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Reportaje:

Institutos radiactivos

La Xunta tiene encima de la mesa desde 2009 un estudio que informa de la presencia de altas concentraciones de gas radón en centros educativos

Pablo Linde

El radón, un gas radiactivo que emana de la tierra, tiene en Galicia una presencia muy superior que en cualquier otro lugar de Europa. Es un elemento natural, incoloro e inodoro, que en bajas concentraciones no es dañino. Sí supone un peligro en lugares cerrados donde se acumula una proporción considerable. Es lo que sucede en varios institutos de la comunidad. Investigadores de la Universidade de Santiago (USC) inspeccionaron 58 centros de secundaria, de los cuales un 34% excedían el límite de 400 becquerelios por metro cúbico recomendado por la Unión Europea. La Organización Mundial de la Salud (OMS) desaconseja estar expuesto durante mucho tiempo a más de 100.

La Xunta tiene esta investigación encima de la mesa desde 2009. Se realizó con una subvención de la Consellería de Industria y tanto esta como la de Educación han tenido acceso a los resultados sin hacer nada al respecto. En el departamento responsable de los centros docentes no aclararon si tienen intención de solucionar el problema.

Las concentraciones en algunos centros superan el doble de lo recomendado
La ventilación y la construcción de los edificios determinan la presencia del gas

Las altas concentraciones de radón son relativamente frecuentes en Galicia. El responsable del estudio, Juan José Llerena, del Laboratorio de Análisis de Radiaciones de la USC, asegura que ha llegado a hacer mediciones de más de 9.000 becquerelios por metro cúbico. Una exposición prolongada a este tipo de ambientes se asocia con el cáncer de pulmón. De hecho, es la mayor causante de esta enfermedad tras el tabaco. Eso sí, a muchísima distancia.

Lo que determina la concentración de radón de un espacio cerrado, además de la cantidad que emane del suelo, es cómo esté ventilado. "Entendiendo ventilación en su sentido más amplio, no consiste solo en abrir las ventanas", matiza Dolores Cortina, parte del equipo investigador de la USC.

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Cómo esté construido un edificio, cómo fluya el aire dentro de él es lo que provoca que las concentraciones de este gas sean mayores o menores. Pero cada edificio es un mundo y requiere una solución distinta. "Un centro comercial, por ejemplo, que tenga un correcto sistema de ventilación y renovación de aire, nunca va a tener radón", explica otro de los investigadores, Ignacio Durán. A lo que Llerena añade: "Aunque la concentración nunca va a ser cero, el gas está ahí". Sin embargo, un edificio que tenga un aire acondicionado que se limite a enfriar el ambiente utilizando el que hay de dentro de la estancia, no va a disminuir los niveles.

El Laboratorio de Análisis de Radiaciones hace mediciones del gas a los particulares o instituciones que lo soliciten. También asesoran sobre cómo se puede disminuir la concentración. "Nosotros podemos guiar a los arquitectos, pero los que entienden de edificios son ellos", dice Llerena.

En Galicia apenas hay recursos para medir la presencia del radón, además de este laboratorio. El estudio de los institutos lo hicieron para aplicar un sistema de cuádruple medición en un lugar sensible, donde hay personas que pasan muchas horas. "El hecho de medir en 58 se debió a que era para lo que llegaba la subvención. No hemos ido específicamente a buscar algunos muy contaminados o menos, simplemente hemos distribuido centros para cubrir de una forma más o menos homogénea toda Galicia", explica Cortina.

El resultado de un 34% de centros con más radón del recomendado es un mínimo. "Nosotros podemos asegurar que en esos centros hay más de 400 becquerelios, pero no que en otros donde hemos medido no lo haya. En cada edificio hemos medido cuatro estancias. Es posible que en aulas que no hemos estudiado haya mayores concentraciones", sigue esta física de la USC. Aun así, un 15% del total tenía un nivel por encima de los 800 becquerelios.

Desde que presentaron a la Xunta este estudio, que ha sido recientemente publicado en la Journal of Environmental Radioactivity, no han recibido una petición de la Administración para analizar posibles soluciones. En los proyectos que hacen, son variopintas: van desde poner una tubería conectada al subsuelo del edificio que salga por el techo para dar escape al radón hasta abrir la ventana y poner un ventilador que metiese aire de la calle. Esto es lo que hicieron en el primer laboratorio donde trabajó el equipo que, curiosamente, presentaba altas concentraciones de este gas. Probaron varias soluciones, como simplemente abrir las ventanas, algo que no fue muy efectivo; o usar un extractor de aire, lo que solo ayudó a aumentar los niveles. "Las soluciones nunca son intuitivas", dice Cortina.

Algo que solucionar sin alarmismo

Los responsables del Laboratorio de Análisis de Radiaciones (LAR) de la USC creen que el problema del radón hay que solucionarlo, pero tampoco crear alarmismo. Los peligros por estar en contacto con el gas existen, pero no son deterministas. Es decir, nada garantiza que alguien que respire grandes cantidades de aire con radón va a sufrir un cáncer, igual que se puede estar toda la vida fumando sin padecerlo.

Galicia, por su tipo de suelo, tiene unas emisiones muy altas de este gas, que en malas edificaciones o las que no están bien ventiladas, tiende a concentrarse en proporciones superiores a las recomendadas.

En España hay una recomendación de revisar estos niveles, pero ninguna norma obliga a los edificios a pasar revisiones, tal y como sucede por ejemplo en Francia, donde tienen que ser supervisados cada cinco años.

Tras conocerse el estudio de la USC sobre las concentraciones de radón en los institutos, el sindicato CIG llevó a la mesa sectorial de educación una iniciativa para que la consellería tome medidas al respecto. "Los representantes de la Administración admitieron su desconocimiento de este tema", asegura el sindicato. Eso, pese a ser un estudio financiado por la propia Xunta.

Los investigadores aseguran que son capaces de hacer una primera aproximación a los niveles de gas que hay en un lugar en 48 horas. A partir de ahí pueden asesorar la manera en la que es posible rebajarlos. "Hemos llegado a trabajar en un sitio donde había 9.000 becquerelios y bajarlo hasta menos de 90", explican orgullosos los científicos de la USC.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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