muy celebrada por la concurrencia). “¿Te has cortado la coleta en otros campos?”. “Es demasiado profunda la pregunta”, respondió la estrella, siempre con una sonrisa, muy en su papel publicitario.

Fuera de juego quedaron aspectos más interesantes de un hombre de 38 años que ha dado 17 de ellos al toreo y que ahora anda metido en muchos negocios a un mismo tiempo: invierte en bodegas, en chatarrería, en hostelería, en asuntos inmobiliarios. “Soy un hombre inquieto, y me considero un emprendedor”, dice en los dos minutos que dedicó a EL PAÍS. “Voy invirtiendo en lo que surge, pero siempre en inversiones a largo plazo. No busco el pelotazo. Estudio las ideas que van surgiendo”. Rivera Ordóñez se atribuye, además, la última palabra frente a sus asesores: “La decisión sobre dónde me meto la tomo yo, y las decisiones que se toman donde ya estoy metido… pues también las tomo yo”. A pesar de tanta diversificación, Rivera Ordóñez inclina todas sus preferencias por el mundo taurino: “Mis inclinaciones van por el mundo del toro. Siempre estaré ligado a ese mundo”, y pone como ejemplo la gestión de la plaza de Ronda y el asesoramiento de la carrera del novillero Tomás Campos, que, advierte, “hará mucho ruido”. ¿Gestiona también su carrera como marca, como hombre anuncio? “Es lo que llevo peor, me da vergüenza. No sé venderme. En eso sí que me ayuda una empresa, una agencia”.

Hijo de Paquirri, nieto de Antonio Ordóñez, sobrino de Luis Miguel Dominguín y bisnieto de Cayetano Ordóñez, El Niño de la Palma, aquel de quien el legendario cronista Corrochano dijo en su día: “es de Ronda y se llama Cayetano”, frase muy celebrada entre los taurinos no se sabe muy bien por qué. Con esos orígenes y todo lo que vino después (Isabel Pantoja, Eugenia Martínez de Irujo, una boda, un divorcio, una custodia en litigio, nuevos romances), se entiende que Rivera Ordóñez sea un personaje condenado a perpetua popularidad. De eso saca provecho. Y hasta Moët & Chandon paga por ello.

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