La pe con la a
La insistencia de algunos políticos y empresarios en desacreditar la convocatoria del 29-M no puede deberse a la ignorancia, sino a una malevolencia cuidadosamente calibrada
Tengo la costumbre, no sé si buena o mala, de hablar sola. Repasar mis problemas en voz alta suele ayudarme a encontrar soluciones. Desde hace algún tiempo, sin embargo, hablo sola con el periódico, con la radio, con la televisión, y no me sirve para nada. Sé que esta columna no será mucho más útil pero confío en que, al expresarme en público, logre al fin cerrar la boca.
Señoras Báñez, Cospedal y Sáez de Santamaría, señores de la CEOE y de la CEPYME, señores Mas, Guindos, etc.: la pe con la a, pa. La eme con la a, ma. Y de la misma manera, desde que se fundaron en todo el mundo hace 150 años, la función de los sindicatos consiste ni más ni menos que en hacer política. Las huelgas, las movilizaciones, los manifiestos que sacudieron Europa en la segunda mitad del siglo XIX, respondieron a iniciativas sindicales. Los trabajadores que se agruparon para defender sus intereses entonces, plantaron la semilla de los partidos que se fundaron después.
Como todos ustedes habrán aprobado, como mínimo, el bachiller, supongo que están al corriente de esto. Y estoy segura de que su insistencia en desacreditar la convocatoria del 29-M machacando, una y otra vez, que es una huelga política no se debe a su ignorancia, sino a una malevolencia cuidadosamente calibrada. Permítanme, no obstante, manifestar mi estupor ante las consecuencias de semejante estrategia. Ya sé que no vivimos buenos tiempos para la reflexión, pero es sintomático que nuestros ministros recurran al adjetivo “político” para intentar desprestigiar una movilización legítima. No se trata sólo de que cualquier llamada a la resistencia cívica frente a una ley tan decisiva como la reforma laboral sea, por su propia naturaleza, política. Lo más grave es que el poder esté en manos de quienes denigran con tanta ligereza la función para la que han sido elegidos.
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