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Reportaje:Estilos

Estanterías en vías de extinción

Los cambios en las viviendas y la irrupción del libro electrónico alteran el diseño de las librerías, que pierden su tradicional protagonismo doméstico

Elsa Fernández-Santos

Pocos rincones de un hogar ofrecen tantos datos (evidentes y secretos) de su dueño como la biblioteca. Las estanterías son ese lugar al que uno se acerca instintivamente cada vez que pisa una casa desconocida en busca de alguna pista sobe las manías, las obsesiones y los gustos de su morador. Son el espejo de su subconsciente, las huellas de su vida. O, al menos, hasta ahora.

La irrupción del libro electrónico supone un cambio no solo en los hábitos de lecturas, sino un cambio en nuestra manera de almacenar, disponer y guardar nuestros libros. Esos compañeros de viaje anotados a los márgenes, que amarillean con los años, que resisten mal las humedades y acumulan demasiado polvo son ya perfectamente prescindibles.

Santiago Miranda: "Vivimos en la esquizofrenia entre lo físico y lo digital"
Eduardo Cárdenas: "Para leer estará el libro digital y el objeto para decorar"

Hace casi un año, el gigante sueco de la decoración democrática, Ikea, anunciaba un cambio de diseño en su modelo de estantería más famoso y vendido: la Billy. Con 50 millones de unidades despachadas en todo el mundo y más de tres décadas de vida, la Billy cambiaba sus hechuras con una nueva versión con más fondo que la original, 39 centímetros frente a los antiguos 28.

El rediseño de Ikea provocó un reportaje en The Economist que asociaba el gesto con los profundos cambios que vivía el negocio editorial y las ventas de libros electrónicos en Estados Unidos. "Nos vimos obligados a desmentir a la publicación", explica Monserrat Biosca, responsable en España de la comunicación de Producto de Ikea. "Nuestra responsable en EE UU tuvo que aclarar que no se trataba de ningún cambio drástico, no tenemos estudios sobre como está afectando el libro digital a la decoración, solo es una oferta más de nuestro producto".

Un oferta, eso sí, que está directamente relacionada con un mayor consumo de libros "grandes" en las casas. Desde su estudio en Londres, Eduardo Cárdenas, apunta hacia cambios evidente en el diseño de estanterías: "Tenemos que mirar a la vivienda de hoy, la vivienda mínima. La estantería acabará siendo un lujo. Dudo de su desaparición, aunque cada vez habrá menos libros de lectura y más libros de arte y catálogos. Para leer estará el libro digital y el libro como objeto estará para decorar". Cárdenas asegura que ya tiene clientes que no quieren ver un solo libro en su casa. "Ni locos, aun teniendo mucho espacio. Es una cuestión ecológica y un cambio de mentalidad".

Nelson Ruiz-Acal, del estudio sueco Cate & Nelson, también detecta el cambio aunque no ve claro el patrón futuro: "Aunque no tengo lector electrónico, tampoco guardo los libros de bolsillo. El libro se va a consumir cada vez menos, no tanto los de fotografía o de arte. La estantería ya no es una librería. Pero igualmente es difícil saber qué pasará: nosotros trabajamos mucho en espacios públicos, para oficinas, y ahí aunque se ha reducido mucho el papel, el documento sigue teniendo peso".

Una convivencia, la del papel con lo digital, que nos aboca a los enigmas de una nueva esquizofrenia. "Esto no es decoración, es emoción", señala desde Milán el veterano diseñador y decorador Santiago Miranda. "Solo sé que los libros que se releen son los que se tienen materialmente. No tiene nada que ver en un sábado de lluvia buscar un libro en tu estantería que en tu ordenador. Son dos experiencias radicalmente opuestas. Internet es más fácil, más útil. Pero es rápido y aburrido. La biblioteca en una sola página. Perfecto para viajar, para llevar la casa a cuestas. No tanto para vivir. Estamos sumidos en una esquizofrenia entre lo físico y lo digital. He visto otras revoluciones de este tipo. Es como cuando llegó el ordenador y nos dijeron fuera armarios, se acabaron los cajones. Finalmente fue agua de borrajas. Ahora nadie dirá que prefiere un libro de papel para no parecer carroza, ¿pero cuántos modernos esconden la mesa camilla de sus abuelos? Vivimos sumidos en una trampa".

En este mundo lleno de contradicciones mientras se hunden cadenas históricas de grandes librerías surgen las bibliotecas a medida de Tatcher Wine, un diseñador cuyos trabajos de encuadernación creativa para personalizar con colores o dibujos bibliotecas de miles de volúmenes, se ha puesto de moda en las mejores casas de Manhattan.

Al final, apunta Miranda, lo único que cambia es el deseo. La profesora de literatura Leah Price, autora del libro Unpacking my library: writers and their books (título que evoca la frase con la que Walter Benjamin tituló uno de sus más célebres ensayos) cuenta cómo, de adolescente, cuando trabajaba de canguro lo primero que hacía en la casa vacía no era lanzarse a la nevera sino a las estanterías de los padres. Aquellas casas ya nunca más serán un libro abierto.

MARCOS BALFAGÓN

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’
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