George Whitman, el librero parisiense de la generación 'beat'
En su establecimiento, Shakespeare and Company, presentaron algunos de sus títulos autores como Lawrence Durrell, Samuel Beckett, Allen Gingsberg o William Burroughs
"Give what you can, take what you need" (da lo que puedas, toma lo que necesites). Ese era uno de los lemas favoritos de George Whitman, el excéntrico personaje, apodado El Quijote del Barrio Latino, que regentó durante seis décadas la legendaria librería Shakespeare & Company, situada en la 37 Rue Bûcherie del distrito 5º de París. Whitman murió "pacíficamente" el pasado miércoles y fue enterrado en el cementerio de Père Lachaise, en compañía de, entre mucho otros, Guillaume Apollinaire, Colette, Oscar Wilde o Balzac.
El librero, que había cumplido 98 años dos días antes de morir, nació en 1913 en Nueva Jersey, creció en Salem y estudió periodismo en Boston. Se instaló en París en 1948, después de recorrer a pie Estados Unidos y América Latina y de servir a su país en la II Guerra Mundial. Primero abrió una precaria biblioteca de intercambio en su cuarto sin ventanas del hotel Suez, cerca de la Sorbona, luego un pequeño quiosco y por fin una librería llamada Mistral, en homenaje a la poeta chilena Gabriela Mistral.
"Quise crear esta librería como quien crea una novela", afirmó Whitman
En aquel momento existía ya en París la librería original Shakespeare and Company, que había montado su compatriota Sylvia Beach, y en la que según las crónicas no era raro encontrar a autores como Ernest Hemingway o James Joyce. Tras la muerte de Beach, Whitman rebautizó en 1951 con ese mismo nombre a su tienda, como una forma de tributo a Beach, y poco a poco la fue amoldando a su sueño: "Quise crear esta librería como el que escribe una novela", contó. "Me gusta que la gente abra sus puertas como abre un libro, un libro en el que cada uno entra en el mundo mágico de su imaginación".
Whitman dedicó su vida al local, y con mucho esfuerzo -tuvo que cerrar en 1967 durante un año- lo convirtió en un organismo más o menos próspero y a la vez filantrópico: en los apartamentos superiores montó una improvisada residencia de poetas y escritores, y estos, a cambio de trabajar unas horas ordenando estantes o vendiendo libros, comían y dormían a temporadas (días, semanas o meses). A esos jóvenes autores con o sin renombre los llamaba tumbleweeds (malas hierbas).
Shakespeare & Co. fue a la vez un pequeño templo de irradiación cultural anglosajona en el que presentaron títulos figuras como Lawrence Durrell, Samuel Beckett, o sus amigos beat Allen Ginsberg, Gregory Corso y William Burroughs: pero fue también una institución turística cargada de memoria, magia y objetos, un lugar ideal para pasear, curiosear, leer y hablar de literatura.
En cierto modo, Whitman, amigo también de Julio Cortázar, fue el librero de la generación beat en París: mirando a la catedral de Notre Dame, la impregnó de un espíritu librepensador, jipi, acogedor y airado. Henry Miller la definió como "el país de las maravillas librescas". En 2003, el documental Portrait of a bookstore as an old man contó la historia del Quijote americano, su perro, su gato y su librería. En 2006, Francia le ordenó Caballero de las Artes y las Letras.
Su hija, Sylvia Beach Whitman, que promete continuar su labor, ha contado que su padre siguió leyendo hasta el último día, incluso tras sufrir un accidente vascular hace dos meses. En la fachada, los versos de Yeats resumen su legado: "No seas hostil a los extraños / quizá sean ángeles disfrazados".
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