El hombre orquesta del Obradoiro
Miguel Juane, ex jugador del club, asume una dirección general que le exigirá atender tanto a aspectos deportivos como de gestión
Miguel Juane regaña a su interlocutor cuando le incide, seguramente con demasiada insistencia, sobre el embolado en el que se ha metido. "Que nadie me quite la ilusión", pide. Desde hace diez días vive pegado a un terminal móvil que no deja de sonar o de escupir señales de correos electrónicos y barrunta que se convertirá en esclavo de la AP-9. En realidad ya lo era. Juane, otrora jugador profesional de baloncesto, tres veces internacional con la selección española, devino en exitoso abogado con sendos bufetes en A Coruña y Vilagarcía. Nunca dejó de estar vecino al deporte. Se baqueteó como interventor en el periodo de administración judicial del Atlético de Madrid. Quizás tras superar aquel traumático periodo cualquier desafío sea menor, incluso el de asumir la dirección general del redivivo Obradoiro. "No se trata de que tenga que gestionar un club, sino de crear un club", puntualiza.
"Con 17 años creía que cada tiro tenía que entrar y eso me atenazó"
"No se trata de que tenga que gestionar un club, sino de crear un club"
Hay mucho de titánico en el empeño, casi de imposible épica, pero Juane lleva la situación al terreno de los sentimientos y a partir de ellos encuentra la gasolina para ponerse en marcha. "Hay algo romántico en todo esto. Soy del Obradoiro. Salí de A Coruña para estudiar en Santiago y jugué en el club desde los 18 a los 22 años. Todos estos años cada primer viernes de julio nos hemos reunido los ex jugadores para mantener vivo ese recuerdo, la gente me para por la calle y se acuerda de aquellos años". Por eso cuando el presidente José Ángel Docobo y su gente, Laiño, Pepe Martínez, Iglesias o Couceiro, le llamaron, Juane apenas lo dudó. Recabó el apoyo de su familia, de sus socios, respiró hondo y entró a canasta. "Voy a darlo todo. Es un trabajo puntual para esta temporada, una situación atípica que requiere soluciones atípicas".
Por fin en la ACB tras 19 años de litigios, el Obradoiro parte de menos que cero. El jueves presentó a sus patrocinadores, Xacobeo Galicia y Blusens, pilares para completar un presupuesto de 3,7 millones de euros, el menor de la categoría, pero ya trabaja en la captación de nuevos ingresos y en la construcción de una estructura administrativa y deportiva. El partido se juega dentro y fuera de la cancha y Juane ejerce de hombre orquesta. "Mi tarea principal es completar el presupuesto, lanzar las campañas de abonados, acercarnos a los empresarios, mirar cuál es el retorno que puede haber por parte de la televisión, la publicidad, pero todo se complica porque el club tiene que montar una sede, hacer una casa en la que no tenemos ni el timbre. Y está claro que también me tengo que meter en la parte deportiva", apunta.
Juane tiene las ideas claras y a dos meses de iniciar la competición, sin ni siquiera jugadores, ya sabe como será el nuevo Obradoiro. "Tendremos gladiadores en la pista, currantes con, a lo mejor, no mucha destreza en ataque, pero sí fuertes en rebote y en defensa, luchadores, agresivos. Traeremos gente que quiera consolidarse en la Liga, que no se relaje". Igual es complicado que entre esa tropa haya algún gallego, pero no lo descarta. Juane quiere que la gente se identifique con un combo al que tan sólo le pedirá "dejar dos equipos por debajo en la clasificación final". Si se consigue ese objetivo y las cuentas cuadran, no descarta abrir las puertas a un inversor que se haga cargo del club para comenzar una singladura más tranquila. "No tengo apego al cargo. Soy abogado y lo seguiré siendo", anticipa.
Con todo, antes que las leyes había llegado el baloncesto a su vida. Con 17 años ya era piedra angular del Bosco herculino de la mano del mítico técnico dominicano Leandro de la Cruz. Entonces era una gran promesa, un coruñés en una selección júnior copada por nacientes estrellas de las mejores canteras del país. Juane mira ahora a la desinhibida generación de Navarro o Gasol, y ya no digamos a Ricky Rubio, y siente que a él le faltó un punto de descaro. "Me arrepiento de no haber disfrutado más. Con 17 años sentía que cada tiro tenía que entrar y eso me atenazó". No fracasó. "Acabé mi carrera jugando en Coruña en Primera B y como máximo anotador nacional de la competición", recalca a modo de reivindicación.
En 1994 lo dejó. No había cumplido los treinta. Intuyó que su vida estaba en los despachos, pero no se fue del deporte. "No soy un iluso ni un utópico, pero quince años de abogado me han dado un bagaje para pelear con empresas y contratos. Si sale mal me quedaré tranquilo porque lo di todo y si sale bien me llevaré una gran satisfacción".
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