Una ciudad renovada y con las arcas vacías
Gallardón ha cambiado el tejido urbano y la personalidad de Madrid a costa de una deuda de 6.348 millones
Los adornos navideños laicos. El soterramiento de la M-30. El concierto veraniego de Daniel Barenboim. La peatonalización de la calle del Arenal y de las plazas de Callao y de la Luna. Matadero y el Conde Duque. El traslado de la sede municipal al Palacio de Cibeles. La reforma frustrada del eje Prado-Recoletos. La ampliación de aceras en Serrano. Los estanques de tormenta. Madrid Río. La cesión del metro a la Comunidad. Los túneles que enterraron el tráfico en media ciudad. Una ambiciosa política social (mientras duró el dinero). Madrid 2012. Madrid 2016. Madrid 2020. La parlamentarización de la política municipal. La nacionalización de la política municipal. Su guerra con Esperanza Aguirre...
Faltan páginas para resumir las acciones urbanísticas y políticas de Alberto Ruiz-Gallardón al frente de la alcaldía (2003-2011). Pero hay que mencionar también el coste que han tenido para las arcas públicas. Heredó una ciudad con la presión fiscal bajo mínimos (en el puesto 48º de las principales ciudades) y una deuda de 1.441 millones. Deja 6.348 millones de deuda, más casi 900 en facturas pendientes. Y subidas de impuestos (o nuevas tasas) que han elevado Madrid al puesto 24º en presión fiscal. Esta es, para bien o mal, su herencia:
- Movilidad y calidad del aire. El alcalde ha peatonalizado calles, ha cerrado al coche barrios enteros, ha sembrado la ciudad de parquímetros... ¿Podría haber hecho más? Tal vez. La capital ha perdido la lucha contra la contaminación. En 2010, las recomendaciones de la Comisión Europea se convirtieron en obligación. Madrid no estaba preparada. No podía superar los 40 microgramos de media anual de dióxido de nitrógeno, un contaminante que procede en su mayor parte del tráfico. Registró 44, y la concejal de Medio Ambiente y Movilidad, Ana Botella, tuvo que admitir la derrota. "Pediremos una prórroga", anunció en enero pasado.
Esos 44 microgramos parecen buenos si se comparan con los 54 de 2009. ¿Realmente descendió la contaminación un 18,5% en un año? No. El Ayuntamiento cambió la red de medición en enero de 2010, eliminando algunas de las estaciones que peores datos habían registrado. Ahora es Botella la que hereda la promesa y la aplicación de un Plan de Calidad del Aire recién aprobado. Lo más llamativo: cobrar un 10% en los parquímetros de la almendra central y aumentar el horario del Servicio de Estacionamiento Regulado hasta las nueve de la noche.
- Tensiones con Aguirre. Si hubiera que poner una fecha al origen de la turbulenta relación entre Esperanza Aguirre y Gallardón sería la tarde del 28 de junio de 2003. Se celebraba la comisión del tamayazo en la Asamblea. Cuando el tránsfuga Eduardo Tamayo subió al estrado, los diputados socialistas abandonaron el hemiciclo. Gallardón también se levantó y dejó sola a Aguirre. Aquel día se fraguó la desconfianza entre ambos. Un año después, la presidenta regional decidió controlar el partido. Anunció al alcalde su candidatura a la presidencia del PP de Madrid en una cena que terminó como el rosario de la aurora. Gallardón trató de plantar batalla pero Aguirre ganó con facilidad. Los encontronazos no se hicieron esperar: por el control del metro, la reforma del eje Prado-Recoletos, la privatización del Canal y las obras de Serrano o los quioscos de la Puerta del Sol.
Uno de los capítulos más amargos del duelo se vivió la noche del 15 de enero de 2008. El alcalde llevaba meses sugiriendo su disposición a entrar en las listas del PP al Congreso. Aguirre lanzó un órdago y le cerró el paso a la política nacional. Gallardón meditó si abandonar la política.
Desde entonces la guerra se recrudeció. Por aquella época afloró la batalla por controlar Caja Madrid. En ese escenario estalló el caso del espionaje a dirigentes del PP de Madrid. Manuel Cobo fue uno de los cargos espiados supuestamente por funcionarios de la Comunidad. El vicealcalde acusó en una entrevista en EL PAÍS a Aguirre y a su entorno de "montar una gestapillo". Genova intervino. El alcalde después se acercó públicamente a Aguirre y esperó paciente la siguiente jugada. Esa que le convirtió ayer en ministro.
- La obsesión olímpica. Gallardón quiere que Madrid sea una ciudad olímpica. Lo quiere tanto que ha sido capaz de embarcar a la capital por tercera vez en la carrera. En plena crisis. En realidad, la candidatura de Madrid 2012 la heredó del anterior alcalde, José María Álvarez del Manzano. Al principio le puso poco entusiasmo. Pasados unos meses, se embarcó en el reto con empeño. En 2004 llegó a decir que no pensaba dedicarse a otra cosa hasta que, el año siguiente, se hiciera pública la elección de la sede. Madrid perdió. Pero el alcalde no se arredró. La siguiente iba a ser la buena. El 2 de octubre de 2009 la capital volvió a perder, esta vez aún por menos margen, en una final ajustadísima en la que había presumido de tener casi el 80% de las infraestructuras acabadas. Nadie le reprochó entonces haber eludido esa regla no escrita de la alternancia de continentes. Y ahora, con el tercer intento ya en marcha, las críticas a una candidatura en plena debacle económica no son precisamente atronadoras. Puede que dos grupos de la oposición se hayan negado a apoyarle, pero tampoco le están poniendo palos en las ruedas.
Ana Botella hereda un sueño, una obsesión. ¿Comparte el apasionamiento? ¿Echará el resto?
- Renovación urbana. Nadie le niega a Gallardón la gran transformación urbanística de Madrid. Arquitectos y urbanistas señalan como la obra más relevante el soterramiento de la M-30 y el proyecto Madrid Río, que se ha convertido en referencia internacional. "Permitió reconciliar el centro con la periferia y acabar con la barrera física entre el norte y el sur", según el urbanista José María Ezquiaga, que sin embargo lamenta que su enorme esfuerzo inversor supuso menos actuaciones en el centro. Matadero o Conde Duque se citan como magníficos ejemplos de rehabilitación. En cambio, las plazas del centro que se han remodelado, como Sol, Ópera o Callao, no levantan el mismo entusiasmo. "Siempre debe haber árboles y no siempre granito", resume Ezquiaga.
Para Juan Navarro Baldeweg, Gallardón "ha conseguido una ciudad más civilizada y amable". Lo más relevante de su legado va a quedar asociado a la definitiva modernización de la ciudad, añade Ezquiaga. "Madrid se ha incorporado a la vanguardia arquitectónica, que sufría un retraso evidente ante Barcelona".
- Cultura abierta. El antiguo Matadero de Arganzuela, el cuartel del Conde Duque y la nueva sede municipal de Cibeles son el legado más importante de una gestión cultural caracterizada por la apertura a las propuestas más arriesgadas e innovadoras. Prueba de ello es la gran autonomía concedida a la concejal de Las Artes, Alicia Moreno, independiente y desvinculada del PP, lo que le ha granjeado incluso las simpatías de los sectores de la cultura ideológicamente más alejados de los presupuestos conservadores. La huella de Gallardón en las instituciones culturales es grande y el proyecto de convertir el matadero de Arganzuela en un centro artístico de vanguardia es, quizá, el más representativo. Tras invertir 110 millones de euros, ya funciona la Cineteca, las Naves del Español, el espacio de intervenciones artísticas Abierto X Obras y la nave 16, la mayor sala expositiva de Madrid, con un total de 5.913 metros de superficie. Próximamente se inaugurará la Casa del Lector.
Con información de Bruno G. Gallo, Elena G. Sevillano, Jesús Sérvulo González, María José Díaz de Tuesta e Isabel Lafont.
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