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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las caras viviendas sociales

La crisis ha dado la vuelta a la situación. Ahora, en muchas provincias del país, los pisos protegidos cuestan más que los de precio libre

MARCOS BALFAGÓN

Que la vida da muchas vueltas es una obviedad que se confirma cada poco tiempo. Hace solo cinco años, una ministra llamada María Antonia Trujillo, cuya cartera estaba dedicada exclusivamente a la vivienda, sacaba adelante una Ley del Suelo que obligaba a reservar el 30% de la superficie urbanizable a la construcción de casas protegidas. Entonces se daba por sentado que tales políticas eran tan sociales como imprescindibles para resolver un problema evidente de dificultad para acceder a una vivienda. Pues bien, ahora resulta que ya en 11 provincias españolas cuesta más una protegida que una libre de segunda mano y en Castilla-La Mancha el precio medio del conjunto de las viviendas libres —tanto de primera como de segunda mano— también está por debajo de la media de los pisos sociales.

La tendencia a recortar distancias entre los precios de un sector y el otro sigue imparable en todo el país por el dramático descenso de los precios de la vivienda libre.

Bien lejos quedan aquellos tiempos en los que los constructores se resistían a participar en promociones públicas. Decían que no les salía a cuenta por el bajo precio de los módulos que imponían las Administraciones.

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Muchos suspirarían ahora por recuperar su actividad y estar en tales construcciones incluso aunque tuvieran que tomar parte en aquella propuesta de minipisos de menos de 30 metros cuadrados que tanta polvareda levantó en su momento. Pero el sector vive un parón sin precedentes: no hay liquidez crediticia y con una tasa de desempleo que roza el 25% no hay demanda inmobiliaria. Los datos oficiales demuestran que, mientras que los precios de la vivienda libre se han adaptado a la nueva realidad —¡qué remedio!—, los de las casas sociales apenas se han reducido.

Para todos aquellos que cargan las tintas contra los políticos buscando culpables de esta larga crisis, pueden ver el lado positivo de este fenómeno que vendría a demostrar que, tal como están las cosas, España puede prescindir de una de las políticas públicas que más han compartido Gobiernos de todos los colores: la de la vivienda. Con que se ocupen del paro y de la liquidez hipotecaria es suficiente.

¡Casi nada!

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