Tras el zapaterazo
Mentideros y ciertos políticos no han encontrado palabras suficientemente duras para juzgar a quien afeita sueldos públicos, recorta pensiones, se carga la modesta ayuda económica a la natalidad o reduce el gasto farmacéutico. Al menos ha quedado claro que el jefe del Gobierno no actúa por electoralismo y que la socialdemocracia lo tiene muy crudo. Caído el Gabinete laborista británico y forzados los socialistas griegos a ajustar las cuentas a su población, Zapatero manda meter la mano en el bolsillo de nueve o diez millones de compatriotas, muchos de ellos su base electoral. Lo cual arroja por la borda no ya su futuro político, sino, quizá, el de la izquierda.
El giro de Zapatero da la medida de la gravedad de la situación. Agotados los intentos del inquilino de La Moncloa para comprar tiempo, se ha impuesto la desconfianza hacia España como buen pagador. Porque eso es el fondo del problema. El martes pasado, justo en vísperas del zapaterazo, el Banco de España reunió a diversos expertos internacionales. Sesión sumamente discreta, en la que se emplearon términos severos y apremiantes. En confidencias posteriores, uno de los participantes resumió así la sensación con la que retornaban a sus países: "España tiene en las manos que estalle o no la próxima crisis financiera mundial".
España ha vivido por encima de sus posibilidades y ahora se avecina una fuerte cura de austeridad
A estas alturas vale de poco quejarse por el ataque de "los mercados", esos dioses del mundo globalizado. Ningún político del sistema, y los socialistas desde luego lo son -como el PP, los empresarios, los sindicatos-, puede caerse ahora del guindo sobre la mercadocracia, cuando ni el G-20, ni la UE, ni España, han cambiado sus reglas. Por eso resulta significativo el despliegue de un paraguas europeo, dotado de 500.000 millones de euros (más otros 250.000 que podría activar el FMI) para defender a los países bajo presión. Ahora bien, esos dineros no están en hucha alguna. Se trata de garantías, que a la postre afectarán a los contribuyentes si fuera preciso activarlas. Los países fuertes no lo soportarán sin duras contrapartidas de austeridad por parte de los destinatarios (hoy, Grecia; mañana...), que dejarían pequeño el tijeretazo del 12 de mayo, por "histórico" que se proclame en estos días.
Toda España está involucrada, porque la financiación de la enorme deuda privada se ha hecho mucho más difícil tras la crisis de las subprime estadounidenses; y los intentos de contener la recesión con más dinero público llevaron el déficit en 2009 al 11,2% del PIB, allí donde había superávit dos años antes. Figuras de la oposición y diversos charlistas rivalizan en reproches sobre la "vergüenza" de responder a presiones desde el exterior, cuando lo importante sería unirse frente a la tentación de autodestrucción nacional y preparar al país para los tiempos que vienen. En todo caso, Europa es una vía de solución, aunque implique mayor control directo sobre las finanzas españolas; y eso tanto si el Gobierno lo encabeza don José Luis, como don Mariano o quien sea.
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