Estreno del 'Concierto para trompa' de José Arriola
La Real Filharmonía de Galicia (RFG), dirigida por Maximino Zumalave ha protagonizado el estreno absoluto del Concierto para trompa y orquesta del ferrolano José Arriola. Como solista actuó David Fernández Alonso (Coruxo-Vigo, 1979), en un concierto celebrado el pasado miércoles en el Teatro Jofre de Ferrol. Abrió programa la ejecución del Concertino para orquesta de Federico Mosquera (A Coruña, 1986). Una obra para cuerdas bien construida, con un buen reparto del canto entre el quinteto y estructurada en secciones de diverso predominio contrapuntístico, rítmico o melódico en proporciones muy bien equilibradas. Solo faltó algo de densidad de sonido por las bajas habidas entre los profesores de la RFG.
Tras esta obra, tomaron la palabra el presidente del Club de Prensa de Ferrol, Xan Morales, el presidente del Consello da Cultura Galega, Ramón Villares, Maximino Zumalave, director asociado de la Real Filharmonía de Galicia, y el alcalde de Ferrol, Vicente Irisarri, que glosaron el estreno que se iba a producir.
El Concierto para trompa de José Arriola (y no Pepito, pues estas obras son fruto de su edad madura) plantea unas enormes dificultades de ejecución a su solista. Pocos trompistas como David Fernández, antiguo miembro de la Sinfónica de Galicia y de la Bayerische Rundfunk y actual solista de la Orquesta de la Comunitat Valenciana, pasarían la prueba que suponen el nada lucido deciso inicial -con su continua alternancia de unos saltos interválicos y escalas de gran dificultad- y las dificultades de mecanismo del allegro final, con algún eco de Richard Strauss.
'Sinfonía de Oxofod'
Solo en el segundo, andante calmo, Arriola da muestras de un melodismo algo más inspirado, que supieron aprovechar Fernández y, en su precioso solo de chelo, Plamen Velev.
En la segunda parte, el clasicismo sereno y ocurrente del mejor Haydn en su Sinfonía Oxford, que Zumalave tocó de memoria. Demostró que tiene la partitura muy bien interiorizada, desde el sereno dramatismo de la introducción del allegro inicial y la viveza de éste hasta la sabiduría haydniana de su eficacísimo presto final. A destacar también, la serenidad del Adagio y un Minueto-Trio tocado con una notable calma que le dotó de cierta gracia palaciega.
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