75 años negociando con billetes de mentira

Si usted algún día ha sido un sombrero de copa, una plancha o una carretilla a escala diminuta, fácil que haya sentido en sus plásticas carnes la experiencia de pasearse por la Gran Vía y comprársela entera, así, a toca teja, por el módico precio de 320 millones de billetes falsos. O quizás, antes de que el euro cambiase los valores numéricos de los precios, ya había experimentado la descarga de adrenalina capitalista cuando la calle costaba 32.000 millones de otra moneda sin curso legal, con la que cualquiera adquiría vías, estaciones o avenidas de lujo. Sin contemplaciones. El fraude, a lo sumo, suponía una pena carcelaria de tres turnos de duración. Y es que el poder adquisitivo a escala Rockefeller está al alcance del bolsillo de cualquiera cuando uno juega al Monopoly , el internacional juego de mesa que cumple tres cuartos de siglo y que desde los años 40 también comercia con las calles de Madrid, donde comenzó su exitosa andadura bajo el nombre de El Palé. Habitantes de 111 países del mundo ya han jugado a ser auténticos magnates. Desde ayer, y hasta el domingo, los capitalinos pueden disfrutar la exposición del mítico entretenimiento en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Corría el año 1933 cuado Charles Darrow, un ciudadano estadounidense, construyó un tablero en un mantel en el que representó las calles de Atlantic City, en Nueva Jersey (EE.UU). Las fichas eran de madera y el dinero eran las cuentas del collar de su propia esposa. El invento enganchaba a los más cercanos, aunque no fue hasta 1935 cuando la empresa Parker Brothers se convenció de que el producto sería rentable. 75 años después, Monopoly ha vendido más de 275 millones de ejemplares por todo el mundo, ha sido traducido a 43 idiomas y se han creado decenas de versiones en cada país. Desde versiones clásicas, pasando por ediciones de diferentes ciudades a petición de los consumidores, hasta números especiales como el de la serie televisiva los Simpsons, el del grupo musical los Beatles o el del mismísimo ídolo infantil Bob Esponja. Hasta existe un tablero en braille.

La marca que comercializa el producto en España, Hasbro, expone hasta este domingo 25 unidades de diferentes ediciones aportadas por colecciones particulares que han conservado los juegos durante décadas. Y es que el tablero del hombre de la chistera sigue triunfando. El actual estigma de la especulación inmobiliaria parece no haber afectado al terreno lúdico. "Vendemos más que nunca. Unas 300.000 unidades en España el último año", asegura María Pertegaz, responsable de marketing de Hasbro.

Tan extendido y popular ha resultado el invento de Darrow, que incluso para hacer nuevas ediciones, como la de ciudades españolas, o la mundial, el público participó por Internet para seleccionar los lugares que aparecerían en el tablero. En esa, Madrid se quedó fuera. Suerte que Pinto y Móstoles mantuvieran la presencia regional gracias a los votos de sus oriundos.

El juego ha tocado todos los palos. Incluso triunfa como producto electrónico desde los años 80. Tanta historia tiene el decano pasatiempo, que hasta puede contar batallitas de guerra. En 1941, durante la segunda Guerra Mundial, Reino Unido creó en secreto una edición especial que enviaba a los prisioneros capturados por los nazis en la que introducía mapas, brújulas, dinero real y otros artículos útiles para escapar.

Hasbro además aprovecha la exposición para presentar su última edición, Monopoly Revolution. El clásico tablero cuadrado se redondea y el mítico dinero del Monoply deja de existir. El hombre de la chistera, al fin, se pasa a la tarjeta de crédito.