"Una ciudad segregada en barrios es explosiva"
José María Ezquiaga (Madrid, 1957) eligió el restaurante por sus raíces guipuzcoanas. Le recuerda a su padre, empleado en una papelera de Tolosa, y cuánto le hubiera gustado saber que el hijo, que no se arredra fácilmente y pide chuletón poco hecho, ha vuelto de alguna forma a los orígenes. Su estudio ha sido el único español de cuatro seleccionados (incluida Zada Hadid) para el gran proyecto de regeneración urbana de la bahía de Pasajes (Guipúzcoa). Tiene otro motivo de celebración: ha ganado, junto a Richard Rogers (Terminal T4 de Barajas) y Luis Vidal, el primer premio para urbanizar La Marina, en San Sebastián de los Reyes (Madrid).
Este arquitecto, que pronto se decantó por el urbanismo, es responsable de los planes territoriales y generales de media España: Menorca, Lanzarote, Gernika (Vizcaya), León, Ávila, Córdoba, Burgos, Logroño y Parla (Madrid), entre otros. Además de la prolongación de la Castellana, en Madrid. De esta ciudad defiende que su gracia no está en ser castiza, sino en su carácter global. "Reúne las condiciones ideales para afrontar el futuro. Una identidad más metropolitana que cultural y su facilidad para incorporar a todo el mundo. La ciudad del futuro tiene que ser global y, a la vez, atenta a las raíces. Como París o Londres, de las que nadie discute su papel planetario, pero a la vez amigable".
El arquitecto cree que el urbanismo debe recuperar su carga transformadora
Cuando, a finales de los años setenta, la figura del urbanista adquiere importancia ("Al calor de la oposición política y los movimientos vecinales"), a él le pilla con 23. Y pensando que podía cambiar el mundo acaba casi de chiripa en la gerencia de Urbanismo de Madrid, de donde salió muy curtido. Ese carácter combativo -que aún conserva- le une más a la generación de jóvenes arquitectos, que tiene que pelear a fondo, que a esa intermedia de los últimos 15 años que lo tuvo todo más fácil por mor del boom inmobiliario. Como profesor en la Politécnica de Madrid reconoce que "en las escuelas aún existe cierta idea de que el arquitecto icónico equivale a éxito. Pero la mayor parte de los estudiantes ya sabe que los cambios más profundos no son icónicos".
Los efectos de la voracidad urbanística le han convencido de que el urbanismo o se refunda o deja de existir. "Es una actividad que va camino de la irrelevancia porque, en lugar de pensar la ciudad, se sustituye por regulaciones normativas. Parte de la corrupción viene de que esas normas están vacías de contenido, no hay detrás una sociedad que las haga suyas y así se convierten en el terreno de la irregularidad. Las normas son necesarias, pero como expresión de apuestas sobre cómo debe ser la ciudad".
A punto de quedarse blanca la fuente de pimientos del piquillo, porque del chuletón hace rato que sólo queda el hueso, y pasar a las tejas y cigarrillos, explica que el urbanismo del futuro tiene que recuperar su carga transformadora e integrar el medio natural en el medio humano. "El tema estrella ahora es la cohesión social. Una sociedad segregada en barrios rodeados de autopistas produce una ciudad insolidaria y peligrosa, con explosiones de violencia como vimos en las periferias de París".
A los postres llega la recomendación: el silencio. "El mejor edificio en el entorno de la Alhambra es ninguno. El vacío es a veces el valor supremo".
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