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OPINIÓN
Columna
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El anti-turista

Cincuenta años antes de que los sociólogos y los políticos hablaran del choque y la alianza de civilizaciones, un norteamericano de aspecto frágil había empezado a escribir relatos de gran vigor sobre ese choque traumático, sobre la atracción y el miedo a los otros, sobre la convivencia forzada en los límites y abierta al exceso. El hombre era Paul Bowles, un músico que un buen día de 1949, al publicar ya cerca de los cuarenta años su primera novela, El cielo protector, "se convirtió en el-escritor-que-también-compone-música, después de haber sido el compositor-que-también-escribe-literatura", en palabras de Ned Rorem, su amigo y colega en ambas disciplinas.

El cielo protector sigue seguramente siendo -gracias en gran medida a la estupenda película de Bertolucci- el libro más aclamado de Bowles, pero esa distinción es injusta con el resto de su obra de ficción. No hay en toda la literatura francesa de los años 1940/1950, fuente innegable de la inspiración de Bowles, una narrativa existencialista tan rica y tan honda, e incluyo en la comparación no sólo las novelas angulares de Sartre sino también las que más impacto hicieron en el norteamericano, El extranjero y La peste de Camus, cuya carrera quedaría truncada por el accidente de coche que le mató en 1960. Bowles fue un hombre longevo, aunque no por ello prolífico: sólo cinco novelas y varias colecciones de cuentos, ahora recopilados en una voluminosa selección por Alfaguara, coincidiendo oportunamente con el centenario de su nacimiento. En este libro, organizado y en parte traducido por su discípulo Rodrigo Rey Rosa, están las grandes piezas del más breve Bowles, quien, tras un arranque tímido como fabulador de fantasías gótico-moriscas, dio ya en 1945, con el extraordinario relato Un episodio distante, la medida de su talento y el signo de sus obsesiones.

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El viaje sin rumbo, los territorios desérticos o salvajes, el brote inesperado de la violencia, los deseos, no pocas veces soterrados, el artificial paraíso del alcohol y los alucinógenos. Sobre esas constantes se desarrolla su obra novelesca, en una articulación refinada y llena de ecos internos que dio, cuando su autor -cumplidos ya los ochenta- parecía agotado, un último y poderoso brote de crueldad y pasión oculta en la novela corta Muy lejos de casa (1992).

Todas las criaturas de Bowles tienen la vocación de la pérdida, en la doble acepción del término; una indolencia o fuerza interior les inclina a perderse en el largo camino de sus travesías, arrastrando asimismo la conciencia de una carencia irremediable. Nunca hay en sus libros finales felices.

A Bowles -como a sus protagonistas, que suelen ser expatriados europeos o estadounidenses- el paisaje exótico o excéntrico es el que más le inspira, guiándose en esas localizaciones ficticias por sus propias experiencias como modélico viajero atento, demorado, curioso y nunca depredador: el paradigma del anti-turista. Centroamérica, por la que viajó con frecuencia en la primera parte de su vida, da escenario a su tormentosa y absorbente novela Por encima del mundo, que cuenta con una singularísima galería de antagonistas. Y en el Caribe sucede uno de sus cuentos crueles más memorables, Páginas de Cold Point, delicadamente procaz.

Es sin embargo África el territorio natural de la obra, por no hablar de la vida, de Bowles, quien situó entre el Magreb y los confines del Sáhara una mayoría de sus novelas y cuentos. Nada complaciente en su descripción de la pobreza y los rudos hábitos de los nativos, el autor, implacable igualmente con sus occidentales, nunca toma partido ni condena, dando un protagonismo heroico a dos de sus personajes norteafricanos, el Amar de la novela de Fez La casa de la araña (1955) y la también adolescente Malika del extenso cuento Aquí para aprender (1979), embarcada en un picaresco tour por Europa y América.

Déjala que caiga es, para mi gusto, su obra maestra, y yo diría que uno de las grandes novelas del medio siglo XX. Siguiendo una peripecia ligada estrechamente a la ciudad de Tánger, Bowles traza uno de sus habituales descensos al infierno, mientras retrata con un estilizado verismo las distintas capas sociales y el turbio ambiente de la ciudad cuando aún era zona internacional.

Cuentos reunidos. Paul Bowles. Traducción de Rodrigo Rey Rosa, Nicole d'Amonville Alegría y Héctor Silva. Alfaguara. Madrid, 2010. 512 páginas. 24,50 euros.

Paul Bowles (Nueva York, 1910-Tánger, 1999), fotografiado en Tánger en 1975.
Paul Bowles (Nueva York, 1910-Tánger, 1999), fotografiado en Tánger en 1975.DORA CORRINGDON

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