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El final de la violencia etarra

ETA pone fin a 43 años de terror

La ruptura de la tregua con el atentado en la T-4 de Barajas desencadenó el distanciamiento con la izquierda 'abertzale' - El acoso político, policial y judicial descabezó a la banda en varias ocasiones y dejó bajo mínimos su estructura

Luis R. Aizpeolea

ETA puso ayer fin a 43 años de terrorismo con 829 víctimas mortales. La banda anunció a las siete de la tarde a través del diario Gara el "cese definitivo de la actividad armada" sin poner condiciones. El comunicado se limita a solicitar un diálogo con el Gobierno para resolver las "consecuencias del conflicto", esto es, la situación de sus presos y clandestinos. Con este comunicado responde a la petición que el pasado lunes le hicieron seis personalidades internacionales en una conferencia en San Sebastián y el martes la izquierda abertzale.

Pero el comunicado de ETA es más preciso y claro que el emitido el lunes por la Conferencia de San Sebastián. En dicho texto aparecían sugerencias, como la constitución de una mesa de partidos y de una consulta, que ETA no recoge en su texto. Con ello ETA envía un mensaje claro y es que no se va a convertir en tutor político de nada. Solo se va a ocupar del futuro de sus presos. Por eso no habla de disolución.

El comunicado de la banda es más determinante que el de la Conferencia
La organización deja la violencia sin que el Estado haga cesiones políticas
La banda envía el mensaje de que no será el tutor político de los 'abertzales'
Inicialmente, los etarras pensaban esperar al Gobierno que saliera del 20-N
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Esto no sólo le da un valor inédito al comunicado de ETA. También histórico porque responde a lo que le han pedido los partidos desde la constitución de la democracia.

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, le dio rango histórico al final de ETA. Lo mismo hizo el ex ministro del Interior y candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba. En una breve intervención en La Moncloa, Zapatero, en tono emocionado, atribuyó el final de ETA al esfuerzo de todos los gobiernos democráticos, a las Fuerzas de Seguridad, a la colaboración internacional, especialmente la francesa; a la unidad de los partidos y a la sociedad española, con un recuerdo especial para las 829 víctimas de ETA en estos 43 años.

Rubalcaba apuntó, además, que será el próximo Gobierno el que gestione la solución para los presos y clandestinos y para ello apeló a la unidad entre los partidos democráticos.

El líder del PP, Mariano Rajoy, valoró positivamente el cese de la violencia etarra y atribuyó su final a la presión política, judicial, social, lo que juzgó como un triunfo del Estado de derecho.

La suma de los factores a los que se refirieron Zapatero, Rubalcaba y Rajoy es la que ha propiciado que en el último tramo de la larga lucha contra el terrorismo, el anterior brazo político de ETA, la izquierda abertzale, acuciada por la presión policial, judicial y social se volviera contra la banda terrorista y acelerara el final del terrorismo que ayer se consumó con el comunicado.

Así, el pasado 7 de julio, el líder de la izquierda abertzale, Arnaldo Otegi, admitió en su alegato en la Audiencia Nacional -que le condenó a diez años de cárcel por colaboración con banda armada- que el atentado de la T-4 de Barajas marcó el origen del distanciamiento con la banda terrorista de su brazo político y de sí mismo. Ese atentado se produjo el 30 de diciembre de 2006, y con él ETA rompió la anterior tregua.

El alejamiento de la izquierda abertzale, como consecuencia de la ruptura de ese proceso de paz ha sido el factor determinante que ha acelerado el final de la banda terrorista, materializado con el anuncio, ayer, del cese definitivo de su actividad armada.

Ese ha sido el último y definitivo factor que ha contribuido a acabar con más de 40 años de terrorismo etarra, aunque para diciembre de 2006 ETA ya sufría un notable acoso policial, judicial, político y social. Otegi reconoció en su alegato en la Audiencia, que la izquierda abertzale rechazaba el terrorismo porque la sociedad vasca ya no lo toleraba.

Pero para llegar hasta ahí, hasta ese rechazo social en Euskadi que ha obligado a la izquierda abertzale a reclamar a ETA su final, la lucha contra el terrorismo ha cubierto una larga marcha, muy lenta en sus primeros treinta años, a paso acelerado desde el 2006 y muy acelerada en los últimos dos años.

La ruptura del proceso de diálogo entre el Gobierno y ETA, con el atentado de la T-4, es el punto de inflexión que marca la aceleración del final de ETA.

Zapatero y Rubalcaba abordaron aquel proceso con una doble intención. Trataron de lograr una paz negociada, agotando todas las posibilidades de diálogo con la banda terrorista que los pactos entre los partidos democráticos toleraban, como el de Ajuria Enea de 1988. Esto es, se trataba de separar la negociación entre Gobierno y ETA -limitada a paz por presos- de la política -que debería ser asumida por los partidos-.

En caso de que fracasara el proceso de diálogo, en el que desempeñó un papel crucial, Jesús Eguiguren, el plan B del Gobierno consistía en poner en evidencia a ETA como responsable de su ruptura para que saliera más debilitada del proceso de lo que entró.

Zapatero pensó que el proceso de diálogo saldría adelante porque cuando ETA llegó a él, llevaba tres años sin matar y había recibido importantes golpes de unas Fuerzas de Seguridad cada vez más profesionalizadas, el último de ellos con la detención en octubre de 2004 de su principal líder desde los años noventa, Mikel Antza. Además, la izquierda abertzale estaba en la ilegalidad por la aplicación de la Ley de Partidos, que entró en vigor en 2003, y contaba un rechazo social ya considerable por la unidad de los partidos democráticos vascos, nacionalistas y no nacionalistas, y por la potencia movilizadora de las organizaciones sociales vascas contra ETA.

Esta marea había ido creciendo poco a poco desde el Pacto de Ajuria Enea, de 1988, primer hito importante en la política antiterrorista al iniciar la deslegitimación social de ETA por la movilización callejera y la unidad entre nacionalistas y no nacionalistas.

Además, para cuando se celebró el proceso de diálogo en 2006, ETA ya tenía un contexto internacional muy desfavorable, con el terrorismo de Al Qaeda en el centro de la escena y con el IRA, la única banda terrorista europea además de ETA, en su retirada final.

Con el fracaso del proceso de diálogo, el Gobierno logró, al responsabilizar a ETA de su ruptura, el aislamiento internacional de la banda. Con esa oportunidad perdida por ETA ningún país iba a pedir al Gobierno, como sucedía hasta entonces, que acabara con la banda mediante el diálogo. Lo que se tradujo en una mayor intensidad en la colaboración contra ETA.

Asimismo, el Gobierno, al contrario de anteriores treguas, no bajó la guardia en el seguimiento de los terroristas. En el verano de 2008, poco más de un año después de que ETA rompiera la tregua, los golpes policiales habían puesto fuera de combate a los cinco comandos que tenía preparados para atentar. La cifra de víctimas fue de 11, la quinta parte de las que hubo tras la ruptura de la anterior tregua, la de 1998.

En el fin de ETA han sido cruciales el papel de las Fuerzas de Seguridad, la colaboración internacional, la movilización social y la unidad de los partidos. Con ser muy importantes la suma de todos estos factores para explicar el final de ETA, el definitivo fue el alejamiento de la izquierda abertzale de la banda, especialmente tras el atentado de la T-4. En este sentido, hay que resaltar cómo el temple de Zapatero y Rubalcaba permitió hacer de aquel fracaso táctico, un acierto estratégico. Y eso que contaron con la dura oposición de la derecha mediática y del PP.

Todo empezó con la ruptura de la tregua, en junio de 2007, cuando Otegi fue encarcelado. Desde la prisión abrió un proceso de reflexión, con numerosas consultas con los partidos nacionalistas, y pergeñó un proyecto de polo soberanista, de unidad de los partidos independentistas vascos, utilizando solo medios pacíficos y políticos. Su proyecto se daba de bruces con ETA, que reinició la actividad terrorista, con 11 asesinatos desde la ruptura de la tregua hasta julio de 2009, en que se produjo el último.

El precio que pagó ETA por su regreso al terrorismo fue altísimo. En un año cayeron todos sus comandos activos y cuatro cúpulas dirigentes fueron detenidas en tan solo dos. El acoso policial era absoluto.

Otegi, respaldado por Rufi Etxeberria y Rafael Díez Usabiaga, apostó decididamente por el proyecto de polo soberanista. En noviembre de 2009, con Otegi encarcelado de nuevo, la izquierda abertzale presenta en Alsasua y Venecia el documento Zutik Euskalherria, que recoge su apuesta exclusiva por vías políticas y pacíficas. Lo llevan a debate en sus bases y, en febrero de 2010, la izquierda abertzale aprueba por un 80% frente a un 20% el rechazo a la violencia.

Este hecho marca un hito en el llamado Movimiento de Liberación Nacional Vasco y Rufi Etxeberria se adelanta a reclamar a ETA a que se pliegue a la petición de las bases de la izquierda abertzale por una votación democrática que le obliga.

A partir de ahí, de febrero de 2010, la izquierda abertzale inicia una administración de los tiempos para convencer a ETA a que cese la violencia. Y lo hace a través de una liturgia para la que cuentan con el abogado surafricano Brian Currin, mediador en los conflictos irlandés y sudafricano, y al que también había recurrido la izquierda abertzale como asesor en el proceso de paz de 2006.

En marzo de 2010, Currin logra que varios premios Nobel de la Paz, irlandeses y sudafricanos, reclamen a ETA una tregua permanente y verificable, en lo que se ha denominado la Declaración de Bruselas. ETA tarda en responder seis meses. Lo hace finalmente con un compromiso de cese de su actividad violenta sin más.

En septiembre, la izquierda abertzale, acompañada de Eusko Alkartasuna y Aralar, promueve una declaración, en Gernika, en la que reclama a ETA una tregua permanente y verificable. En enero de 2011 responde a la Declaración de Bruselas y a la de Gernika con la declaración de tregua permanente y verificable que le pedían.

La liturgia de pasos medidos sigue en febrero de 2011, en que la izquierda abertzale sorprende con la presentación de los estatutos de un nuevo partido, Sortu, en los que rechaza expresamente la violencia de ETA y plantea el reconocimiento de todas las víctimas del terrorismo.

En mayo recupera la presencia institucional en Ayuntamientos y diputaciones, a través de la coalición Bildu, en que se plasma el polo soberanista de Otegi. Bildu obtiene el mejor resultado histórico de la izquierda abertzale, con el 25% de los votos.

A partir de ahí, la izquierda abertzale se impone sobre ETA. "La decisión de ETA ya está tomada", dice Rufi Etxeberria, Y todo se acelera. En un primer momento, la izquierda abertzale, cuando Zapatero anuncia el adelanto electoral al 20 de noviembre, opta por esperar a la llegada de un nuevo Gobierno para dar más pasos.

Finalmente, y animada, entre otros, por el PNV, decide montar la escenografía para preparar el anuncio de ETA de cese definitivo de las armas. El argumento es que conviene avanzar lo suficiente en el proceso para que el nuevo Gobierno tenga muy difícil la marcha atrás.

La izquierda abertzale recurre al movimiento social Lokarri y al Grupo Internacional de Contacto, de Currin, para que organicen una Conferencia Internacional en San Sebastián.

Previamente, escenifica dos nuevos gestos: la disolución de Ekin, los comisarios políticos de ETA, y la suscripción por parte del colectivo de presos de la banda de la declaración de Gernika, de septiembre de 2010.

Lokarri y el Grupo Internacional de Contacto consiguen reunir a seis personalidades internacionales -el exsecretario general de la ONU Kofi Annan; los ex primeros ministros de Irlanda Y Noruega Bertie Ahern y Gro Harlem Brutland; el exministro francés de Interior Pierre Joxe; un exjefe de Gabinete de Tony Blair, Jonathan Powell, y el líder del Sinn Fein, Gerry Adams- para que se dirijan a ETA y reclamarles el cese definitivo de la violencia a cambio de medidas a favor de los presos así como una serie de sugerencias, que no condiciones, a los gobiernos español y francés.

El acto se escenifica en una Conferencia Internacional en San Sebastián el pasado 17 de octubre. Al día siguiente, la izquierda abertzale se suma a la reclamación de la Conferencia a ETA. La conferencia es la última pista de aterrizaje para que ETA anuncie el cese definitivo.

Tres miembros de ETA anuncian "el cese definitivo de su actividad armada", en una imagen de Gara.
Tres miembros de ETA anuncian "el cese definitivo de su actividad armada", en una imagen de Gara.JAVIER ETXEZARRETA (EFE)

Extracto de la declaración del presidente Zapatero

- "Durante demasiados años hemos sufrido y combatido el terror. Lo hemos hecho hasta lograr que la razón democrática se abriera camino de un modo definitivo. Ha sido posible gracias a la determinación de acabar con la violencia mostrada por todos y cada uno, todos y cada uno, de los gobiernos democráticos y sus presidentes. Creo de justicia recordar el trabajo de los ministros del Interior y, en particular, el de quienes me han acompañado en esta etapa final. Ha sido posible gracias a la acción tenaz y eficaz de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, de la Policía y de la Guardia Civil, cuyo sacrificio y generosa entrega (...) les ha costado tantas veces su vida. (...) Ha sido posible, también, gracias a la colaboración de Francia y sus autoridades, con quienes hemos contraído una perpetua deuda de gratitud y solidaridad. La amistad con España del presidente Sarkozy ha sido determinante. (...) Y ha sido posible, sobre todo, gracias al temple y a la firmeza de la sociedad española, guiada por la referencia segura del Estado de derecho, que hoy, definitivamente y sin condiciones, triunfa. (...) La nuestra será una democracia sin terrorismo pero no una democracia sin memoria. La memoria de las víctimas, de cada una de las 829 víctimas mortales y sus familias, de tantos heridos que padecieron el aborrecible golpe del terror, nos acompañará siempre. (...) Pienso, en particular, en la sociedad vasca. Tengo la convicción de que de ahora, disfrutará, al fin, de una convivencia no anudada al miedo o a la intimidación. (...)

Con la contención a que nos obliga la historia, vivamos, hoy, la legítima satisfacción por la victoria de la democracia, de la ley, de la razón".

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