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Columna
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Inactual

El periódico que el ciudadano compra en el quiosco es un gesto ideológico que lo delata. No sucede así con la tableta digital

Manuel Vicent

Cualquiera que lleve hoy un periódico bajo el brazo no es que esté mal informado, pero da la sensación de estar viviendo la realidad del día anterior. Simplemente se trata de un ciudadano que parece andar fuera tiempo, como si usara un reloj de marca, un poco anticuado, que se retrasa varias horas cada noche. Aparte de eso, el periódico que uno lleva bajo el brazo define ideológicamente al lector. Uno se delata en el quiosco cada mañana. Así sucedía también cuando en la República cada diario era el estandarte de una bandería política, de la lucha de clases, incluso de un pensamiento religioso o anticlerical. Durante la larga ceniza de la postguerra el periódico llegaba al pueblo en el renqueante autobús de línea o en el correo ordinario, solo unos pocos ejemplares, que leía gente muy significada, el farmacéutico, el médico, algún señor propietario, el clásico liberal autodidacta represaliado, un empleado de banco, el secretario del ayuntamiento. Sobre un velador del café y en la barbería quedaba el diario deportivo un poco grasiento después de haber pasado de mano en mano. Durante el franquismo no se leía el periódico para enterarse de algo. Con el acto reflejo de pasar las hojas mojando con saliva la yema del índice, se echaba la vista encima de una consigna patriótica, de la inauguración de un pantano, del discurso de cualquier jerarca del Movimiento, de los baches del municipio, todo molido por la censura, uniforme, tedioso y empastado de tinta. Al llegar la democracia la prensa escrita se adaptó a la libertad y cada diario de acomodó de nuevo a la manera de ser y de pensar de sus lectores. Pero con la revolución digital hoy la prensa de papel siempre es la de ayer y encima el periódico progresista, conservador, reaccionario o amarillo que el ciudadano compra en el quiosco es un gesto ideológico que lo delata. No sucede así con la tableta digital. Picoteando en el teclado del portátil con los dedos en el metro, en el tren, en una terraza al sol, nadie a tu lado puede saber si eres de derechas o de izquierdas. Leer el periódico de papel se va a convertir en el futuro en una exquisitez para estetas. Mientras todas las noticias en el digital son ya las de mañana, tampoco está tan mal ser un ciudadano elegantemente inactual.

 

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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