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Reportaje:

Nuevas emociones en Igeldo

El Homeless Music Festival celebra sus primeros conciertos con el cartel de no hay entradas - El parque de atracciones, el escenario

El parque de atracciones de Igeldo volvió a convertirse en un lugar mágico. Al menos para las 400 personas -aforo completo- que acudieron a la primera edición del Homeless Music Festival. No importó que hiciese unos cuantos años desde la última vez que se subieron a un coche de choque, por ejemplo. Gustaron las propuestas musicales, Thw war on drugs y Micah P. Hinson & The Pioneer Saboteurs y también el espacio en el que se desarrolló.

La nueva oferta cultural de San Sebastián se presenta bajo el sobrenombre de Club de Conciertos Especiales en Sitios no Habituales. Una especie de declaración de intenciones que los responsables desean repetir cada uno o dos meses. "Queremos recuperar la sensación de que un concierto es algo especial", explica Sergio Cruzado, productor del Homeless. "Tengo muchos recuerdos de los primeros conciertos a los que fui con 16 años. Se celebraban en cualquier lugar, en casas particulares, garajes, salones de actos... era algo un poco más transgresor y ahora parece que si el Ayuntamiento no te cede la gran casa de cultura, no puede haber conciertos", añade. De ahí su firme intención y promesa de que el Festival no pisará nunca "una casa de cultura, teatro o sala de conciertos al uso".

The war on drugs y Micah P. Hinson fueron las dos apuestas del Festival
"Hay que recuperar la idea de que un concierto es algo especial"

Los primeros en subirse al escenario, situado junto al tiovivo, fueron de The war on drugs, que presentaron el último de sus trabajos, Slave Ambient. Luego le tocó el turno al texano Micah P. Hinson, con un brazo en cabestrillo y su ya característico cigarro con boquilla entre los labios, acompañado por los zaragozanos de Tachenko. Las dos formaciones respondieron a las expectativas del público, entre sorprendido por el espacio, los recuerdos imposibles de controlar y la proximidad y la intimidad conseguida con los cantantes.

"Ojalá me pongan uno de estos cada semana". La encargada del bar Danontzat, sobrepasada por la afluencia de gente y la demanda de refrescos, cervezas, y cualquier tipo de alcohol, no parecía sufrir. Estaba encantada con la clientela. También disfrutaron los encargados del resto de atracciones y tenderetes que permanecieron abiertos durante los conciertos, es decir, los coches de choque y uno de los puestos de puntería, cuya empleada grababa desde un teléfono móvil las actuaciones, mientras el público saltaba a escasos metros.

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Sus colegas de los coches de choque miraban, en cambio, con cierto aire escéptico las actuaciones. "La verdad no son mi estilo", apuntaba uno de ellos, "yo soy más clásico. No sé, más de pop, de jazz". Pronto se le acabó el tiempo de disección y análisis de géneros musicales porque, como en una tromba, los asistentes, tras los conciertos, hicieron algo que muchos llevaban tiempo esperando: montarse en las atracciones. Una noche para disfrutar.

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