Exigencias a EE UU
Informaba Rafael Méndez en una crónica fechada el día 16 de enero en EL PAÍS del contenido de la nota verbal enviada por el Ministerio de Exteriores a Washington el pasado 21 de diciembre donde exigía a Estados Unidos que abordara "sin dilaciones" la limpieza de Palomares. Se estima que en esa zona de la provincia de Almería queda medio kilo de Plutonio que ha contaminado unos 50.000 metros cúbicos de tierra. La solución sería trasladarla a Estados Unidos porque España no tiene capacidad para almacenar ese material cuya radioactividad se mantiene miles de años y porque el principio de que "quien contamina, paga" exige que Washington se haga cargo de sus responsabilidades.
Un breve repaso hemerográfico, basado en el Diario Madrid, cuya colección propiedad de la Sociedad de Redactores tengo al alcance, permite una comprobación de cómo era la información en aquellos tiempos franquistas, que ya eran también de Fraga. Porque fue el 17 de enero de 1966, hace ahora 45 años, cuando un bombardero de la USAF, la Fuerza Aérea americana, con cuatro bombas nucleares a bordo, colisionó con el avión cisterna KC-135, que debía reabastecerle en vuelo sobre la vertical de Palomares. Pero la primera noticia, destinada a ocultar los hechos (de los que informó el mismo día la prensa americana) solo se publicó aquí una semana después, el 24, y aludía a que restos de un avión B-52 habían sido localizados en el mar. El 25, los titulares decían "normalidad en la zona de Palomares". Una constante esta de la normalidad que desconcertaba cuando ninguna anormalidad había sido comunicada con anterioridad. El 26 supimos que Washington prohibía los vuelos de aviones con armamento nuclear sobre territorio español, sin que antes hubiéramos sabido que se estaban efectuando. Luego vinieron noticias de la búsqueda de restos. La llegada de batiscafos y así hasta el 4 de febrero en que se localiza el "artefacto nuclear" caído en el mar. El 8 de febrero supimos que el B-52 transportaba cuatro artefactos nucleares. El 17 se rescata el artefacto, que el 19 se califica de "objeto importante". El 3 de marzo, la noticia era que no había peligro de contaminación en Palomares y el 8 se titulaba "En Palomares, la misma radiactividad que en la Puerta del Sol", mientras Fraga y el embajador americano se bañaban en aquellas playas almerienses.
El caso es que el Gobierno estadounidense solo respeta a quien se hace respetar
Pero volvamos a las negociaciones últimas, a partir de 2004, mantenidas desde hace años fuera del alcance de los medios de comunicación y que solo han salido a la luz al hacerse públicos los telegramas revelados por Wikileaks en la edición de EL PAÍS del 11 de diciembre pasado. Los planes del Centro de Investigaciones Energéticas y Medio Ambientales (CIEMAT), heredero de la antigua Junta de Energía Nuclear, contaban con el soporte financiero de Washington y la asistencia técnica del Departamento de Energía americano (DOE) para intentar la descontaminación radiactiva de una zona que ha tenido grandes desarrollos urbanísticos y en la que 118 personas han dado positivo en los análisis que estudian trazas de radiación. En 1997, durante el primer Gobierno del presidente Aznar, el DOE se comprometió a pagar el 25% del gasto anual del CIEMAT en vigilancia ambiental y médica lo que ha sumado tres millones de dólares en el periodo 1997-2007. Como las mediciones de radiación en el aire y los cultivos registraron 20 veces superiores al considerado aceptable para un lugar habitado, hubo advertencias del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) y entonces, sin ofrecer explicación pública alguna, la Ley de Acompañamiento de 2003 incluyó la expropiación de los terrenos afectados. Aznar iba a sacar a España del rincón de la Historia pero Palomares, mejor en las tinieblas.
Veremos en qué quedan las últimas exigencias españolas planteadas por el ministro Miguel Ángel Moratinos a Estados Unidos, tan preocupados de ceder para evitar precedentes en otras reclamaciones análogas que pudieran surgir. El caso es que Washington solo respeta a quien se hace respetar, como se comprobó cuando las negociaciones entre 1985 y 1988 del Convenio de Cooperación para la Defensa que redujo la presencia militar norteamericana en España, sin dañar las relaciones entre ambos países. Pero esta senda de hacernos respetar se olvidó enseguida para volver al entreguismo del entusiasta Aznar.
En línea con la derecha española, que siempre antepone a la autonomía de nuestras decisiones en política exterior la exigencia de nuestro alineamiento mecánico con Estados Unidos. Es lo que se contaba de aquella consulta del ministro Castiella, enumerando por teléfono a Franco las exigencias americanas que consideraba inaceptables. Hasta que el generalísimo le interrumpió para decirle "Castiella, a todo, que sí".
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