Con humor
No vive el Saturday Night Live uno de sus momentos míticos. No es fácil mantener durante 35 años el nivel de brillantez, burricie y diversión que procuraron John Belushi o Chevy Chase y más tarde Eddie Murphy o Adam Sandler o Mike Myers con Dana Carvey. Con subtítulos se puede cazar el programa cada sábado a la una de la madrugada en el Plus. El último pedazo se refirió a la debacle moral de la NASA, que ha cancelado su programado viaje de vuelta a la Luna, en lo que es la expresión galáctica de la crisis económica causada por el tejemaneje financiero y el integrismo del libre mercado.
Supongo que igual que la NASA prefiere dejar para otra generación los viajes interespaciales, también los alienígenas se estarán pensando si éste es un buen momento para venir a establecer contacto con nuestra civilización. No parece por la broma del Saturday que los empleados de la NASA vayan a recibir la jubilación del presidente del BBVA, cifrada en más de 75 millones de euros y que a mí personalmente me ha parecido escasa, porque cuando un banquero se retira tiene un montón de agujeros que tapar, y más con el precio al que está meter a un camello por el ojo de una aguja en las religiones actuales. El empleado de la NASA obliga a una visita a vomitarle en la mano la patata frita que le ha robado de su platito. Como un banquero.
El guionista jefe del plantel actual se llama Seth Meyers y presume de una sonrisa que más que un cepillo de dientes está pidiendo a gritos un camión apisonador. Pero en su resumen de noticias semanal contó que la policía norteamericana se había incautado de una partida de pastillas de éxtasis con la cara de Obama. Al parecer el efecto de esta droga era llevarte a un subidón muy intenso, pero corto, con una bajada muy pronunciada hasta una depresión larga y severa.
No es mala metáfora del zapatazo de la crisis. Me recordó a lo que decía Azcona: la derecha gobierna siempre, pero cuando hay crisis económica, cede el poder a los otros para que gestionen el mal rollo. Cuánto echamos de menos al amigo, cuánto echamos de menos algunas risas salvajes.
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