_
_
_
_
Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cuerpo moral

El artista sale a escena completamente vestido. Luego, por partes, va enseñando fragmentos de su anatomía, a veces con trasunto escatológico y otras, simplemente humorístico, dejando claro que su cuerpo es su vehículo, aun con un cierto toque de narcisismo que le es caro a su estilo.

Cada nueva propuesta de David Fernández (Madrid, 1976) está mejor articulada y presentada que la anterior. No abandona su tono hiriente y su afán provocador. Esta vez va más lejos aún, y valiéndose de una pantalla de texto en cinta continua (leds) "defeca" el nombre de la actual ministra de cultura, y una ristra de zurullos luminosos que son los nombres de los organismos públicos a los que la danza contemporánea debe, en teoría, rendir cuentas por subvenciones, programaciones teatrales y otros sostenimientos. El efecto es hilarante, pero a la vez de una fortísima carga simbólica. Fernández no se anda por las ramas y esta vez la diana es su padre. Además, deja claro que su libertad artística (y de movilidad escénica) es lo primero. Reivindica que puede salir adelante y expresarse sin llenar formularios ni "lamerle el culo" a las administraciones públicas de la cosa cultural. Allá él en su mesiánico empeño, parece escuchar.

Compañía David Fernández.

El corazón, la boca, los hechos y la vida. Textos, música original, luces y técnica: David Fernández; asistente en escena: Michael Fernández; música: Juan Sebastian Bach. Sala Triángulo. Hasta el domingo 24.

Pertrechado de tecnología estándar pero muy bien implementada y llevada a un fin teatral último (móviles, i-phone, max/MSP) el performer reparte unos objetos (unas zapatillas de ballet; un peluche; una cajita o plumier). Si tanto de moda está o ha estado lo interactivo, esta obra pone en liza al público. Los fetiches tienen truco y esconden mandos a distancia, desde los que se manipula un retrato de Juan Sebastian Bach, pues el relato va acerca del sexto y díscolo hijo del compositor (bautizado Benhard), un pintas que dejó deudas y otros desaguisados y del que Bach se lamenta en una carta autógrafa.

Benhard muere a los 24 años lejos de casa. David pasó esa frontera (nació en Madrid en 1976), pero juega a "matar al padre" virtual, a sacrificar cualquier herencia moral. El padre de David es Bruno, mítico personaje televisivo de la serie Verano azul. Tronchante y dramático; desconcertante y efectivo.

Hay dos condicionantes en la obra: su seria y compleja elaboración metódica y el precedente y muy original trabajo de mesa. Luego D. F. lo da todo en escena, maneja el espacio y la circunstancia y acciona a la vez sobre público y actor, se entiende a sí mismo como víctima propiciatoria de un exorcismo lúdico y de paso, se ahorra el psicoterapeuta. Fuera de toda duda su gozosa disponibilidad física, la manera inteligente con que usa el cuerpo expresivo sobre el cuerpo moral del actor-bailarín y viceversa.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete
El autor e intérprete de la pieza, David Fernández.
El autor e intérprete de la pieza, David Fernández.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_