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El final de la violencia etarra
Columna
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El pirómano ofrece su manguera

Fernando Savater

Un viejísimo chiste de Ramón mostraba a un inflamado orador arengando a las masas: "¡Tenéis que elegir: nosotros o el caos!". La gente balaba: "¡El caos, el caos!", y el vociferante remataba: "Da igual, también somos nosotros". El comunicado de ETA se apunta a esta línea. Ellos han sido los causantes de los estragos y crímenes durante todos estos años. Ahora es gracias a ellos por lo que vamos a vernos libres de estragos y crímenes. Sin que se les mueva el pasamontañas, nos aseguran que gracias a la lucha armada hemos llegado al feliz momento en que podemos prescindir de la lucha armada. Se agradecen los heroicos servicios a los gudaris, se lamentan las bajas y los encarcelamientos, se practica el habitual autobombo: y, por supuesto, no se dice ni una palabra de las víctimas causadas, del envilecimiento del terror impuesto, las extorsiones, los que han debido huir o abandonar sus trabajos, el Estado de derecho vulnerado... Todo esto fue necesario para que ahora deje de ser necesario.

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El comunicado es el segundo paso de los fastos de esta semana -¡vaya semanita!- tras las conclusiones de la paródica Conferencia de Paz y está escrito por la misma mano: la del ambidextro Gerry Adams-Otegi. Se equivocaron, como suelen, los que dijeron que lo importante de esas conclusiones era la que anunciaba el cese de la violencia y que lo demás era envoltorio intrascendente, dijese lo que dijese la derecha. No: lo importante es el resto, las cláusulas que acompañan a esa renuncia forzosa, es decir, el reconocimiento de la banda terrorista como interlocutor directo de España y Francia, la mesa de partidos para que se asuman por fin las tesis del independentismo radical, la proclamación urbi et orbi de que todos somos vencedores, es decir, de que ETA no ha perdido a pesar de las apariencias. En resumen: "¿Ve usted qué fácil era? Me da la razón y todos tan amigos".

La simple realidad es que ETA renuncia a lo que ya es inviable, pero ni entrega las armas ni se disuelve. Está encantada de haberse conocido, de haber matado y hasta quiere que se le agradezcan los servicios prestados reconociendo lo acertado de su visión política. La única pregunta ahora pertinente es: cuando ETA vea que el Estado de derecho no se suicida para complacerla, cuando compruebe que las cárceles no se abren por mágico conjuro y que no hay mesa de partidos, sino el ya establecido juego parlamentario en el marco constitucional... ¿seguirá resignándose a perdonarnos la vida o volverá a las criminales andadas?

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