"En Italia se prefiere el debate a la solución"
Al principio, bombo y platillo. Luego, criba y tijeras. La Junta de derechas que administra Milán se reunió tres veces para evaluar la conveniencia de promover el evento. Fue necesaria la bendición de la curia y el permiso del consejero delegado de la Bolsa. Es atormentada la historia de la exposición que la capital italiana del arte de vanguardia dedica a su artista más popular y cotizado, Maurizio Cattelan (Padua, 1960). Tras la censura municipal, la idea inicial, la de una retrospectiva con una decena de obras, se ha quedado en la exhibición -abierta al público en horario reducido- de tres piezas, más una escultura colgante que representa una mano con todos los dedos mutilados, salvo el medio, que va a estar situada frente a la Bolsa durante solo 10 días. Los carteles que anunciaban la apertura de la exposición, con su Hitler arrodillado como rezando, fueron bloqueados por el Ayuntamiento. En las calles y en la web del Palazzo Reale que la acoge no hay ni rastro de la exposición. Mientras, el Guggenheim de Nueva York está preparando para 2011 una importante retrospectiva de la superestrella italiana y una obra suya fue subastada por ocho millones de dólares. Él parece casi resignado a despertar polémicas en su ciudad adoptiva: en 2004 ahorcó de un árbol unos maniquíes-niños indignando a muchos ciudadanos e instituciones, que tampoco habían apreciado cuando diez años antes había llevado a París y Londres los escombros del Pabellón de Arte Contemporáneo de Milán volado en un atentado mafioso que mató a cinco personas, comentando que exportaba lo mejorcito de su país. Esta vez las medidas fueron preventivas y tomadas directamente por el Ayuntamiento. "Había discrepancia entre lo que querían y el presupuesto del que disponían. Eliminaron las obras consideradas incómodas y, al cabo de tres aplazamientos, llegamos a un acuerdo", afirma en una entrevista por correo electrónico.
PREGUNTA. No era solo cuestión de presupuesto, entonces...
RESPUESTA. En Italia existe un gusto innato por la polémica, se suele preferir el debate a la solución. Si asumimos esta actitud en justas dosis, puede ser aceptable. Es como con el huevo de Pascua: lo compras por la sorpresa que lleva dentro, pero al final lo que disfrutas es el chocolate.
P. ¿Al cabo de tanto control previo está satisfecho con el resultado?
R. Sí. En las coyunturas complicadas, suelen brotar las mejores cosas. Esta certeza me ha empujado a no tirar la toalla. Y también la escultura de la peineta frente a la Bolsa, un proyecto en el que creo mucho.
P. Lo que quedó fue un tríptico: el Papa derrumbado por el meteorito, la mujer crucificada y el niño con el tambor.
R. Hacia el final de la preparación, me di cuenta de que las tres obras salvadas tienen para mí un significado especial. Componen una familia disfuncional, como fue la mía: una mujer mártir, un padre que considera desafiada su autoridad y un chico cerrado, indescifrable. Fue una lectura imprevista. En otras condiciones no habría llegado a ello.
P. La Diócesis de Milán ha aprobado La Novena Hora (el Papa abatido), definiéndola como una obra sobre el sufrimiento humano. ¿Qué ha pasado? ¿La Iglesia se ha redimido al cabo de diez años o su escultura ha dejado de tener poder irreverente?
R. Esa obra de 1999 levantó ampollas durante muchos años. Los ataques más contundentes llegaron de la política, no de la Iglesia. Nunca busqué realizar una obra abiertamente irreverente: trabajo con las imágenes y la idea del Papa derrumbado por un meteorito me pareció una imagen fuerte. Nada más. La interpretación de la curia me alegró, pero la lectura de una obra siempre queda subordinada al periodo histórico. Cuando realicé La Nona Ora, Juan Pablo II estaba vivo. Quizá hoy ha cambiado algo: hay mayor inclinación a asociar su figura con algo solemne y celebratorio.
P. Usted es autodidacta: ¿cómo elabora sus esculturas?
R. Se trata de un proceso de colaboración. Mi nivel de involucramiento varía según los casos. Suelo arrancar con una idea. La dejo encima de la mesa hasta que cobra forma definitiva. A veces es cuestión de minutos, otras de meses.
P. Fue y es también editor de revistas: Charley, Permanent Food y ahora Toilet Paper. ¿Qué sentido tienen estas experiencias?
R. Las tres se parecen, aunque nacieron en momentos distintos y con premisas vinculadas con aquel momento. No creo que contengan voluntad de provocar. Desde un punto de vista estético y teórico se trata de reposicionar algunas imágenes en un contexto que altera sus posibilidades y límites. Sin embargo, no tiene sentido hablar de ello. No llevan texto precisamente para fortalecer el concepto de que lo que cuenta es la interpretación de la imagen.
P. ¿Qué características tiene que lucir una imagen para llamar su atención?
R. Depende de muchos factores, desde el contexto en que se halla hasta mi humor del momento. Me acerqué al arte también porque no es una ciencia exacta. Incluso desmontando una imagen por completo y de forma analítica, siempre te quedas con un cambio en la mano. Lo que me gusta es trabajar sobre esta cantidad indefinida.
P. Aparte de escultor es un activista cultural. Creó la Wrong Gallery en Nueva York. ¿Esas acciones piden cambios fundamentales? ¿Cómo imagina el sistema del arte en el mundo ideal?
R. En el mundo ideal, la Wrong Gallery no hubiera podido existir. El sistema del arte ha cambiado a lo largo de los siglos, pero siempre ha estado allí, de la antigua Grecia al Renacimiento. Se trata de un ecosistema: para seguir viviendo necesita alimentarse tanto de células negativas como de positivas. Vale lo mismo para los medios de comunicación. Si no existiera la información, ¿cómo se podría hacer contra-información?
P. ¿Es lo que tiene que hacer un artista? ¿Alzar la voz ante la sociedad?
R. No obligatoriamente. Algunas de las más grandes revoluciones de la historia nacieron en voz baja, como el cristianismo en la Roma antigua.
P. ¿No está cansado de que su nombre se asocie siempre con adjetivos como "polémico", "controvertido", "incómodo"?
R. Me costó identificarme con estas descripciones de mí mismo o de mi trabajo, pero ya no pierdo tiempo pensando en ello. A fin de cuentas, ¡podrían decir cosas mucho peores!
P. El mercado del arte termina por absorber hasta las manifestaciones más feroces en su contra. ¿Es un fracaso inevitable para el artista?
R. Si la cuestión se pone en términos tan absolutos, el artista no tiene esperanza alguna, es un fracasado antes de empezar. Pero es más sutil. Si lo interpretas de la forma adecuada, incluso el mercado puede contribuir al reconocimiento de tu trabajo. Lo importante es no confundir el precio de una obra con su valor artístico. Se ven cosas inútiles que cuestan un montón de dinero y cosas importantes que no cuestan nada.
P. En el ring de boxeo del arte: ¿a quién le gustaría enfrentarse a Damien Hirst o a Jeff Koons?
R. Me subiría al ring a condición de ejercer de árbitro: sigue el duelo desde una posición privilegiada y al fin y al cabo es el único seguro de que bajará con sus propias piernas.
Maurizio Cattelan. Palazzo Reale. Piazza del Duomo, 12. Milán. Hasta el 6 de noviembre.
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