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Crónica:Catástrofe en Chile
Crónica
Texto informativo con interpretación

"La autopista se movía como un papel"

El colapso de las redes de telefonía dispara el uso de Internet para la búsqueda de familiares y amigos P No hay constancia de españoles entre las víctimas

Fernando J. Pérez

"Pensaba que se me había pinchado una rueda... pero luego vi que la autopista se movía como una hoja de papel y me di cuenta de que era algo mucho peor". Un hombre que circulaba por una autopista próxima a Santiago de Chile describía así las sensaciones que produce uno de los terremotos más potentes conocidos desde que hay registros a 320 kilómetros del epicentro. Eran las 3.34 hora local (las 7.34 hora peninsular española) cuando la tierra tembló en Chile.

"Nunca en mi vida he sentido un terremoto como éste. Parecía el fin del mundo", contó un anciano de Tamuco a una televisión local, informa Reuters. "Mi casa está completamente destruida, todo se me vino encima. Mi esposa y yo nos acurrucamos en una esquina hasta que vinieron a rescatarnos", contaba otro habitante del centro de Santiago. Tras la sacudida, que duró entre 30 segundos y un minuto, la gente se echó a la calle y se abrazaba entre llantos.

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"No te asustes, mamá, aquí ha habido un terremoto fortísimo, pero estamos los tres perfectamente". Federico Fernández Perales, de 24 años y estudiante de la Universidad de Jaén, despertó así ayer por teléfono a su madre en su domicilio de Cúllar-Vega (Granada). Federico llegó el 25 de febrero a Chile para cursar un cuatrimestre en la Universidad del Bio-Bio, en Concepción, la ciudad más próxima al epicentro.

Unos 30.000 españoles

A Federico el temblor le cogió en Valparaíso, pero tres de sus compañeros de curso se encontraban ya en Concepción y hasta mediados de la tarde no se pudo contactar con ellos. Lo mismo pasó con otra alumna de la sevillana Universidad Pablo Olavide, que pudo mandar un escueto mensaje SMS a su familia: "Estamos bien". En las primeras ocho horas tras el temblor, el Gobierno no tenía constancia de víctimas españolas en Chile. La colonia es de 30.000 personas.

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Con las comunicaciones prácticamente colapsadas, en especial en la zona de Concepción, Internet se convirtió en el centro de búsquedas de posibles víctimas. Desde primera hora la red social Twitter hervía de llamadas de personas que trataban de localizar a sus familiares. Las peticiones llegaban tanto de Chile como de otros países de América Latina. Desde Venezuela buscaban en Santiago a Moraima Silva; desde Colombia preguntaban por Paola Amado, en Concepción. Desde México, alguien buscaba a Carmen Abarzuza... Casi todos los mensajes llevaban un número de teléfono. El buscador Google puso en marcha un servicio para encontrar personas en el que se pueden introducir los datos de gente desaparecida. Nueve horas despúes del terremoto, había 1.200 personas registradas. Al cierre de esta crónica, alcanzaban las 2.900.

También abundaban las manifestaciones de solidaridad con Chile y enlaces a páginas con consejos de actuación ante un terremoto, desde cómo predecir un posible tsunami a fórmulas para lograr que los niños concilien el sueño después de una tragedia semejante. Muchas empresas periodísticas reclamaban testimonios de personas que hubieran sufrido el seísmo. Y muchos internautas enlazaban y comentaban las fotos que publicaban las mismas empresas periodísticas, en las que se aprecian cadáveres ensangrentados, edificios reventados, infraestructuras inservibles y personas deambulando sin saber muy bien adónde en Santiago, Valparaíso, Temuco o Viña del Mar.

Mientras tanto, ha comenzado a prepararse la ayuda humanitaria. En España, bomberos de Huelva y de la Comunidad de Madrid se preparaban ayer para partir hacia Santiago de Chile. La Comisión Europea destinará tres millones de euros para hacer frente a las necesidades más perentorias y la Casa Blanca se mostró dispuesta a ayudar al país andino "en esta hora de necesidad".

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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