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Crónica:TURQUÍA 64- ESTADOS UNIDOS 81 | MUNDIAL 2010 | Cuarto título de EE UU
Crónica
Texto informativo con interpretación

Kevin Durant, una mina de oro

Estados Unidos se proclama campeón 16 años después, tras superar la presión y la zona de Turquía gracias a su estrella que anotó 28 puntos en la final

Robert Álvarez

Kevin Durant selló su certificado de garantía como nuevo icono del baloncesto universal y rescató el oro del Mundial para Estados Unidos 16 años después en el ambiente más adverso posible. Los estadounidenses conquistan su cuarto Mundial tras Brasil 1954, España 1986 y Canadá 1994.

Turquía era la última prueba de fuego y la estrella naciente de la NBA, el espigado y filiforme chaval nacido hace 21 años en Washington, volvió a demostrar su majestuoso estilo y su demoledora muñeca. Como si flotara sobre la cancha, con un punto de serenidad conmovedor, una mano casi infalible, unos movimientos y una inteligencia que le permiten ser efectivo en cualquier punto del parquet y enfrentarse por igual a grandes que a pequeños, el genial jugador de los Thunder de Oklahoma se adueñó de la final. Es una mina de oro, un pozo de puntos sin fondo, un tipo que en silencio, solo a base de hechos, imprime carácter y abandera a su equipo.

TURQUÍA 64- ESTADOS UNIDOS 81

Turquía: Tunçeri (7), Onan (7), Türkoglu (16), Ilyasova (7) y Asik (5) -equipo inicial-; Guler (0), Arslan (6), Ermis (0), Erden (9), Savas (3) y Gonlum (4).

Estados Unidos: Rose (8), Billups (4), Iguodala (4), Durant (28) y Odom (15) -equipo inicial-; Westbrook (13), Curry (3), Gordon (0), Gay (6), Granger (0), Chandler (0) y Love (0).

Árbitros: Maranho (Brasil), Lamonica (Italia) y Arteaga (España). Sin eliminados.

15.000 espectadores en el Sinam Erden Dome de Estambul.

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El jugador total

Turquía le dio todas las vueltas que pudo a la rosca pero siempre acabó estrellándose contra Durant. El mérito del seleccionador estadounidense, Mike Krzyzewski, fue armar un grupo digno de servir a semejante águila. Lo consiguió enviando a una estrella como Rondo para casa antes de empezar y haciendo desaparecer el ego de todos y cada uno de sus jugadores. Puso a trabajar como obreros rasos a Odom e Iguodala bajo los aros y apagó las ínfulas de algún afamado chupón como Rudy Gay.

La duda es si, privado de Durant, el equipo americano hubiera acabado naufragando contra la zona defensiva turca o hubiera podido desquiciarse por la presión del público y la habilidad de Türkoglu y compañía para rentabilizarla enredando a los rivales y a los árbitros. Durántula evitó que se despejara la incógnita y Krzyzewski también al no darle resuello, una lección para muchos entrenadores que en honor de esquemas tácticos y preconcebidos empequeñecen el papel de las figuras de sus equipos reduciendo sus minutos de juego.

El manantial de puntos del número 5 americano se hizo imprescindible para un equipo que, pese a su magnífica defensa y al talento de sus componentes, se encontró incómodo frente a la defensa en zona de los turcos. Durant concluyó con 28 puntos y suyos fueron siete de los ocho triples de los estadounidenses cuando la situación era más comprometida para ellos. El resto del equipo hasta entonces había sumado uno en 15 intentos.

El partido siempre tuvo color americano. Apenas duró seis minutos la carga inicial de Turquía, de la mano de Türkoglu (15-14) y un primer pero efímero empeño de negar puntos de contraataque a su rival. Ajustadas las piezas, incluso recurriendo puntualmente a Curry para que aportara mayor amenaza en el tiro exterior, los estadounidenses fueron imponiéndose en todos los aspectos del juego. Türkoglu se apagó en la segunda parte e Ilyasova repitió su actuación gris de las semifinales ante Serbia. De todas maneras, nada ni nadie dio la más mínima sensación de poderle robar el protagonismo a Durant y el oro a una selección que actuó como pocas veces había hecho, como un auténtico equipo.

Durant celebra la victoria con Granger ante Ermis.
Durant celebra la victoria con Granger ante Ermis.AP

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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