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Columna
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Jorge Sanz

Carlos Boyero

Sabía de Larry David, que junto a Jerry Seinfeld era el muy inteligente creador de esa serie tan atrevida como mordaz llamada Seinfeld. También, a través de las entusiasmadas recomendaciones de amigos nada proclives a profesar culto hacia productos concebidos para la televisión, que el propio David era el desvergonzado protagonista de su propia realidad en la serie Curb your enthusism. Tuve la desgracia de ver algún episodio en la tele, en horario de saldo y con un doblaje aún más chirriante de lo habitual. No pillé su aclamada gracia. Pasé de ese señor tan sofisticadamente friki que se interpretaba a sí mismo. Volvía a encontrármelo encarnando el tragicómico álter ego de Woody Allen (con una añadida maldad de la que carece el Allen actor) en la muy divertida Si la cosa funciona. Me pareció un actor tan notable como raro. Y cuando recuperé en DVD las primeras temporadas de Curb your enthusiasm comprendí entre frecuentes carcajadas el talento de Larry David, su capacidad para reírse de todo utilizando la cotidianeidad, las miserias, las manías y los exabruptos de su gruñón, deslenguado, incorrecto y sulfúrico personaje.

Veo de un tirón los seis episodios que componen la serie ¿Qué fue de Jorge Sanz? y compruebo la legítima fuente de inspiración de su creador David Trueba. El resto es autónomo, incluido el genuino ingenio al filmar las escasas venturas y numerosas desventuras de ese Jorge Sanz, que fue una estrella del cine nacional y que ahora sobrevive como puede, con historias en las que conviven el patetismo y la comicidad, el realismo y el esperpento.

Solo Trueba y Jorge Sanz saben la proporción entre lo ficticio y lo real, lo imaginado y lo vivido, lo espontáneo y lo ensayado, en el retrato de lo que le ocurre a este hombre en perdurable ruina profesional y más que problemática vida familiar y sentimental. Pero resulta muy grato como espectador ver los disparates, equívocos hilarantes, trampas continuas en la dura misión de tener que buscarse la vida día a día y escuchar los muy naturales parlamentos (lástima no conciba la construcción de una frase sin que aparezca varias veces la palabra "tío") entre Sanz, su impagable agente y la fauna que deben seducir. Y te quedas con ganas de continuar siendo testigo de este disparatado personaje.

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