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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ofensiva contra Obama

El extremismo del Tea Party toma más fuerza y obliga al presidente a recuperar la iniciativa

El presidente estadounidense, Barack Obama se halla en el que probablemente es el peor momento de su mandato. Y su único consuelo es que la búsqueda de un candidato verosímil en el partido republicano marcha menos que regular, lastrado por el vocerío mediático y las propuestas contrarias a toda razón de su extrema derecha, el movimiento del Tea Party.

El pasado día 13 Michele Bachmann ganaba la primera prueba electoral ante las elecciones presidenciales de noviembre de 2012, la llamada straw poll de Iowa. La congresista es una joya de las huestes más radicales, sin duda a la derecha del Frente Nacional de Le Pen. Es cierto que sus posibilidades de obtener la candidatura no llegan a remotas, pero por comparación otros aspirantes apenas más confiables, como el gobernador de Tejas, Rick Perry, o el favorito en las encuestas, Mitt Romney, que según la coyuntura defiende o reniega del derecho al aborto y condena o condona la homofobia, serían un alivio.

La ofensiva del republicanismo mediático, apoyada en el evento de Iowa al que concurrieron apenas unos millares de fanáticos, airea estruendosamente las propuestas del Tea Party, que se resumen en dos: liquidación del Estado asistencial y andanada cripto-religiosa contra las libertades individuales.

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Obama, que ha efectuado una gira por tres Estados del Medio Oeste, trata de revivir el sentimiento popular que lo llevó a la Casa Blanca en 2008. Un Yes, we can, hoy muy desmejorado, cuando aún quema la rebaja de la calificación de la deuda norteamericana por una de esas agencias de rating que son capitalismo en estado puro. En septiembre se conocerá en detalle la contraofensiva presidencial, pero todo apunta a reducción tributaria para los asalariados y fuerte inversión en infraestructuras. Una invocación menor a Keynes.

Antes de fin de año deberá completarse un plan de demócratas y republicanos, que acuerde los recortes necesarios para equilibrar el presupuesto, y evitar, así, definitivamente que el Estado corra peligro de suspender pagos, pero el anémico crecimiento y el aumento del paro -un 9%, que en España parecería un lujo- dificultan el ajuste fiscal. Y no está nada claro que con su exacerbada moderación en materia de gasto, el presidente vaya a seducir al electorado a su derecha, mientras que sí es seguro que la decepción se instala ya en el centro-izquierda.

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