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Columna
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Sortu

Sortu. Ése es el nombre de la criatura. Puede traducirse como "crear", y se supone que sólo se puede crear algo nuevo. Nada de jarrai o de segi, nada de continuar (supuestamente) en lo mismo. Aunque también puede traducirse como "surgir", una rama que surge de otra rama, al mismo tiempo una continuación y una novedad...

A los que desde pequeños hemos bebido de la marmita sentimental euskaltzale, la palabra nos recuerda, nos trae a la memoria, una canción entrañable: Izarren hautsa ("Polvo de estrellas"), de Mikel Laboa, con letra del querido y recientemente fallecido Xabier Lete. El polvo de las estrellas se convirtió un día en germen de vida y de él surgimos nosotros, "eta horrela bizitzen gara sortuz ta sortuz gure aukera / atsedenik hartu gabe" ("y así vivimos, creando y recreando nuestro ámbito / sin descanso"). ¿Cuántas veces habremos cantado el estribillo que redondea la canción? "Gu sortu ginen enbor beretik / sortuko dira besteak / borroka hortan iraungo duten / zuhaitz ardaska gazteak. / Bere aukeran jabe eraikiz / ta erortzean berriro jaikiz / ibiltzen joanen direnak: / gertakizunen indar ta argiz / gure ametsa arrazoi garbiz" / egiaztatuko dutenak" ("Del mismo tronco del que nacimos -sortu- nosotros, / nacerán otras ramas jóvenes que continuarán la lucha. / Que se constituirán en dueños conscientes de su futuro / levantándose de nuevo al caer: / que con la fuerza y evidencia de los hechos / convertirán en realidad racional / lo que en nosotros es sueño y deseo").

Tras la presentación de los estatutos del nuevo partido este pasado lunes, el portavoz socialista José Antonio Pastor afirmó que "lo que se ha oído hoy no se había oído con anterioridad y la música suena bien". Los populares, por su parte, insisten en recordarnos que no es más que una treta, el último intento desesperado para no desaparecer de las instituciones, para aferrarse a su ración de poder. No veo por qué ambos no pueden tener razón. Por supuesto que la ley de Partidos, la presión del Estado de derecho y de las instituciones democráticas (y de la gran mayoría de la sociedad vasca) han arrinconado y obligado a la "izquierda abertzale" a reinventarse o morir. Y han elegido reinventarse (bir-sortu). ¿Con convicción, de corazón? Es poco probable, pero al fin y cabo, ¿hasta qué punto puede mantenerse la esquizofrenia de decir una cosa y creer en otra, la hipocresía continua? Uno al final acaba interiorizando su discurso: la disonancia cognitiva es demasiado fuerte. Al menos eso es lo que todos queremos creer.

Pero hay un gran desierto en medio de su alegato, una explicación, una narración que les impide ser verdaderamente creíbles: ¿qué ha ocurrido -que les ha ocurrido- para entender que la violencia no es justificable? Y, si no lo es, ¿cómo piensan afrontar su pasado, cómo su futuro? ¿Qué les deben a las víctimas? Y más aún, ¿son sólo sus medios o también sus fines los que resultan cuestionables?

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