La autopista por la que se viaja a 11 km/h
El gas llega desde Argelia hasta la Península a través de 1.400 kilómetros de tuberías que acaban de cumplir 20 años
Una autopista de chapa de acero de 1.430 kilómetros une el yacimiento gasístico de Hassi R’Mel, en pleno desierto argelino, con Córdoba. El gas, a 11 km/h, atraviesa Marruecos, se sumerge en el estrecho de Gibraltar y termina en la ciudad andaluza. Desde allí los gasoductos se extienden como una tela de araña para repartir el gas por la Península y hacia Europa. En noviembre pasado esa superconducción gasista, a la que en principio se llamó gasoducto Magreb-Europa, cumplió 20 años, aunque el proyecto empezó seis años antes, en 1990, durante las negociaciones para diversificar las provisiones de gas a España y Europa y unificar las estructuras de aprovisionamiento con Portugal.
Desde el año 2000, parte de ese gasoducto (el tramo argelino) lleva otro nombre, el de Pere Durán Farell, el presidente en aquel momento de Gas Natural Fenosa, una de las impulsoras del proyecto y accionista de EMPL (Europe Maghreb Pipeline Limited) (con el 77,2%) y Metragaz (76,68%), las compañías encargadas de la gestión del gasoducto a su paso por Marruecos. José Luis Munuera, responsable de Operaciones de Upstream de Gas Natural Fenosa, se incorporó al proyecto en la última fase de construcción. Recuerda su llegada a Marruecos en 1996: “Era la primera vez que viajaba al país y el choque cultural fue muy intenso: los colores, los olores, los sabores, la forma de trabajar, de pensar, las costumbres. Fue un tiempo maravilloso”.
Munuera, que se desligó del proyecto poco después, aterrizó en Tánger recién comenzado el Ramadán y, mientras intentaban ahormar los obstáculos del idioma —casi nadie hablaba español, por lo que comenzaron a trabajar en francés—, se amoldaron a los tiempos de comidas y bebidas de los trabajadores marroquíes. Una de las primeras reuniones, en unas oficinas que habían alquilado en el Boulevard Pasteur en Tánger, tuvo como mesa una puerta de obra sobre unos cuantos bidones y unos botes de pintura como asientos: “Allí nos fuimos haciendo con el proyecto, desde los técnicos hasta el personal de operaciones, mantenimiento, dispatching o ingenieros”. Munuera se quedó allí tres años, junto a su familia, y, de todos los países por los que ha ido pasando durante las dos últimas décadas, recuerda que fue Marruecos de donde fue más difícil “arrancar” a sus hijos.
Un proyecto lleno de récords
Aquel proyecto, explica Munuera, fue un reto. “Cruzar el Estrecho fue lo más complicado de todo, pero se hizo”. En aquel momento, Ignacio Martínez, director general de EMPL, aseguró que ninguna obra de ese tipo se había enfrentado a esas condiciones: “A corrientes tan intensas ni a trechos tan largos, de 400 metros de profundidad, ni a fondos rocosos tan abruptos”. Aquel tramo pudo haberse convertido en una pesadilla, sin embargo fue una obra internacional repleta de récords y desafíos de ingeniería.
Aunque la parte más tecnológica fue la terrestre (enterradas a más de un metro de profundidad y con 1,20 de diámetro, las tuberías están cubiertas de sensores controlados telemáticamente y acompañados de un cable de fibra óptica), en el tramo submarino se llevaron al límite las que podían usarse en aquel momento y tuvo que reducirse el diámetro hasta los 55,8 centímetros.
También fue un desafío todo lo que flotaba alrededor de aquellas 650.000 toneladas de chapa de acero (unas 100 veces el peso de la Torre Eiffel) y 1,5 millones de horas en ingeniería y supervisión de obras. Fue la unión de las dos orillas del Mediterráneo a través de un proyecto complejo y de gran envergadura que se convirtió en la vertebración económica y de cooperación de Argelia, Marruecos, España y Portugal, a la que aludió Pere Durán Farell durante el discurso de inauguración frente a los Reyes de España: "Voy a subrayar muy especialmente su trascendencia estratégica y su potencial sociopolítico y humano, más allá de su considerable magnitud económica, industrial y técnica".
Los tramos
Para poder llevar a cabo aquel mastodonte tubular, hubo que dividirlo en cuatro: el argelino, gestionado por Sonatrach; el marroquí, por EMPL y Metragaz; el portugués, por Transgas, y el español, por Enagás. 575 km por Argelia, 540 km en Marruecos, 45 km bajo el mediterráneo y 270 km hasta Córdoba.
El gasto rondó los 1.700 millones de euros y el combustible que se empleó fue el equivalente al de un turismo dando 36.000 vueltas a la tierra; cuando añadieron los tramos posteriores, desde Córdoba hasta la frontera portuguesa y hasta Tuy, en Galicia, el coste de esos 2.130 kilómetros de tuberías fue de más de 2.200 millones de euros. Desde entonces, esa red metálica ha transportado más de 182 billones de metros cúbicos de gas natural y representa el 30% de lo que se consume anualmente en la Península Ibérica (en 2016 el gas natural que llegó a España a través de esta red de tuberías fue el equivalente a 111.720 gigavatios hora, de los que 70.425 fueron a España y 41.295 a Portugal y Marruecos).
El tramo marroquí I
Tiene 539 kilómetros, desde la frontera con Argelia hasta las playas de Tánger. Resulta clave por su envergadura y complejidad. Marruecos cuenta con dos estaciones de compresión que se encargan de impulsar el gas: la primera, Frontera, a 30 kilómetros de la localidad de Aïn Bénimathar, junto a la frontera con Argelia.
La conexión con Europa
Conecta con el continente europeo a través de Zahara de los Atunes (Tarifa), desde donde fue necesario ampliar 274 km más el tramo terrestre para poder conectar con la posición de Córdoba. Las obras incluyeron, además de las canalizaciones y soterramiento de las tuberías, la construcción de los centros de Mantenimiento de Medina Sidonia y Córdoba, la Unidad de Medida de Tarifa y el sistema de comunicaciones.
En Córdoba, el gasoducto se conecta a la red de gasoductos que recorre la Península Ibérica, conectando por el norte con Francia y el resto de Europa, y al gasoducto de Extremadura que a su vez conecta con la red portuguesa de gasoductos.
El paso del Estrecho
Desde Tánger, el gasoducto llega a la Península Ibérica a través del Estrecho de Gibraltar. La canalización conecta a los dos países mediterráneos mediante un tramo submarino de 47 kilómetros de longitud que requirió una inversión de 138 millones de euros y supuso un desafío tecnológico sin precedentes por las dificultades técnicas del fondo marino, con profundidades de hasta 400 metros: se analizó la morfología del fondo marino, geotecnia, oleaje, corrientes, mareas y vientos.
El tendido de línea submarina se llevó a cabo desde la plataforma flotante Castoro Sei, desde Zahara de los Atunes, a una velocidad de tres kilómetros al día. Dos meses y 350 trabajadores a bordo del Castoro Sei lo hicieron posible junto a ocho barcos de transporte de tubos que acompañaron a esta plataforma flotante.
El tramo marroquí II
La segunda estación, Estrecho, ubicada en una playa a 17 kilómetros de Tánger, donde conecta con el gasoducto submarino que atraviesa el Estrecho de Gibraltar en su tramo final hasta la península.
Esta noticia patrocinada ha sido elaborada por un colaborador de EL PAÍS.
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