Francisco Villar, la discreta mano derecha de Rajoy
El cirujano acompañó al líder del PP en casi todos los cargos que ocupó
Mariano Rajoy no es dado a tener equipos muy numerosos y en toda su trayectoria política solo una persona le ha acompañado prácticamente por todos los cargos que ha ocupado: Francisco Villar. Era su sombra y la persona con la que compartió horas y horas de trabajo de despacho y también de ocio, como amigos y como apasionados del deporte, especialmente del ciclismo.
Cuando Rajoy fue ministro de Administraciones Públicas, Paco Villar fue secretario de Estado; cuando estuvo en Educación y Cultura, él fue secretario de Estado de Deporte y cuando fue vicepresidente del Gobierno en la etapa de José María Aznar en La Moncloa, él fue su jefe de Gabinete.
Recordaba siempre de esos días la tensión e incertidumbre en la gestión de la catástrofe del Prestige, a cuyo frente fue situado Rajoy, como número dos del Gobierno. Solía contar su experiencia trabajando contra reloj, examinando informes técnicos a veces ininteligibles, escribiendo intervenciones parlamentarias y compareciendo en La Moncloa y en Galicia y con la presión de la opinión pública. Junto a él trabajó empezó a trabajar entonces una joven abogada del Estado, Soraya Sáenz de Santamaría. Al cabo de los años, ella era la portavoz del Congreso y él diputado por Madrid y tesorero del grupo parlamentario. Por los pasillos del Congreso avanzaba esta última legislatura Sáenz de Santamaría, acompañada de su equipo y, siempre a su lado, Paco Villar.
En los últimos meses, la enfermedad le apartó de la actividad parlamentaria y solo al final pudo reincorporarse para asistir a las votaciones. Rajoy le situó en el número 11 de la lista de Madrid para las generales del 20 de noviembre, pero ayer falleció sin ver siquiera el inicio de la campaña electoral.
Nacido en Madrid el 25 de febrero de 1948, era una persona seria y afable, leal al ahora líder del PP, y, sobre todo, muy discreta. Nunca jamás revelaba información alguna y, al tiempo, nunca abandonaba su tono afable con los periodistas. La perfecta sombra de un dirigente político: sin brillo, pero siempre dispuesto a facilitar las cosas a su jefe.
En el grupo parlamentario recuerdan su capacidad para crear un clima distendido en las reuniones, por muy tensas que fueran las conversaciones. Por su carácter, entabló buena relación con el ahora presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, cuando este era portavoz de Administraciones Públicas del PSOE en la oposición y él era secretario de Estado.
Estaba casado, tenía dos hijos y era cirujano, pero dejó de ejercer a principios de los noventa cuando fue nombrado director general del Servicio Gallego de Salud.
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