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Reportaje:

Un hito que marcó la historia

Cataluña vibró hace 25 años, cuando la expedición Caixa Barcelona holló el Everest

El blanco de la nieve era inmaculado; el frío, intenso, y hacía poco viento en aquella cumbre de 8.848 metros. Y entonces surgió un grito en el vacío, un hombre en la cumbre del mundo proclamaba un hecho que marcó la historia de un pueblo: "Catalunya ha fet el cim! Visca, visca!". Òscar Cadiach, el primero en llegar a la cima del Everest aquel 28 de agosto de 1985, no sabía el alcance de sus palabras. Era un alpinista, un hombre acostumbrado a este tipo de hazañas que, a través del walkie-talkie, decía a sus compañeros del campo base que estaba allí, que la expedición financiada por Caixa de Barcelona había culminado su objetivo. Pero nunca pensó que aquella frase llegara a toda Cataluña ni que la ascensión que culminaron él, Antoni Sors y Carles Vallès -además de tres sherpas- se convertiría en un acto de afirmación nacionalista.

Cadiach, Vallès y Sors se jugaron la vida en un vivac a 8.600 metros
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Ahora, 25 años después, Conrad Blanch, jefe de la expedición que formaron 14 alpinistas catalanes y cinco sherpas, se confiesa aún sorprendido por el impacto mediático y social que tuvo la primera ascensión catalana al Everest. "Sabíamos que había mucho seguimiento, porque nuestras familias nos explicaban que había expectación", dice Blanch, ahora ya con 61 años y todavía en la brecha de la alta montaña. "Pero no esperábamos un recibimiento como el que tuvimos en el aeropuerto, ni que luego pudiéramos acudir a los balcones de la Generalitat y del ayuntamiento. Éramos alpinistas y no estábamos acostumbrados a aquello. Con el tiempo, hemos visto cómo la frase hem fet el cim quedó como emblema de cualquier hazaña. Se vivió con intensidad. Y todo quedó envuelto de un sentimiento de afirmación catalanista que a todos nos llenaba de orgullo".

La hazaña fue importante. No fue una simple ascensión, porque la vía que se habían planteado no era la habitual. La arista noreste desde el Tíbet ni se tenía en cuenta por los múltiples problemas con los visados chinos. Solo la habían culminado unos japoneses en 1960 -y existen serias dudas-, un ejército chino de 300 componentes en 1975 y Reinhold Messner en 1980, pero no por la vía noreste. Así que la expedición catalana fue la primera occidental que ascendió por esa arista. "Es muy exigente, porque permaneces mucho tiempo por encima de los 8.000 metros. La hicimos sin oxígeno y en el mes de agosto, con nieve tierna", comenta Blanch.

El día en que los tres alpinistas catalanes hollaron el Everest, aquel 28 de agosto de hace 25 años, era ya la cuarta vez que lo intentaban en la misma expedición. "Habíamos estado trabajando en equipo desde el principio. Y en cada intento íbamos abriendo camino y dejando campamentos. Solo gracias a eso nosotros tres pudimos llegar a la cumbre", reconoce Vallès. Tras el segundo intento, en que Cadiach y Enric Lucas alcanzaron los 8.000, en la base se recibieron dos telegramas: en el primero, para Lucas, le decían que debía regresar por una cuestión laboral; el segundo era de la esposa de Cadiach: "faràs el cim i arribaràs al part [estaba esperando una hija]".

En el cuarto intento, tres catalanes y tres sherpas partían desde un campamento instalado a 8.450 metros. Les quedaban 400. "Si abrís el camino hasta el segundo escalón, yo lo afrontaré y haremos cumbre", dijo Cadiach a los sherpas. Partieron a las dos de la madrugada y a las ocho de la mañana estaban ante una pared de 50 metros, el segundo escalón. "A 8.650 metros, escalar aquello es una odisea. Tardé dos horas. Pero había abierto el camino hacia la cima. Todavía tardamos seis horas en hacer los últimos 148 metros".

Cadiach y su sherpa fueron los primeros en llegar. Después llegó Sors y una hora después Vallès. "Les dije que se esperaran, porque el descenso sería mucho más duro en solitario", explica Blanch. Dos sherpas bajaron hasta el campo de 7.800 metros. Pero los tres catalanes y un sherpa tuvieron que hacer un vivac a 8.600 metros en el que se jugaron la vida. "Hicimos un agujero en la nieve para protegernos los cuatro abrazados y evitar así la temperatura de 25 grados bajo cero. Alternábamos los del medio. Y por el walkie nos iban hablando para mantenernos alerta y evitar así una muerte segura. El principal problema era perder el conocimiento por la falta de oxígeno", explica Cadiach. "Si no hubiera sido verano, no habrían bajado", corrobora Blanch.

A las ocho de la mañana del día siguiente, Sors comenzó a andar. Pero Cadiach y Vallès no reaccionaban. "Entonces, le dije a Carles: 'o nos levantamos o nos quedamos aquí para siempre'. Dimos unos pasos". Después un sherpa les trajo oxígeno. Y bajaron. Mientras tanto, Blanch tuvo que disuadir a Nil Bohigas para que no hiciera un último intento en solitario partiendo del campo de 7.800 metros. "Mi perspectiva era la de un alpinista que se veía con fuerzas para subir", cuenta Bohigas. "La de Blanch era la de un jefe de expedición que quería evitar problemas. Podía hacerlo, pero comprendo su decisión".

La expedición se culminó con éxito. Cataluña había llegado a la cumbre más alta del mundo. La conquista del Everest se ha convertido 25 años después en un hito que marcó la historia.

Conrad Blanch, en el monumento de Taradell a la expedición.
Conrad Blanch, en el monumento de Taradell a la expedición.SUSANNA SÀEZ

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