Juan Pedro Domecq Solís, criador del 'toro artista'
Juan Pedro Domecq Solís, uno de los ganaderos de reses bravas más conocidos, comprometidos, polémicos e influyentes de los últimos años, falleció ayer en accidente de tráfico en la localidad onubense de Higuera de la Sierra, muy cerca de la finca Lo Alvaro, donde pastan los toros de su ganadería.
Había nacido en 1942 y se crio en Jerez de la Frontera en el seno de una familia ganadera de toros y caballos. Estudió Ingeniería Agronómica, y dedicó su vida a actividades empresariales y, especialmente, a la crianza de toros bravos desde que en 1978 heredara de su padre el hierro de Veragua -el más antiguo de la cabaña brava- y parte de la ganadería familiar. Con Juan Pedro -así era conocido en el mundillo taurino- desaparece un personaje emblemático de la fiesta, firmemente comprometido en la búsqueda de un toro moderno, implicado en las actividades organizativas de los ganaderos, estudioso ferviente del animal bravo y apasionado participante en congresos, conferencias y tertulias.
Juan Pedro Domecq fue el criador del llamado toro artista, en la búsqueda constante, ya iniciada por su padre, de un animal bien hecho, armónico, extremadamente noble y fiel colaborador del torero artista. A este objetivo dedicó el ganadero una gran parte de su vida y su trabajo con resultados muy positivos. Muchos nuevos ganaderos bebieron en sus fuentes comprándole vacas y sementales, y las figuras se rifaban sus toros. Esta dedicación no estuvo exenta de polémica con la afición más exigente, que consideró a Domecq como uno de los responsables de la actual decadencia de la fiesta taurina.
Sea como fuere, no se puede negar que Juan Pedro Domecq fue un ganadero consagrado al toro y un investigador impenitente del comportamiento bravo. Fue uno de los pioneros en la investigación genética, y tuvo una gran trascendencia su estudio sobre los caracteres del comportamiento de la cabaña brava.
Ha muerto un ganadero de verdad, un conocedor profundo del toro, un amante apasionado de la fiesta, que no rehuía su verdad ni la polémica. Soportó con gallardía las críticas recibidas y defendió con vehemencia hasta el final que ese -el artista- era el toro que exigían los públicos y permitía el toreo moderno. Es cierto que su ganadería le permitió vivir muchas tardes de gloria, y no lo es menos que el fracaso también le persiguió cuando la nobleza se tornaba en inválida bobaliconería.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.