La UE debe citar a Dawkins
Los presidentes de la Unión Europea, de la Comisión y del país que ejerza la presidencia de turno en otoño se reunirán con los representantes de las principales logias masónicas de Europa. El anuncio fue hecho esta semana por la portavoz de la Comisión y ha dejado a más de uno perplejo.
La confusión no se produce tanto porque los dirigentes de la UE quieran hablar con los representantes masónicos (¿por qué no?), sino porque se trata de un contacto absolutamente formal y periódico. La cosa es que la UE se obligó, por el artículo 7 del Tratado de Lisboa, a mantener "un diálogo regular, abierto y transparente con las Iglesias y los grupos religiosos de los Estados miembros" y que compensó esta nueva relación, que nunca había existido de manera institucional, con Iglesias y religiones, añadiendo otro párrafo que decía: "Así como con las organizaciones filosóficas y no confesionales".
Si las autoridades europeas deben oír a Iglesias y logias masónicas, ¿por qué no a un intelectual ateo?
Ahí es donde entran las logias masónicas, agrupadas junto con la Federación Humanista Europea (una ONG registrada en Bélgica en 1992, con el objetivo de promover "el secularismo y una visión humanista de los valores culturales, sociales y éticos de Europa"), las tradicionales Federaciones de Defensa de los Derechos Humanos o la Asociación Europea del Pensamiento Libre, que tiene por objetivo "difundir y propagar los principios del Siglo de las Luces".
El presidente de la Federación Humanista, que reúne a ONG de 20 países distintos (entre ellas, la española Europa Laica), David Pollock, confesó en Euobserver.com que la convocatoria le parecía "un poco extraña", porque "las grandes logias son seculares y defienden la separación de las Iglesias y los Estados, pero al mismo tiempo hablan de un Gran Arquitecto del Universo y otros galimatías". Pollock no comprende bien cómo integrarlas bajo la rúbrica "grupos no-religiosos".
Visto fríamente parece que si la UE está ahora obligada a escuchar la opinión de obispos católicos y protestantes, rabinos, imanes, dirigentes de la comunidad hindú, de los sijs o de la Conciencia Krishna (que son exactamente con quienes se reunió el pasado lunes), busque, por lo menos, a un exponente indiscutible del ateísmo. Por ejemplo, ¿por qué los tres presidentes de la UE no se reúnen, obligatoria y periódicamente, con Richard Dawkins, que, al fin y al cabo, es un intelectual reconocido y famoso por sus debates contra el dogma religioso? Muchos europeos nos sentiríamos, probablemente mejor representados por él que por las Grandes Logias, o, por lo menos, nos complaceríamos más escuchando sus intervenciones que las del Gran Maestre del Gran Oriente.
Juzguen, si no, una de las últimas intervenciones de Dawkins: "La fe revelada no es una tontería inofensiva, puede ser una tontería letalmente peligrosa. Peligrosa porque le da a la gente una confianza firme en su propia rectitud. Peligrosa porque les da el falso coraje de matarse a sí mismos, lo que automáticamente elimina las barreras normales para matar a otros. Peligrosa porque les inculca enemistad a otras personas etiquetadas únicamente por una diferencia en tradiciones heredadas. Y peligrosa porque todos hemos adquirido un extraño respeto que protege con exclusividad a la religión de la crítica normal. ¡Dejemos ya de ser tan condenadamente respetuosos!".
Claro que lo mejor hubiera sido evitar directamente el artículo 7 del Tratado de Lisboa. La UE lleva manteniendo contactos con las Iglesias y religiones desde la época de Jacques Delors, que se confesaba católico, y que también se reunía, probablemente, con intelectuales agnósticos, masones y ateos, sin que nadie se quedara asombrado o confundido. El problema, como siempre, es el empeño de las Iglesias en convertir en ley lo que no debería ser más que una costumbre o práctica razonable.
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