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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Cosas de niños

"Las damas de la Casa del Rey dan la cara. Son el elenco femenino que explica los actos de los protagonistas, que siempre son hombres, incluso niños"

Boris Izaguirre
La reina Sofía y la infanta Elena abandonan la clínica Quirón en Pozuelo tras visitar a Felipe Juan Froilán.
La reina Sofía y la infanta Elena abandonan la clínica Quirón en Pozuelo tras visitar a Felipe Juan Froilán.CARLOS ROSILLO

Una vez más tenemos que agradecerle a la familia real su inmejorable disposición para proveernos de nuevos contenidos en estos atribulados días. El disparo aristocrático y accidental en el pie derecho del nietísimo Felipe Juan Froilán, que todos conocen como Froilán el travieso, le ha disparado al cielo de Twitter. Ha vuelto a poner a tiro la palabra metatarso, más propia de los futbolistas y bailarines, y también nos ha ofrecido unas tranquilizadoras imágenes de la Reina y su hija mayor, madre del autodisparado infante, saliendo de la clínica donde convalece el pequeño cazador. “Son cosas de niños”, declaró la Reina en español, siempre acompañada de la benévola sonrisa de abuela. “Yo no estaba ahí”, sintetizóla Infanta, parapetada detrás de unas sólidas gafas de sol. No eran de cazadora, sino similares a las que visten esas madres hollywoodenses interpretadas por Lana Turner, que buscan desesperadas a sus hijos en la playa sin quitárselas, temerosas de que al hacerlo se enfrenten a una incómoda realidad.

La Reina, armada con su perenne sonrisa conciliadora, consiguió minimizar el accidente doméstico con esa certera frase, “cosas de niños”, desviando así el tiro. Lo agradecemos: vivimos un sobresalto casi permanente desde hace meses. Pero también se despierta una cierta inquietud por este ejercicio de las damas dela Casa del Rey en representar el papel de mujeres que dan la cara para decirnos que, en realidad, no pasa nada. Un elenco femenino que explica los actos de los protagonistas, que siempre son hombres, incluso niños. La infanta ausente en la foto, doña Cristina, es hoy una mujer desconocedora del alcance de las cosas de niños en las que pudiera estar implicado su marido. Al igual que doña Elena, ignoramos si sabía o no que su hijo manipula armas prohibidas para su edad en su ausencia. La Reina quizá no imaginó cuán adecuada sería su frase. No solo lo de su nieto es una cosa de niños, en realidad, mucho de lo que nos pasa parece cosa de niños.

No hay que engatillarse ahora en si el padre de Froilán deberá someterse a las indiscretas opiniones mediáticas sobre su responsabilidad. Quien está en el disparadero es Rajoy, que con su medida de limitar el pago en efectivo de cualquier transacción a 2.500 euros nos obliga a volver a clases de cálculo para saber cómo puede abonarse la posible multa al padre del chaval, que si alcanzara los 3.000 euros tendría que efectuar en dos pagos de 1.500 euros o en tres de solo 1.000.

Y es otra cosa de niños que José Fernando, el hijo adoptivo de Rocío Jurado y José Ortega Cano, saliese disparado en cuanto supo que tenía pasta y edad para gastarla. También durante la Semana Santa mantuvo en vilo el hogar paterno, y después de reconciliarse, el torero, al igual que la Reina, recurrió al tópico de la chiquillada del novillo. Pero José Fernando no ha hecho más que anunciar futuras verónicas en el agitado ruedo familiar. Después del lance ha vuelto a Yerbabuena, sabiendo ahora que las primas, de riesgo, son capaces de fulminar su montón de euros y reducirlo a hierba mala.

La vida no es necesariamente siempre un juego de niños, pero existen coincidencias. Tanto Felipe Juan Froilán como José Fernando fueron inscritos para mejorar su formación, con un poquito de fuerza y sin grandes resultados, en severos colegios de las Islas Británicas. Froilán el travieso llegó a quejarse del frío y lo espartano del ambiente, y su padre lo trajo de nuevo a la soleada España. José Fernando, que es originario de un país ardiente como Colombia, no puso trabas al clima, pero lució rudeza de carácter y se vio involucrado en el típico asunto de puños que transforman las chiquilladas en trastadas masculinas. Teniendo historias como esta en nuestro país, ¿qué necesidad tiene Gerard Mortier, director del Teatro Real, de contratar las agotadoras parrafadas de supuesta alta intelectualidad de Marina Abramovic? La renovación de nuestra alta cultura quizá no esté en el exceso narcisista de esta millonaria artista, sino entre los tiros perdidos de los personajes de nuestra baja cultura. Abramovic cansa tanto como el obispo de Alcalá. El año pasado, cuando la diva llegó a la fiesta posterior al estreno de este delirio performático en Manchester, lo único que encontró fueron bostezos y miradas de odio de los que habíamos sufrido su maratón egocéntrico.

Al menos, para que exista un cierto equilibrio en el corro, la esposa de Diego Torres, el imputado número 2 en el caso Urdangarin, ha decidido igualarse a la infanta Cristina y considerar que su imputación no es válida, porque sabe lo mismo (una mezcla de nada y mucho) que la señora Urdangarin acerca de las cosas de niños de sus maridos en el Instituto Noos. Sin duda, hay que manifestar pena por la disolución del equipo y porque estas dos esposas, la Infanta de Borbón y la esposa de Torres, pierdan aquella amistad de cónyuges de socios. Todo ese tiempo de regatas compartidas, sándwiches de caza menor, pero riquísima, y confidencias sobre el Pilates, todo eso se ha desvanecido. Los niños pueden ser crueles, sus juegos, también.

Así se entiende ese gesto de cómoda tradición machista en el protocolo de muchas mujeres, incluso de la familia real, en el que pueden disfrutar jugando a parecer ingenuas. Otra tradición es que algunos padres aproximen armas a sus hijos porque una vez más, cazar y disparar, son también cosas de niños.

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