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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un juego peligroso

El régimen iraní acentúa el desafío a Occidente a propósito de su programa nuclear

Irán ha anunciado que en adelante limitará al mínimo su información al Organismo Internacional de la Energía Atómica a propósito de sus anunciados planes para construir 10 nuevas instalaciones de enriquecimiento de uranio. Teherán responde con este nuevo desafío a la reciente condena del órgano de vigilancia de la ONU por la construcción secreta de su planta de Qom, y a la advertencia esta semana de EE UU y Alemania de que el reloj corre hacia nuevas sanciones del Consejo de Seguridad.

Las sanciones impuestas hasta ahora por la ONU han tenido un efecto nulo en los planes iraníes. El último envite de Teherán en su interminable chalaneo atómico -décadas de ininterrumpidos embustes- ratifica que el Gobierno islámico ha hecho un arte de seguir ganando tiempo. Pero la apuesta del régimen teocrático que dirige el clérigo Jamenei y hace visible el presidente Ahmadineyad se va cargando de riesgos a medida que se enrarece la situación interna. Las fraudulentas elecciones de junio y sus secuelas han marcado un punto de inflexión para la camuflada dictadura, cuestionada seriamente desde dentro por primera vez desde su nacimiento en 1979. Anunciar una cascada de nuevas instalaciones atómicas suena abiertamente a provocación destinada a encalabrinar a Occidente y crear un ambiente de asedio útil a un poder a la defensiva. No se enriquece masivamente uranio para satisfacer las necesidades supuestamente pacíficas de un país que tiene en construcción una sola planta nuclear.

Tras años de tira y afloja, Irán acordó en octubre con sus interlocutores occidentales enviar a Rusia y Francia el 75% de su uranio poco enriquecido para que le fuera devuelto apto para fines médicos. Pero se ha vuelto atrás de un trato en el que EE UU y sus aliados veían la manera de reducir el riesgo de que reprocesara clandestinamente su combustible hasta el grado requerido por el arma nuclear. En este tiempo, las declaraciones de sus responsables apuntan a una confrontación que hace papel mojado del apaciguamiento impulsado por la Casa Blanca. Es un hecho no desmentido, sin embargo, que Barack Obama, pese a su aparente flexibilidad, sigue considerando literalmente inaceptable la posibilidad de una bomba atómica iraní. Y es conocida la atención extrema con que Israel sigue los progresos técnicos de su mortal enemigo. Semejante entorno hace muy peligroso erigir la bravata en categoría política.

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