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La cuenta atrás definitiva para el fin de la calefacción central

En un año, todas las instalaciones comunitarias deberán contar con dispositivos que permitan facturar el consumo de manera individual

El técnico Mario Alberto Herrera, de 38 años, instala un contador en un radiador, el pasado jueves en Madrid.
El técnico Mario Alberto Herrera, de 38 años, instala un contador en un radiador, el pasado jueves en Madrid.Aitor Sol
José Luis Aranda

“Aquí la calefacción central funciona muy bien”, cuenta Eva Bargueño, de 56 años y vecina del barrio de Pacífico en Madrid. Aunque a continuación añade un detalle que hace pensar que quizás el sistema no sea tan bueno: “Alguna tarde, si hace mucho calor, tengo que abrir un poquito la ventana y luego la cierro”. Bargueño muestra unos aparatitos que le acaban de instalar en los tres radiadores de su ático, apagados en un día en que la calefacción ya comienza a sobrar en la capital. Se trata de repartidores individuales de costes y los estrenará el próximo otoño. A partir de entonces, cada piso pagará por separado el calor que consuma. Una medida ordenada por Bruselas en 2012, a la que España llega tarde y que encara ya su recta final. Salvo causa justificada, las calefacciones centrales pasarán a la historia dentro de un año: el 1 de mayo de 2023.

Hasta entonces queda un intenso proceso de adaptación. Ante la amenaza de una multa europea, el Gobierno aprobó la medida por real decreto en agosto de 2020. La norma estableció un calendario progresivo: en las zonas más frías, desde este mes de mayo las comunidades con calefacción central sin sistemas para repartir el consumo se arriesgan ya a sanciones que van de los 1.000 a los 10.000 euros. La obligación se extenderá en octubre a un gran número de ciudades (Madrid y Zaragoza, entre otras) y acabará la próxima primavera con los municipios de la zona climática C, que engloba casi toda la cornisa cantábrica y de la que también forma parte Barcelona. Las zonas A, B y alfa (casi todo el litoral mediterráneo, el valle del Guadalquivir y las islas), quedan exentas. La patronal de empresas instaladoras de repartidores de consumo, AERCCA, calcula que 1,6 millones de hogares en España debían adaptarse y solo 250.000 han dado ya el paso. Es decir, quedan 1,3 millones de casas y un año por delante.

Ignacio Abati es presidente de esa patronal, que engloba a una quincena de compañías, y resume el sentir del sector. “Hemos notado mucha más actividad, pero esperábamos y estábamos preparados para mucho más”, afirma. Abati cree que ni los costes ni el proceso justifican la tardanza de muchos en actuar. La instalación es sencilla y, en las modalidades más básicas, puede costar unos 150 euros por vivienda (o 6 euros al mes, si se opta por la modalidad de alquiler). Por eso considera que “el problema es más de comunicación, de que la gente sea consciente de que esto es probablemente la solución de eficiencia energética más rentable de todas”.

Tradicionalmente, los gastos de la calefacción central se han dividido entre todos los vecinos en las cuotas de comunidad. La eficacia de la nueva medida se basa en que, al pasar la factura a cada hogar en función de su consumo, el uso se racionaliza. Salvador Díez Lloris, presidente del Consejo General de Administradores de Finca, avala la teoría. “Se ahorra, en lo que he podido comprobar, en torno a un 15% o un 20%”, asegura. Algunos estudios europeos elevan el porcentaje hasta el 30%. No es un dato baladí porque la norma excluye a las comunidades que demuestren que la instalación no se amortiza con los ahorros en cuatro años. AERCCA considera que la excepción no afecta a más del 5% de los edificios con calefacción central y, para evitar la pillería, el Ministerio para la Transición Ecológica publicó una nota aclaratoria en la que detallaba cómo se acredita esa circunstancia.

Un asunto “sensible”

Pero Díez Lloris explica que tomar algunas decisiones no es fácil en según qué vecindarios. “La calefacción central siempre es un servicio sensible”, apunta el administrador, quien recuerda que, además, “los últimos meses han coincidido con un periodo complicado por los precios de la energía”. Los costes de calefacción, detalla, se han multiplicado hasta por cuatro en algunas escaleras, aunque “está afectando menos precisamente donde ya tienen contadores individuales”.

En teoría, la carestía del gas y el gasóleo deberían animar a las comunidades a dar el paso. Pero en la práctica se traduce en que antes tendrán que solucionar el problema de la factura del último invierno, que en muchos casos conllevará inevitablemente una derrama. En la inmobiliaria Fincas Blanco apuntan al mismo problema. “Hay una diferencia muy grande entre las comunidades que tienen fondos acumulados y las que no”, señala Mercedes Blanco, quien dirige la unidad de la compañía dedicada a la administración de fincas y cree que es un buen momento para plantear otro tipo de reformas por las ayudas de los fondos europeos de recuperación. “Cuando propones una inversión de cara al ahorro energético y tiene un coste bajo, todo el mundo está más receptivo”, añade.

Bargueño, la vecina de Madrid, no sabe lo que ha costado la instalación. Es inquilina y no tiene claro cómo pagará la factura, porque la calefacción hasta ahora la cubría su casero, pero muestra un radiador que gotea: “Ahora tendré una excusa para que me lo cambien”. Ocho pisos más abajo trabaja a esa hora Mario Alberto Herrera, de 38 años. Es instalador de ISTA, la multinacional alemana que lidera el sector en España. Clic, clac. En menos de un minuto, pone un aparato en un radiador. Luego lo registra con una tableta. Es la opción más sencilla. Una vez instalados e identificados todos los radiadores de una casa, la empresa ya puede individualizar el consumo del domicilio. “Son unos 20 minutos por vivienda, aunque no es lo mismo una casa con cinco radiadores que una con 25, que también las hay”, aclara. Para este edificio con más de 100 puertas, han venido varios compañeros y les llevará al menos dos días.

Un ajetreo para Paco Otero, de 54 años y portero de la comunidad. Muchas personas han intentado dejarle las llaves para que abra la puerta a los técnicos, a lo que se ha negado. Y entre quienes no se han enterado, pese a los carteles que anuncian los trabajos en el portal, al menos cuatro han bajado ya a preguntarle. “La gente tiene miedo porque sabe que hay muchas estafas en las casas”, cuenta, “unos vecinos incluso me hicieron subir con ellos a su casa durante toda la instalación porque no se fiaban”.

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Sobre la firma

José Luis Aranda
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS, diario donde entró a trabajar en 2008. Escribe habitualmente sobre temas de vivienda y referentes al sector inmobiliario. Es licenciado en Historia por la Universitat de València y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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