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Reportaje:

Cuando se apagan las luces

Sandra Sánchez presenta en el Zinemaldia un documental sobre una familia de feriantes - El filme derriba prejuicios y clichés

"He aprendido a mirar el mundo a través de los ojos de otras personas que tienen una realidad completamente distinta de la tuya". Sandra Sánchez (Narón, Coruña, 1970) convivió a lo largo de nueve meses con la familia de Lourdes, de etnia gitana, feriantes. Su documental Tralas Luces se ha proyectado dentro de Zabaltegi Nuevos Directores del Festival Internacional de Cine de San Sebastián y su realizadora es la única mujer que compite en la sección.

La directora gallega emprendió hace cuatro años un viaje del que no sabía su destino. "Al principio lo que quería retratar era un modelo de vida en extinción, hacer un proyecto coral, hablar con distintas familias pero cuando conocí a Lourdes supe que la historia debía girar en torno a ella", explica.

La cineasta es la única mujer que compite en la sección Zabaltegi Nuevos Directores
Los protagonistas conviven con la cámara como si no fuera un objeto extraño

De Lourdes se pueden aprender muchas cosas. A lo largo del documental la matriarca enseña a sus hijas a cocinar, a como deben ser las mujeres, reprende a sus empleados y marido por holgazanear, pero, sobre todo, permite a Sánchez adentrarse en su vida como si no fuera una extraña, como si no hubiera una cámara de por medio.

"Lo que más me costó fue marcar un límite, hasta donde podía llegar", aclara Sánchez, "fui testigo de momentos muy duros, íntimos y yo estaba allí con mi cámara", añade. El primer largometraje "propio" de la realizadora crea una atmosfera intimista donde ningún personaje mira a la cámara como un objeto extraño, artificial o molesto. Un grado de proximidad conseguido gracias a la insistencia de la directora en conocer primero a sus personajes, invertir muchas horas en hablar y luego grabar.

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Cuando Sánchez decidió emprender el proyecto hace cuatro años lo primero que hizo fue pasarse por las ferias, llamar a las puertas de muchas caravanas y casetas y explicar a las familias en qué consistía su proyecto. "Desde el primer momento Lourdes estuvo dispuesta a ayudarme", recuerda.

Con la voz, la mirada y gestos de la matriarca, de 34 años, con cuatro hijos -uno cercano a la mayoría de edad y al matrimonio- los clichés desaparecen. "Tenemos muchas ideas preconcebidas respecto a las mujeres gitanas, a los feriantes, pero cuando les conoces de cerca y ves su mundo desde sus ojos todo cambia".

Lourdes simplemente "busca la felicidad", subraya Sánchez, que a lo largo de Tralas luces se convierte casi en un miembro más de la familia, en una especie de confidente de la cabeza de familia. Lourdes cuenta a la realizadora sus sueños y anhelos, cómo con 17 años se casó por amor y como ahora se plantea separarse de su marido, la razón de comprarse una pista de coches de choque. "Pensé que me haría rica, que estaría rodeada de gente todo el día y que eso me haría feliz", insiste Lourdes en varios momentos de la película.

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