"No escuchamos a medio mundo: los menores de 25 años"
Marc Prensky aún recuerda a aquel crío que le espetó todo serio: "¿Sabes? ¡Antiguamente había que memorizar los números de teléfono!". Sí, las transformaciones son muchas y veloces. "Cuando el mundo no cambia, es fácil educar a los chavales para el resto de su vida", explica Prensky, que viene sin apetito. Como no come carne, pide anchoas y marmitako.
A este experto en educación y aprendizaje que se hizo maestro "para no ir a la guerra de Vietnam" le preocupa que lo que se enseña hoy en la escuela no casa con el mundo de ahí fuera. "El currículo es viejo, viejo, viejo. Enseñamos a leer libros sobre nada importante, a escribir a mano con buena letra, a calcular de cabeza, a memorizar tablas... Y todo esto ya no es tan útil como antes". Ya. ¿Y usted qué propone? "Los alumnos deben aprender a resolver problemas solos, con el profesor como guía. Enseñaría a programar máquinas o, en clase de matemáticas, a entender las encuestas", dice este neoyorquino que en 2001 parió el concepto nativos digitales (para los que usar un ordenador es tan natural como hablar su lengua materna).
El padre de la idea 'nativos digitales' propone reinventar el aprendizaje
Prensky recorre el mundo dando charlas con un mensaje: reinventemos el aprendizaje. Propone, por ejemplo, enseñar mediante videojuegos. Tiene una empresa, Games2train, y entre sus clientes, el Departamento de Defensa de EE UU o Microsoft.
Cuenta Prensky que la mayor queja de los estudiantes de todo el planeta es que sus profes hablan y hablan y hablan. Lo sabe porque ha preguntado a miles. Su sugerencia: en vez de darles una lección sobre las causas de la Guerra Civil, darles 15 minutos para que las averigüen. Y luego hablarlo con ellos. "Les gusta ser activos", recalca. A diferencia de otros especialistas, mira la educación a través de los ojos del alumno.
Siempre anima a los críos a seguir sus pasiones. Asegura que si lo haces con seriedad le funciona a cualquiera. Cuenta que él, que creció en una casa de protección oficial y luego fue a Harvard y a Yale con becas, ha sido concertista, profesor en dos etapas de su vida, etcétera. Opina que los profesores deben encauzar ese entusiasmo. "Si a un chaval le interesa el deporte le tienen que decir: 'Bien, que sepas que puedes ser mánager, entrenador, jardinero del campo de fútbol, diseñar estadios, periodista...'. ¡Hay tantas opciones!". Explica que hace un siglo "las autoridades no escuchaban a medio mundo, las mujeres. Hoy no escuchan a otro medio, a los menores de 25 años". "Este guiso está muy bueno", suelta.
Resulta que Prensky ya ha estado en España. Recibió clase de guitarra en Andalucía durante cinco veranos a mediados de los setenta. "Había dos guardias civiles en cada esquina", recuerda y, como no ha regresado desde entonces, pregunta: "¿Aún llevan aquel sombrero?". El Foro Global de Educación, de la Fundación Sek, le trajo esta vez a Madrid.
Sabe bien que la solución no es sencilla y que, sin implicar al profesorado, los cambios beneficiarán a los de siempre, a los mejores. Y a él le "interesa el resto", los del montón. Tiene un hijo de cuatro años. ¿Dónde estudia? "Afortunadamente puede ir a una escuela pública en Nueva York".
Deja unos hermosos trozos de bonito en el plato por lo demás inmaculado. ¿No le gusta? "Demasiado hecho para mí". Le gusta más crudo. Su esposa es japonesa.
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