_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La sombra

Tal vez el 15-M es en plena crisis nuestro Mayo del 68, el que fermenta las uvas de la ira española

Manuel Vicent

Una masiva y hasta ahora pacífica rebelión se está desarrollando ante nuestros ojos. Nadie conoce la mano que en la sombra mueve los hilos y que a la hora de asaltar la calle pone de acuerdo a médicos, jueces, funcionarios, profesores, estudiantes, pensionistas, discapacitados y gente anónima en el paro, que se suma a las pancartas desde las aceras. Nadie acierta a descubrir dónde se encuentra el embrión de esta cólera colectiva.

Una mujer, alto cargo de Sanidad, recién salida de la peluquería con el pelo cardado, collar de perlas y blusa de seda, ha dicho que la crisis obliga al Gobierno a tratar con quimioterapia el cuerpo enfermo de nuestra economía. La quimioterapia es un tratamiento de choque, que destruye bacterias, virus, hongos y células cancerosas, con efectos secundarios muy dolorosos. La metáfora es de una crueldad extrema, puesto que equipara a los individuos más débiles de la sociedad, parados y pensionistas, con las células malignas que habría que eliminar para que vuelva el bienestar al país. Pero más allá de la crisis económica, el foco de esta epidemia parece ser de otra índole. Está en todas y en ninguna parte, como sucedió en el Mayo del 68, que no fue una revolución social, sino la llamarada estética de una rebeldía juvenil, producto del cansancio de unas formas ya gastadas. La llamarada duró apenas un mes, lo suficiente para que se derrumbara el Viejo Mundo.

El joven del Mayo del 68 se enfrentó al padre, al maestro, al político, al clérigo y les gritó a la cara: no quiero ser como tú, rechazo tu cátedra, me repugnan tus leyes, no creo en tu Iglesia. Seré yo quien fabrique a mis dioses, elija a mis profetas, cree mis propios mitos y los celebre con mis ritos. Aquella rebelión inauguró una forma distinta de vivir, de amar, de crear, de morir. Tal vez el 15-M es nuestro Mayo del 68, el que fermenta las uvas de la ira española. Es un poder sin estructura ni jerarquía, una energía volátil y consistente, invisible e inmanente como un flujo que todo lo impregna. Habrá que imaginar que nada será igual después de esta crisis. Nada se tendrá en pie sin que esta rebeldía difusa de los jóvenes cree una nueva moral, otra justicia, un nuevo estilo de vida.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_