La Comisión alerta del riesgo de ‘Brexit’ para la salida de la crisis
Bruselas reclama de nuevo más política fiscal e inversiones públicas a los Veintiocho ante los riesgos que acechan, y cita por primera vez los efectos de una salida de Reino Unido de la UE
La eurozona se ha beneficiado en los últimos tiempos de una excepcional colección de vientos a favor. Y ni aún así consigue que su recuperación sea poco más que modesta. Los bajos precios del petróleo, el tipo de cambio favorable para el euro, las medidas extraordinarias de política monetaria del BCE e incluso un cierto aumento del gasto público asociado a la fuerte entrada de inmigrantes deberían haber permitido un crecimiento del PIB parecido a las salidas de crisis anteriores. Pero esta no es una crisis como las demás.
La Comisión Europea ha empeorado hoy sus previsiones para el conjunto del bloque del euro, que ya eran bastante grises: la eurozona, que acaba de recuperar los niveles de PIB previos a la crisis ocho años después, crecerá el 1,6% este año y el 1,8% el próximo. El paro seguirá por encima del 10% hasta los últimos meses de 2017. La inflación no aparece por ningún lado a pesar de los esfuerzos del BCE, con un estancamiento a la japonesa ya no en el horizonte, sino aquí y ahora.
"El nivel de inversión sigue en depresión y el desempleo es demasiado elevado", se queja el economista jefe de la UE, Marco Buti, en un texto que va de los lamentos a la enumeración de una retahíla de "grandes riesgos". "La incertidumbre alrededor de las previsiones es extraordinariamente elevada: los riesgos son claramente a la baja", dice Buti, que cita "la incertidumbre política, que puede tener ramificaciones en el devenir de la economía". A eso se suman las tensiones geopolíticas en la vecindad de Europa, y la más que probable desaceleración global. Si vienen curvas, Bruselas recomienda a los bancos centrales y al resto de mandarines de la política económica "que estén listos para actuar rápida y decisivamente".
Los riesgos son considerables: la Comisión cita por primera vez el referéndum sobre la pertenencia del Reino Unido a la UE. "Un fracaso a la hora de encontrar soluciones comunes a nivel de la UE a los desafíos comunes de naturaleza económica y no económica podría retrasar la recuperación", apunta el descorazonado redactor de ese informe, que presenta el comisario Pierre Moscovici ante la prensa.
El BCE está empezando a perder la paciencia y su jefe, Mario Draghi, ha declarado que solo la política monetaria ha contribuido a reforzar la frágil recuperación en los últimos años. La Comisión, que ha apoyado sin ambages las exigencias de Berlín con recetas de austeridad generalizadas y la aplicación estricta de las reglas fiscales, ha ido cambiando esa narrativa en favor de una mayor flexibilidad. Falta saber si eso es solo un ardid retórico o si de veras hay algo más en el instrumental de la política económica europea que se receta desde Bruselas. Buti es tajante: "Las políticas fiscales no se han usado lo suficiente". "Varios países podrían sacar ventaja de su margen fiscal para aumentar la inversión, y todos los países deberían aplicar más políticas en favor del crecimiento en lo relativo a los impuestos y el gasto público". La Comisión, en otras palabras, le está pidiendo a Alemania que invierta, pero nunca ha encontrado la manera de obligar a Berlín a gastar más. Fue Olli Rehn, el predecesor de Pierre Moscovici al frente de Asuntos Económicos y Monetarios, quien rebajó el poder coercitivo de Bruselas para con los países con grandes y sostenidos superávits comerciales, que en Alemania y Holanda superan con creces el 8% del PIB y dificultan el ajuste del conjunto de la zona euro. Bruselas repite una y otra vez que Berlín debe contribuir a rebajar esas cifras. Con suma delicadeza, viene diciendo lo mismo desde el arranque de la Gran Crisis. Con la boca pequeña. Extremadamente pequeña.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.