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Columna
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La calentura

Le llamé nihilista cuando tenía diecinueve años, y pareció como si Leopoldo Alas (Polo o Leopoldito para los amigos) hubiese querido hacer honor toda su vida a ese adjetivo. Mi empleo de "nihilista" era cariñoso (aparte del respeto profundo que, sin yo serlo, me producen los seres que lo son), y estaba corregido por los otros epítetos que le puse en la antología Cinco poetas del 62, seleccionada y prologada por mí en la revista Poesía, un ya lejano día de 1982. Allí, precediendo a sus seis poemas elegidos, Alas era introducido como alguien que "toma el molde de la fábula, lo adorna con una especial zumba y un sabio soniquete infantil que realza el broche nihilista de su verso". Dos de los poemas de la antología trataban de animales, gatos y ballenas. En ¿Qué te diría tu gato? Leopoldo escribía estos preciosos versos aforísticos: "El gato es anterior al cristianismo. / Descarta la piedad y no perdona". En Las ballenas se suicidan, el poeta se hace ballena por solidaridad humilde: "Las ballenas nos suicidamos / para justificar el medio, / no por firmeza, / no por arrebato".

Espero que la edición completa de sus obras ponga a Leopoldo Alas en el lugar que merece

Zumbón, engañosamente pueril y con un inesperado (pero nada pelmazo) fondo de amargura, Leopoldo Alas dejó al morir el año pasado cierta cantidad de obras dispersas o inéditas que ahora se están ordenando y empezando a publicar. Yo creo que Polo era ante todo poeta, y la edición completa de sus cinco libros (con el añadido de inéditos) que, al cuidado de su gran amigo el también poeta José Infante, editó el mes pasado Visor, espero que le ponga en el lugar literario que le corresponde y que en vida, por juguetón y por cambiante, le fue escamoteado.

Una de sus manifestaciones ligeras más persistentes (y por ello más sospechosas a los ojos de ciertos popes de la alta literatura) fueron los escritos de agitación, donde su voluntad chispeante y decidida, a veces descuidada en la forma, destacaba con el golpe coruscante de lo inmediato. Así es La loca aventura de vivir, una falsa novela en viñetas que acaba de publicar la editorial madrileña Odisea, con portada e ilustraciones de quien también fuera amigo íntimo suyo, el pintor suizo Daniel Garbade.

En una primera apariencia, La loca aventura de vivir podría ser tenida por la crónica costumbrista de la fauna (y algunas floras) del barrio de Chueca, lugar ameno que Leopoldito trató de hacer más divertido y culto; sus opiniones, no siempre complacientes con sus hermanas homosexuales, adquirían a menudo la forma de un dardo lanzado a la incultura y el sentido acrítico de tantos jóvenes gays pobladores, sobre todo al caer la noche, de esta zona madrileña. En las páginas del libro figuran los espacios indiscutibles, y algunos ya legendarios, de Chueca: los bares de ligue, las tiendas de ropa más o menos queer, la librería Berkana, donde tantos hicimos la mili de la mejor literatura y cinematografía gay y lesbiana. Sería inverosímil que no hubiese droga o chaperos en el libro, y no faltan, aunque yo encuentro más instructiva la larga descripción de la ketamina, también llamada Special K. Hay un lógico set-piece en torno a la Fiesta del Orgullo Gay, una trama política quizá no bien desarrollada en torno a un líder conservador en el que algunos verán una persona real encubierta, y, como capítulo tal vez seminal de la novela, el titulado Una mamada imprudente, donde el joven protagonista Nano da una clase magistral sobre la felación que, por su descaro didáctico y su intención profiláctica, bien podría ser recomendable en los programas de estudios escolares.

La loca aventura de vivir tiene una coda en la que Leopoldo Alas se desnuda con una mezcla de candor y abrasiva lucidez, reconociendo que el libro, que tuvo una primera versión en prensa, es "escritura sin un plan: reveladora de sucesivos estados de ánimo, de una mayor o menor calentura, de ciertas carencias y de alguna esperanza". Y el autor declara a continuación haberse masturbado mientras escribía las escenas más tórridas o al concluirlas. "Admito haber gozado del placer de una escritura anárquica que, con todos sus defectos, da cuenta de un mundo regido por el deseo y el caos. No lo hice por dinero, aunque me alivió el que recibí. Tampoco tuve pretensiones literarias".

El desenfado de Leopoldo Alas se hacía grave al llegar al verso, sin por ello cambiar el diapasón festivo o lúdico de su mundo particular. Por eso, mientras uno pasa momentos de animado regocijo con esta loquísima aventura suya del vivir chuequense, el poeta nos acompaña. El que escribió, por ejemplo, en su poema Me Tiño: "Que no soy dialéctico, dicen los avisados. / Ya sé que estoy en el filo", añadiendo que "me tiño, y cada color me descubre un rostro diferente. / Hablo con otras voces, digo en tonos distintos, / cada frase escrita en una tinta".

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