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Desde la 'banlieue', con la camiseta de Argelia

Antonio Jiménez Barca

Los seguidores de Dominique de Villepin que ayer se congregaron en la inacabable y algo destartalada nave de La Halle Freyssinet, en París, componían una variedad peculiar. Había tipos callados, impecablemente vestidos con traje de raya diplomática y zapatos beis puntiagudos; y jóvenes ruidosos con chándales, sudaderas, gorras y pancartas en las que escribieron su filiación: la banlieue parisiense, las afueras de la capital, los barrios más duros, abonados a una altísima abstención que en los últimos meses, tal vez por estrategia electoral y siempre con una nutrida cobertura mediática, han sido muy visitados por Villepin. Uno de estos jóvenes, embutido en la camiseta blanca de la selección argelina de fútbol, explicó por qué él y su grupo de 15 amigos habían acudido al mitin: "Porque no es Sarkozy. Por ahora creemos a Villepin".

También Villepin supo referirse a esos jóvenes en su discurso: "En lo referente a las banlieues, debemos salir de una política condescendiente, de una política todavía llena de reminiscencias coloniales".

Después, con la mira puesta en la siempre recurrente política de seguridad de Sarkozy, Villepin aseguró: "No aceptamos que un Gobierno instrumentalice el miedo hacia el otro, el miedo hacia el inmigrante, el miedo hacia el extranjero, hacia el islam, negando la vocación de Francia".

Así, entre la raya diplomática y la camiseta de Argelia ¿De quién es este nuevo partido? ¿A quién se dirige? Villepin dio algunas pistas: "Esto es un movimiento independiente, e irá al encuentro de los que se consideran huérfanos de la República, a esos franceses que, elección tras elección, no votan ya. La mitad de Francia".

Y luego añadió: "A los que no se sienten ya representados, a los que consideran que su palabra ha sido confiscada. Esto es un movimiento de unión, más allá de los partidos, abierto a todos, cualesquiera que sean los orígenes, creencias o compromisos: de derecha, de izquierda o de centro: gaullistas, liberales, centristas, socialistas o comunistas. En fin, una fuerza alternativa".

Explicó por qué no basta con la UMP, el partido de Sarkozy: "Yo he sido de esa mayoría, pero como la mayor parte de los franceses, no me reconozco en las decisiones que ha tomado el Gobierno". Y también por qué el Partido Socialista no le convence: "Los socialistas se niegan a ver la realidad cara a cara, son incapaces de asumir las reformas indispensables y vuelven siempre a viejas fórmulas".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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