_
_
_
_
Reportaje:

La vida con 'pasaporte mental'

El publicista Carlos Mañas publica un libro sobre el trastorno bipolar, el mal que le diagnosticaron hace cinco años tras una década de depresiones

Desde hace cinco años, Carlos Mañas compra la felicidad en la farmacia. Va y viene de los centros de salud mental y está acostumbrado a que después de días de depresión lleguen otros de inexplicable euforia. En 2009, durante uno de esos episodios de entusiasmo, escribió un libro, Mi cabeza me hace trampas. Historia de un trastorno bipolar, editado por primera vez por la asociación Solidarios Anónimos, que él mismo preside. Durante dos años, Mañas repartió su libro, mitad relato de su experiencia personal, mitad alegato contra los estereotipos sobre la enfermedad, entre amigos, familiares y enfermos. Ahora llega a las librerías de la mano de Auga Editora, para que el público general lo conozca y descargue de tópicos su concepción de las dolencias mentales.

No le gustó su primera experiencia con una asociación de ayuda a enfermos
"Mi familia me entiende, yo me resigno y la farmacia me estabiliza"

No es la primera vez que Carlos Mañas, vigués de adopción, escribe un libro. Hasta 2006, la escritura era casi una rutina en su trabajo como publicista de éxito y profesor de marketing. Ya por entonces sufría incomprensibles cambios de humor que le complicaban el día a día, pero solo iba al doctor cuando le ganaba la depresión. Los médicos, confusos con su desánimo repentino, tardaron diez años en dar con el diagnóstico: trastorno bipolar, episodio depresivo grave con síntomas psicóticos. En la jerga médica, F 31.5, desde entonces su "pasaporte mental". En los últimos años, dice haber comprendido "por qué el Prozac se vende cuatro veces más que el Viagra" y que "generar expectativas en colectivos de exclusión social y no cumplirlas supone más gravedad que en otros sectores".

"Confundía la euforia con la creatividad", reconoce ahora Mañas, que dio forma a Mi cabeza me hace trampas en un mes que pasó sin dormir. El trastorno bipolar, "una enfermedad que tiene que ver con las emociones, no con el intelecto", lo forzó a abandonar su trabajo como publicista pero le abrió los ojos sobre los tópicos a los que tendría que enfrentarse. El primero, la relación casi directa que ante un suceso trágico establecen los medios de comunicación entre la enfermedad mental y la violencia. Otro, el que más le molesta, que su dolencia esté reñida con el talento y la creatividad.

"A cambio de una módica cuota mensual, podía disfrutar en grupo de unos estupendos consejos terapéuticos y recobrar mi identidad haciendo barcos con palillos y otras manualidades básicas". Así describe Mañas su frustrante paso por una entidad de ayuda a pacientes con enfermedad mental. Tenía entonces 40 años y muy reciente el diagnóstico que le cambió la vida. "Aquello me llamó a rebelarme porque iba contra cualquier salida hacia la autoestima".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Escéptico del paternalismo como sistema de auxilio y prevención, Mañas pasó a liderar una asociación, Solidarios Anónimos, que apoya a enfermos de bipolaridad y parkinson y promueve la donación de órganos. Las terapias incluyen desde encuentros con psiquiatras a pequeñas excursiones a lugares de interés medioambiental, que "anulan el aislamiento social". También atiende el impacto que la enfermedad provoca en los allegados del paciente e incluso presta asistencia jurídica a aquellos "que se meten en líos" debido a una crisis o al abandono del tratamiento. "Muchos incurren en gastos excesivos", ejemplifica Mañas, que insiste en que con el tratamiento adecuado, la vida de una persona con trastorno bipolar puede ser más o menos normal. Un asunto muy diferente es la aceptación que estos enfermos tengan en el ámbito profesional. Muchos ven su condición como algo vergonzoso y lo esconden, o recurren a métodos de dudosa efectividad para sanarse. "Siempre somos sospechosos de algo", lamenta Mañas. Se considera un afortunado porque cuenta con el apoyo de su familia, incluso durante "esos 'saltos de canguro' que pueden molestar a cualquier pareja". Usa la expresión "salir del armario" para referirse a la decisión de no esconder su trastorno y contar su experiencia sin pudores.

El atrevimiento no va separado de los temores. Cada mes toma medicamentos por valor de 600 euros, entre ellos antipsicóticos, "las pastillas más violentas". "Tengo miedo de acabar como un robot por la medicación", reconoce, aludiendo a los efectos secundarios que suelen aparecer tras años de tratamiento ininterrumpido. Los fármacos le dan miedo pero los necesita, y abandonarlos es la peor decisión que puede tomar un enfermo. "Mi familia me entiende, yo me resigno y la farmacia me estabiliza".

El publicista Carlos Mañas, autor del libro <i>Mi cabeza me hace trampas</i>, en Vigo.
El publicista Carlos Mañas, autor del libro Mi cabeza me hace trampas, en Vigo.LALO R. VILLAR

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_