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LOS PAPELES DEL DEPARTAMENTO DE ESTADO

Los cables dibujan una Rusia corrupta y en manos de Putin

El primer ministro gobierna entre bastidores - El aparato de seguridad, controlado por el ex presidente, representa un poderoso grupo de presión a favor de un Estado más autoritario

Pilar Bonet

El presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, no toma "ninguna decisión importante" sin consultar de forma "casi siempre oscura para el mundo exterior" con el primer ministro, Vladímir Putin, quien "gobierna entre bastidores" y capea las crisis. El embajador norteamericano en Moscú, John Beyrle, preparaba así al director del FBI, Robert Mueller, para una visita a Rusia. Era el mes de noviembre de 2009. Medvédev llevaba ya año y medio en la jefatura del Estado, pero, visto desde fuera, el tándem dirigente respondía aún al modelo de Batman (Putin) y Robin (Medvédev). Los diplomáticos estadounidenses habían recurrido a esta imagen de cómic un año antes para sintetizar una de las tres opiniones de sus contactos rusos (las otras eran el afianzamiento de Medvédev frente a Putin y la unanimidad de ambos).

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"No debe hacerse ilusiones sobre sus interlocutores", advertía Beyrle al jefe del FBI, refiriéndose al director del Servicio Federal de Seguridad (SFS), Aleksandr Bórtnikov; el director del Servicio de Espionaje (SIE) , Mijail Fradkov, y el ministro del Interior, Rashid Nurgalíev. Todos ellos, señalaba, representan a los siloviki (denominación rusa de los Ministerios de Defensa, Interior y Seguridad), "instituciones que se sienten amenazadas -ideológica y materialmente- por la política de borrón y cuenta nueva en las relaciones bilaterales con EE UU" y que se parecen más a la Ojrana (la policía secreta zarista) que a instituciones de seguridad occidentales.

Estos "protegidos de Putin", explicaba, "dominan la economía y los servicios de seguridad" y "creen que "la respuesta a la mayoría de los problemas" es "un Estado fuerte que ejerza control político y económico eficaz". "Sus tres interlocutores", proseguía, "acumulan poder político", "empleando la ley contra sus enemigos" y "transformando los juzgados en armas". Partidarios de "apretarles los tornillos a la oposición interna y a sus supuestos apoyos exteriores, principalmente EE UU y sus aliados occidentales", los siloviki controlan gran número de personal y recursos. Pese a sus similitudes, "compiten entre sí por la influencia" y protagonizan "opacos conflictos que en ocasiones emergen a la superficie". "Los analistas independientes creen que en los servicios de seguridad hay personas vinculadas con el crimen organizado", escribía Beyrle. Putin hizo carrera como oficial del KGB (Comité de Seguridad del Estado de la URSS), fue destinado a la República Democrática Alemana y más tarde llegó a dirigir el SFS. En un informe basado en expertos del sector petrolero, la embajada advierte en noviembre de 2008 de los rumores según los cuales la empresa suiza Gunvor es una de las fuentes de la "riqueza secreta de Putin". Gunvor controla hasta el 50% de las exportaciones de petróleo rusas y pertenece a Gennady Tímchenko, un colega de Putin en el KGB.

Beyrle señalaba que los siloviki se oponían a los "modernizadores", los sectores que vinculan el futuro del país con la integración en la economía mundial, la transparencia y la aplicación de la ley, y que son la base de Medvédev, el "socio menor" y un "firme abogado de la modernización económica, política y tecnológica". Tras las "revoluciones de colores" en Georgia (2003) y en Ucrania (2004), los servicios rusos han incrementado sus actividades contra EE UU y otros países occidentales a los que "culpan" de aventar aquellas protestas. "El hostigamiento contra todo el personal de la embajada se ha disparado en los últimos meses a un nivel no visto en muchos años", afirmaba Beyrle.

El embajador citaba allanamientos domiciliarios, actividades contra el personal ruso de la sede y permanente vigilancia a los diplomáticos. Beyrle no esperaba cambios a medio plazo.

"El águila rusa tiene dos cabezas", le explicaba Mijail Margélov, jefe de la comisión de Exteriores del Consejo de la Federación (Cámara alta del Parlamento) a un representante norteamericano en junio de 2008. El nuevo presidente "no es una marioneta y pronto dominará la situación de modo incuestionable", afirmaba Margélov, según un despacho confidencial. En su opinión, Medvédev era "un estudiante que había aprendido mucho de sus maestros" y por supuesto del "decano de la facultad", es decir Putin. La lucha contra la corrupción indicaría la seriedad del presidente. Putin, alegaba el senador ruso, trabajaba duro para proteger al discípulo de su propio entorno. Esta idea de Putin como protector de Medvédev frente a unos siloviki sin escrúpulos ha sido expresada por otros contactos de la embajada.

La guerra con Georgia en agosto de 2008 fue la prueba de fuego del tándem dirigente. Un influyente periodista ruso contó a los norteamericanos que, en una cita en San Petersburgo en junio de aquel año, Medvédev propuso al presidente Mijail Saakashvili arreglar "entre nosotros" los problemas de los secesionistas de Georgia. Cuando el georgiano atacó Tsjinvali, la capital de Osetia del Sur, en el tándem ruso no hubo fisuras, aunque, según Beyrle, "Medvédev pestañeó" y evidenció la necesidad de "un regente". En su opinión, la guerra mostró que Putin había sido "el hombre en quien la mayoría de los rusos confían para proteger sus intereses nacionales". En Pekín, donde asistía a los Juegos Olímpicos, el primer ministro dio el tono y posteriormente vigiló el acuerdo de alto el fuego con Georgia negociado con la mediación del francés Nicolas Sarkozy. "Pálido y cansado", Medvédev fue aprendiendo sobre la marcha y siguiendo las instrucciones de su mentor. Después, el tándem se reequilibró y Medvédev adoptó un papel más prominente, según los despachos de la embajada. A partir del otoño de 2008, la crisis económica mundial reemplaza la guerra con Georgia como medida de la relación con Estados Unidos.

A juzgar por las fuentes, Putin se ha resistido a un papel secundario y ha rechazado la idea de crear con el vicepresidente norteamericano, Joe Biden, una nueva comisión bilateral como la que codirigieron el jefe del Gobierno, Víctor Chernomyrdin, y el vicepresidente norteamericano, Al Gore, siendo Borís Yeltsin presidente de Rusia. En octubre de 2008, el oligarca Vladímir Potanin, considerado cercano al primer ministro, advirtió al embajador que Obama debería tener "una relación separada y una agenda con Putin". "Potanin dijo contundente que, dejando aparte las sutilezas diplomáticas, Putin era aún el poder real en Rusia y el nuevo presidente tiene que tratar con él directamente para que las relaciones mejoren", escribía la Embajada de Moscú. Citando fuentes rusas, Beyrle afirmaba que es "muy importante que Putin no se sienta marginado cuando la Administración de Obama haga sus primeros contactos con la dirección rusa".

A veces, son los aliados de Rusia quienes aleccionan sobre el tándem del Kremlin. La Embajada de EE UU en Astaná cita a un asesor de política exterior del presidente de Kazajistán, Nursultán Nazarbáyev, según el cual Medvédev se habría presentado como el "representante de una nueva generación", "no envenenado por la historia de antiamericanismo durante la guerra fría" y "dispuesto a trabajar con Washington", pero "irritado" por su política de instalar una defensa antimisiles y ampliar la OTAN.

Por su parte, el presidente de Azerbaiyán, Iljam Alíev, califica a Medvédev como "un intelectual moderno de una nueva generación", pero rodeado de gente que no controla y subordinado a Putin. "No se pueden hervir dos cabezas en una misma olla", afirmó el azerbaiyano, según un informe confidencial de la Embajada en Bakú.

Washington ha estado atento a las opiniones de los europeos. En 2008, Merkel no quería reunirse con Putin por no darle protagonismo, pero en diciembre de 2009 los norteamericanos informaban confidencialmente desde Berlín de que el Ministerio de Exteriores de Alemania "se está preparando" para el posible regreso de Putin a la presidencia en 2012, lo que resultaba "muy probable". Los franceses creían que Medvédev adoptaba cada vez con más frecuencia posiciones opuestas a Putin y era más abierto a Occidente, a la modernización y a los temas legales, según afirmaba en septiembre de 2009 un documento secreto de la Embajada en París. La actitud francesa puede resumirse en el lema "apoyar a Medvédev y tolerar a Putin", advertía aquel mismo mes un diplomático norteamericano. El presidente francés "ha intentado también acercar y cultivar" a Medvédev por encima de Putin, con la "esperanza de reforzar a los relativamente moderados en Moscú", dijeron los norteamericanos en marzo de 2009. En una conversación con la secretaria de Estado, Hillary Clinton, el ministro de Exteriores francés, Bernard Kouchner, consideró que Medvédev era un "tipo normal, por lo menos mejor que Putin", y le elogió por "haber tomado la sensata decisión de no instalar misiles Iskander en Kaliningrado", según un documento secreto en febrero de 2009.

Medvédev admite la posibilidad de sanciones a Irán, pero la embajada norteamericana creía en otoño de 2009 que la decisión en este ámbito correspondía a Putin, porque las sanciones tendrían un gran impacto en la economía rusa y en las empresas que controlan la exportación de armamentos y de equipo nuclear, que son parte de las competencias del primer ministro. Tras una conversación con Yuri Ushakov, consejero de Putin y ex embajador de Rusia en Washington, Beyrle opinaba que era necesario mantener a Putin controlado especialmente mientras seguían abiertos los problemas de Irán y del tratado de desarme nuclear START. Esto, señalaba Beyrle, era "clave" para asegurarse de que ninguno de los siloviki ponía en peligro estas prioridades para promover sus propios intereses.

Medvédev también discrepa de Putin en su valoración de la historia. Para el primer ministro la mayor tragedia del siglo XX fue la desintegración de la URSS; para el presidente, la revolución bolchevique de 1917, según un documento secreto de la Embajada en Moscú en el que se cita una conversación de Medvédev con la canciller alemana, Angela Merkel.

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Soldados rusos desfilan en la plaza Roja de Moscú.
Soldados rusos desfilan en la plaza Roja de Moscú.REUTERS
El presidente ruso, Dmitri Medvédev (derecha), y el primer ministro, Vladímir Putin, en la residencia del primero a las afueras de Moscú, el pasado 1 de octubre.
El presidente ruso, Dmitri Medvédev (derecha), y el primer ministro, Vladímir Putin, en la residencia del primero a las afueras de Moscú, el pasado 1 de octubre.REUTERS

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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