Se busca gente lenta
Resumen veraniego. Cadel Evans gana el Tour con 34 años y Darren Clarke, el Open británico de golf -su primer gran torneo- con 42; Quincy Jones (78) y B. B. King (85) reinan en eso que llaman verano musical, mientras Toots Thielemans (89) llega a España después de tocar con la mitad del índice onomástico de la historia del jazz... Amy Winehouse muere a los 27. Ahora que todo va deprisa, necesitamos gente lenta. En arte no existe el progreso y Picasso no es mejor que Masaccio, solo es nuestro vecino. Somos, dicen, contemporáneos de Homero y deberíamos tomárnoslo al pie de la letra. El talento no se prejubila.
Tras exaltar a precio de saldo las virtudes de la planta joven del Instituto Nacional de Empleo -los mejor preparados, los peor pagados; mejor muertos que viejos-, se necesita gente con algo de memoria; gente que pueda distinguir sin recurrir a Google lo vistoso de lo relevante ante las ocurrencias de los descubridores de trendingtopics (nuevo nombre del Mediterráneo); gente capaz de valorar una idea sin dejar de ponerla en su sitio. "La cosa era tan poco novedosa como todas las que tienen algún encanto", dice Ferlosio sobre una nueva teoría lingüística en Guapo y sus isótopos, un volumen de 126 páginas que tardó en publicar cerca de cuatro décadas.
Y es que solo hay algo comparable a la sabiduría de un viejo: su curiosidad. Basta con darse una vuelta por el blog de Tomás Segovia -www.tomassegovia2.blogspot.com- para comprobar cómo la lentitud no tiene nada que ver con la pereza. Segovia (84 años) fue un niño del exilio republicano y es un mito en México con oficina en el café Comercial de Madrid. Además de uno de los grandes poetas vivos en español, es un ensayista que demuestra que claudican las piernas pero no la cabeza, alguien de quien puedes fiarte cuando escribe que es más importante ser bien leído que muy leído. Cualquiera que se acerque al libro que acaba de publicar, Digo yo (FCE), asistirá a un pensamiento en plena combustión consciente de que es imposible recordar a los desterrados de ayer sin preguntarse por los de hoy. Por si fuera poco, la cultura hispánica le debe a Tomás Segovia un puñado de traducciones entre las que destaca -¡ese símbolo!- una versión de Hamlet que, tras siglos de marear "the question", ha conseguido poner en castellano natural el arranque del famoso monólogo: "Ser o no ser: de eso se trata". Cuesta años de estudio tener una intuición.
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