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Trierweiler pide perdón por su tuit y renuncia a su trabajo en televisión

La primera dama francesa dice que no se dio cuenta de que "ya no era una simple ciudadana".

Valérie Trierweiler el pasado 1 de octubre, en la Semana de la Moda de París.
Valérie Trierweiler el pasado 1 de octubre, en la Semana de la Moda de París.CORDON PRESS

"Todavía no me había dado cuenta de que ya no era una simple ciudadana". Este es el mea culpa de Valérie Trierweiler, la compañera del presidente francés, Françóis Hollande, en una entrevista al regional Ouest-France. Se refiere al tuit que envió en mayo pasado, en el que daba su apoyo a Olivier Falorni, un socialista disidente que finalmente dejó sin su escaño de diputada a Ségolène Royal, expareja de Hollande y madre de sus cuatro hijos, en las pasadas elecciones legislativas.

Han pasado tres meses y medio desde aquello, y la primera dama ha salido de un largo e incómodo silencio para calificar como un "error" su mensaje de apoyo a Falorni. "Lo siento", declara. "Estuve desacertada porque el asunto se malinterpretó. Todavía no me había dado cuenta de que ya no era una ciudadana más. No volverá a suceder. François y yo nos dijimos: ¡Es un asunto privado y debe seguir siendo privado!".

Trierweiler cree, en todo caso, que el asunto fue exagerado por la prensa. "Algunos periodistas reconocen hoy que le dieron demasiada importancia", dice. El tuit generó una tormenta mediática y política. Incluso el apocado primer ministro, Jean-Marc Ayrault, salió a la palestra para decir: "Cada uno debe estar en su sitio". Royal, compañera de Hollande durante 30 años, hasta que la reportera de Paris-Match se cruzó en su camino, se declaró "apenada", y describió a la primera dama como "un factor de inestabilidad". Hollande trató de apaciguar las cosas en televisión diciendo que había advertido a sus íntimos que "los asuntos privados se arreglan en privado".

Desde entonces, la periodista se mantuvo primero desaparecida de la escena -salía borrosa en las fotos del Elíseo, de tan lejos como se situaba-, y después en un segundo plano absoluto, durante el cual prácticamente no ha abierto la boca salvo para exigir respeto a las revistas que publicaron sus fotos en bikini este verano.

Ahora, tras cumplir con sus votos de silencio e invisibilidad, la primera dama ha esbozado su regreso a finales de septiembre: primero convirtiéndose en embajadora de la Fundación Danielle Mitterrand (la difunta mujer del mentor y modelo político de Hollande), y luego acompañando a su hombre a la reunión de Naciones Unidas en Nueva York -allí estaba también Royal, que no se llegó a cruzar con el presidente-- y a la inauguración del pabellón de arte islámico del Louvre.

La última escaramuza profesional de Trierweiler, su anunciada negociación con Canal Plus Francia para presentar un programa en D8, la nueva cadena del grupo afín a los socialistas, ha acabado en nada. La primera dama ha renunciado al proyecto, de manera que mantendrá su puesto de cronista literaria en Paris-Match.

Tras estos meses de adaptación, las encuestas reflejan que la periodista no ha sabido ganarse el aprecio de los franceses. Solo el 29% tiene una opinión positiva de la primera dama, frente al 69% que dice tener mala o muy mala opinión (24%). Además, un 40% estima que la vida privada del presidente tiene un efecto negativo sobre su imagen. Pero esta última afirmación seguramente solo depende en un 50% de Trierweiler.

 

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